El día que la conoció
quedó impactado.
Ante sus ojos se le
apareció como la imagen de una diosa pagana.
Delgada y esbelta, la
muchacha mediría alrededor de un metro con ochenta centímetros y su cuerpo representaba
la perfección hecha mujer.
Vestida con un pantalón
ajustado de seda negra y un top diminuto, color fucsia, que dejaba al
descubierto la parte superior de su torso, sobre el que caían con sublime
encanto los cabellos morenos, lacios y largos que coronaban su belleza.
De las facciones del
rostro y de belleza de las manos de la dama, vale más no describirlos, alcanza
con decir que fueron éstos los atributos que más impactaron a Demetrio.
Él, por su parte, un
simpático empedernido, que cautivaba a cuanta mujer se le acercase, en base a una
combinación de agudas ocurrencias, voz aterciopelada y varonil, más un cuidado
estético impecable, nunca se había imaginado que pudiera tener la enorme suerte
de conquistar a semejante belleza femenina.
Grande fue su alegría
cuando logró que ella reparara en su existencia, pese a que lo excedía en
altura algo más de quince centímetros; algo que Demetrio notó al instante, pues
a medida que se acercaba a ella, para iniciar una conversación cualquiera,
notaba que la imagen de la dama no perdía su imponencia.
Esa misma talla había sido
el encanto mejor utilizado por Delia ya desde su adolescencia. Gracias a esa
majestuosa figura había tenido siempre la oportunidad de elegir con quien estar: pudo elegir entre los galanes más conspicuos de su grupo de conocidos. Con pesar y bastante
indignación, comprobaba enseguida que aquellos muchachos con los que formaba
una pareja más estéticamente ideal, a la postre le resultaban ser unas compañías
más que insoportables: vanidosos y grandilocuentes, ellos siempre creían tener
al mundo a sus pies, pues la presentaban como trofeo. Nunca reparaban en los sentimientos que la aquejaban. Se
sentía usada.
A partir de esta creencia,
ella empezó a relacionarse con individuos de pelaje diverso, manada de
perdedores en potencia que lograban alcanzar un supuesto cielo de realización,
al suponerse conquistadores de esta dama; la que, en verdad, los utilizaba para
una secreta e íntima venganza para con aquellos vanidosos galanes de excelente
presencia.
Entre estos pobres
individuos se encontraba Demetrio.
Embelesado, con ella
desplegó todo su arsenal de trucos y astucias. Se hacía el sensiblero, le
hablaba con voz de cantante de boleros, susurrándole frases agradables al oído,
o llevándola a cenar, o a intimar en los lugares más caros y selectos de la
ciudad. Todo con el escondido propósito de hacerle creer que gozaba de una
posición económica sólida, resultado de una carrera profesional exitosa, que
sólo podía tener cabida en su propia mente.
Toda esta serie de
atenciones que Demetrio le prodigaba hacían subir la autoestima de Delia a
niveles superlativos, a punto tal que llegó a sentir cierto cariño por el
petizo.
Por esos días Demetrio se
aprovisionó de una serie de pares de zapatos con tacos altos, en un intento desesperado por
aminorar, mediante ese artilugio, la notoria diferencia de altura que había entre
los componentes de la pareja.
Las conversaciones entre
ellos constituían un rosario de trivialidades, pues ninguno se había propuesto
declarar su amor inextinguible al otro, ni siquiera de mentirillas. Se solían
decir entre sonrisas pícaras que la pasaban de manera fenomenal al estar
juntos, que disfrutaban estas salidas a pleno (tanto las públicas como las íntimas), que nunca habían sentido una pasión igual y otra serie de imbecilidades por
el estilo.
Hasta que al finalizar cada velada se despedían con un beso y un: “hasta pronto, mi amor”.
Hasta que al finalizar cada velada se despedían con un beso y un: “hasta pronto, mi amor”.
Al besarla, el galán debía
elevar su mentón y ponerse en puntas de pie, para alcanzar los labios de la dama. Parecía un pichoncito, que
buscaba con desesperación y deseo el alimento que le brindaba el pico de su
madre.
Esta relación duró más de
un año. Tiempo más que suficiente para que ella se cansara de su conquista y se embelesara con
otro nuevo amante.
Demetrio capotó. De nada
le valieron todos aquellos trucos, aprendidos a lo largo de los años, para
conquistar féminas, pues fallaron con estrépito ante Delia: ella ahora lo
ignoraba con cierto desdén y hacía caso omiso a sus llamados telefónicos y
súplicas por correo electrónico.
Después de esa experiencia
ninguno de ellos volvió a ser el mismo.
Los nuevos amantes que
Delia tuvo se le antojaron torpes y vulgares, así como aquellos muchachos de
buena figura del pasado le resultaron en su momento vanidosos. Para peor
desgracia, el paso de los años comenzó a causar estragos en su belleza juvenil.
Ahora vive preocupada por mantener una imposible frescura, mientras su
silueta se degrada y un esposo mal amante (e infiel) le brinda cierta seguridad
material.
A Demetrio, preso de
nostalgia, le pasó algo similar; tras la pérdida de su gran amor, todas las
mujeres le parecieron poca cosa, comparadas con el recuerdo de Delia, de modo que
no pudo prestar la mínima atención a ninguna de ellas, de ahí en adelante.
Un buen día decidió que no
podía seguir solo, acorralado por los recuerdos de aquella temporada de pasión
y plenitud. Decidió sentar cabeza y formar una familia.
De entre las conocidas que
tenía (las que por cierto constituían una lista extensa) eligió a aquella chica
que le pareció la mejor candidata para ser su esposa y la madre de sus hijos.
Poco trabajo le demandó reconquistarla y casarse con ella.
Hoy, mientras añora
aquellos lejanos días de gloria, cuando era el dueño absoluto de los favores
que le prodigaba Delia, pasea su barriga por el Parque Rivadavia, junto a sus
pequeños hijos y a su esposa, Clarita.
Y no aprecia esa mirada de
amor embelesado con la que ella lo ve.
¿Es este el relato que comentaste que guardaba similitud con el mio "Historia de una derrota"?
ResponderEliminarMe ha encantado leerte, amigo. ¿Quien no guarda en la memoria antiguos amores que pudieron haber sido y no fueron?
Nada sabemos al fin y al cabo de los caprichos del destino, y soltamos un gran amor pensando que, a la vuelta de la esquina, nos espera otro más grande. Pero no siempre esa así. Y luego nos queda grabada a fuego la luz de esa mirada, a perpetuidad.
Algún día tu protagonista bajará la miraba y verá, por primera vez, a Clara, su esposa.
Un abrazo de puntillas.
Ángela:
EliminarEstás en lo cierto. Aunque similar no es lo mismo.
En este caso, el pobre hombre llevaba su vida con relativo éxito; se había perfeccionado en el arte de la seducción, al punto de tener un listado de conquistas bien extenso.
Hasta que apareció ella. La mujer fatal. Ella nunca le entregó su corazón; es más, cuanto más recibía de parte de él, más se pavoneaba ante quienes pretendía vengarse. Algún cariño sintió por el hombrecillo, casi su mascota por entonces.
Él, al principio pensó solo en lograr con ella su conquista más despampanante; por eso, no quiso abandonar la representación del eterno amante pasional; hasta que ella lo dejó. Ahí cayó en cuenta, el pobre Demetrio, de que la amaba profundamente.
Hoy ambos personajes están tristes, ella por la devaluación de su belleza, que la obliga a vivir con un cualquiera, con dinero.
Él, en cambio, casado y con hijos, siente una profunda nostalgia por sus días de Don Juan, en especial por su noviazgo -digamos- con Delia.
La tercera en la obra es la esperanza, para quien tiene capacidad de amar de verdad.
Que nadie me diga que esta cosas no suceden, porque me mato de la risa, de su candidez...
Un abrazo otoñal y lluvioso.
La historia de siempre: preocupados en pensar lo que perdimos o lo que nunca lograremos, desperdiciamos lo que poseemos que, en la mayoría de las ocasiones, es infinitamente mejor.
ResponderEliminarMuy bueno, Arturo. Es admirable tu forma de escribir e increible tu capacidad de crear. Es complicado seguir todo tu trabajo.
Felicidades de nuevo.
Un abrazo, amigo.
Fernando:
EliminarMuchas gracias por tus comentarios (amigablemente exagerados) acerca de mi talento supuesto como narrador de historias.
Soy consciente de la longitud de los cuentos, excesiva para los cánones de la blogósfera; pero, en un determinado momento, decidí volcar estas historias más elaboradas, en vez de unos sencillos pensamientos o reflexiones.
De esos textos ínfimos tengo unos cuantos por ahí, pero siento que adolecen de matices, de imaginación. Se supone que al escribir comunico una idea dentro de un contexto, que puede ser la historia o el personaje. Cuanto más entretenido el relato, más prolongado tiende a ser, hasta que debe cortarse de un tajo, con el remate. En todos los libros acerca de cómo se debe escribir, nada dicen acerca de la manera perfecta. Yo solo elegí una fórmula para estas ficciones. Lo más probable es que cambie, como cambia todo, con el tiempo.
Un abrazo.
(Tu talento no es supuesto)
EliminarY no me refería a la longitud de los textos, cuando hablaba de tu capacidad de crear, los textos tienen la extensión que tienen que tener según el criterio de quién los escribe que por eso es su autor. Yo me refería a la frecuencia con que escribes, eso es lo que me sorprende y me cuesta seguir.
Un abrazo.
Fernando:
EliminarNo llevo la cuenta de cuántos son los que he compartido en este espacio virtual; pues entre ficciones, anécdotas y otras menudencias, creo que debo tener más de doscientos borradores en mis archivos. Y los llamo de ese modo pues siempre los considero inacabados, por eso los trato de mejorar.
Por caso, me extrañó que "Fasholetto" tuviera tanta aceptación (es el sexto más visto), cuando es un cuento que -pese a las horas de corrección que lleva encima- nunca termina de salir como me hubiera gustado. En fin, no tiene por qué coincidir mi gusto con el de los lectores.
Y por caso, "Apariciones" que es un homenaje a la herencia genética de mi padre: sus manos, su voz, no fue visto en la medida de mis expectativas. Y creo que es muy superior al otro.
Sin embargo, con agrado constato a diario que hay gente que ingresa a mis primeras entradas; allí puse -acaso- los textos que más quería publicar.
Un gran abrazo, del mismo tamaño que mi aprecio hacia tu persona.
Arturo, tus relatos siempre me llevan al pasado,las mías no eran tan altas, pero las deje pasar por otras que me entusiasmaban, hoy después de haber conocido varios fracasos las recuerdo.
ResponderEliminarUno tiene lo que merece.
Un abrazo y que siga la nostalgia.
Luis:
EliminarEs todo cuestión de gustos.
Un amigo mío, que no era muy alto que digamos, me comentaba que, cuando era joven e iba a bailar, siempre encaraba a las chicas más altas. ¿Por qué hacía eso? Él argumentaba que esas chicas, por su talla, espantaban a muchos acomplejados, que no querían salir con una mujer que fuese más alta que ellos.
A mí, en cambio, me gustaron siempre las mujeres pequeñas, de modo que ignoraba a las pobres lungas. Digamos que, por ese entonces, medía casi un metro ochenta, de modo que nunca había demasiadas chicas más altas que yo.
En fin, pavadas de la juventud...
Un abrazo y a no darse manija.
Siempre que me detengo en tu blog, me encuentro con historias que dejan el gusto a lo vivido. A algo muy común. A experiencias habituales encontradas en tantas plazas, donde podemos ver esos amores apenas sobrellevados.
ResponderEliminar¡Un gusto, Arturo!
Sergio:
EliminarTrato de mostrar cuestiones cotidinas, con sus sutilezas, sus errores, sus dudas y sus consecuencias. Como ya he explicado con anterioridad, escribí una serie de historias del sentimiento, entre ellas se enmarca esta relación, que -con sus variantes- es la más común y corriente de todas.
Un abrazo.
Arturo...." La historia de amor de Demetrio "
ResponderEliminarDemetrio ha sido muy tìmido, si en una año no se habìa decidido a declararle su amor o robarle un beso para demostràrselo....pobre Delia, no va a perder el tiempo.
Quizàs ella era tìmida no quiso decirle del verdadero amor que por el sentìa.
No se es felìz si el casamiento no ha sido por amor como el que Demetrio a formalizado con Clarita....pobrecita
¡¡¡ muy lindo relato !!!
un beso
Doris Dolly:
EliminarDemetrio y Delia estaban en esa etapa de la juventud en que el amor físico (implícito en las salidas íntimas) está por encima del amor del sentimiento.
Sus propios egos eran los destinatarios de esa relación.
Cuando ella lo deja, él percibe que -en verdad- la amaba. Allí es cuando se desespera e intenta recomponer la relación a toda costa. Hasta entonces, cuando cualquiera de su lista inextinguible de amantes lo dejaba, él se abocaba a cubrir una vacante. Pero, ante la ida de Delia, la vacante en su corazón aun está sin llenarse. Por supuesto, hay una candidata cantada: su esposa.
Quisiera pensar que, más temprano que tarde, se dará por enterado de ese amor y lo retribuirá del mismo modo.
Un saludo y espero no hayas desdeñado petizos.
Arturo... cuando tenia 15 años... se me declarò un petiso...hacia tiempo que venìa molestàndome...se me ponìa a la par cuando me veìa pasar caminando.
Eliminarsabes que le dije ??
Usted es un petiso de porquerìa....
y que me dijo el petiso ??
Serè petiso pero alto de corazòn...
lo recuerdo siempre jajajaj
Era para aplaudir lo bien que estuvo...no me molestò màs.
Hice un relato aqui con eso que me dijo hummm
Doris Dolly:
Eliminar¡Era como Demetrio!, el de la palabra dulce y ocurrente. Además, un buen perdedor.
Ya se sabe, cuando uno no tiene suerte en interesar a una mujer que le gusta, siempre, pero siempre, debe dejar una frase elegante en su despedida. De ese modo, queda la posibilidad futura de que ella reconsidere a tu persona. Si él te hubiese insultado, hoy ni lo recordarías, una prueba elocuente de la verdad de la técnica seductora que expuse.
Aquí tenés buen material para uno de tus sexy cuentos.
Un saludo, desde mi casa.
¡Qué pena que no acabaran juntos! Pero la vida es así, dejamos pasar oportunidades por no estar seguros de nuestros sentimientos en ese momento y luego toca arrepentirse. Dicen que de los errores también se aprende, pero no creo que se incluya en ellos los de amor.
ResponderEliminarHay sido muy grato leerte.
Besos Arturo.
Teresa:
EliminarCuando no hay madurez, ni deseos de amar, las relaciones entre las parejas son vacías de contenido y los corazones están fríos. El pobre Demetrio sintió que se le quemaba el alma cuando notó que la perdía; ahí se dio cuenta que era amor lo que sentía por ella, más allá del deseo.
Siempre se ha dicho que dos no pelean si uno no quiere, yo la parafraseo: cambiaría el verbo pelear por su opuesto: amar.
Demetrio solo debe comprender una cosa: que tiene la felicidad cerca, muy cerca de él.
Tus comentarios, además de oportunos, son siempre de tono agradable, coinciden con los del resto del grupo que distrae su tiempo en estos textos.
Tal respuesta me hace muy feliz. Ya que no tengo previsto dedicarme a escribir profesionalmente. Ni siquiera editar un libro. Lo que me otorga libertad absoluta para crear.
Te retribuyo el saludo, pero al modo rioplatense: un solo beso en la mejilla, de amigo.
PD.: Una costumbre que los gringos de mi trabajo no terminaban de comprender y me causaba mucha gracia, eran nuestros besos de encuentro y despedida; pues la distancia cómoda entre ellos es mayor que entre los latinos. Aquí, puedo dar y recibir un beso en la mejilla de parte de mi madre, de mi hija, de hermanos, de tíos, de primos, de amigos, o de niños, o también de personas que me son presentadas por ellos. Nunca importa el género en estas expresiones de amistad.
Los únicos que se besan en los labios son los esposos, o las parejas...
Esto sucede cuando no se sabe elegir lo mejor para cada uno .
ResponderEliminarla mayoria de los hombres eligen a la mujer por lo físico y las mujeres eligen por intereses . y así les va.....
el verdadero amor está más allá de todo y eso nunca falla.
ARTURO muy bueno todos tus escritos pero !! por favor!! ...sos una máquina de escribir y no me da el tiempo para leer todo
felicitaciones!
Meryross:
EliminarSi me pongo a pensar que ahora mismo, hay miles de millones de parejas en la Tierra, donde cada una vive su singular situación; y además, cuento todas aquellas parejas de la historia de la humanidad, que también vivieron experiencias propias, mucho me temo que la historia que narré es: o una trivialidad o un caso irrelevante.
Sin embargo, siempre es entretenido, sobre todo a la hora de hallar analogías con casos verdaderos.
Te mando un saludito de cortesía y me voy para tu blog.