Siempre me sorprendo con aquellas cosas más simples,
¿sabes José? Y si no me crees, escucha lo que me pasó:
Ayer por la mañana, al levantarme de la cama y
mientras —como de costumbre— me colocaba las medias, me puse a observar mis
piernas. Nada nuevo por cierto, ya que ni recuerdo desde cuando realizo
automáticamente esta tarea rutinaria. Pero, esta vez fue diferente, me
parecieron iguales a las piernas que tenía mi abuelo.
Richar, mi hermano querido. |
Hasta ese momento no me había dado cuenta como el
paso del tiempo había dejado sus marcas.
Y no creas que es porque me siento un viejo, che.
Todavía tengo mucho para dar y espero poder descubrir muchas cosas más en esta
vida.
Aunque es verdad, José; todos tenemos conciencia de
los cambios que se producen en nosotros. De hecho, los espejos son instrumentos
malévolos que —por su sinceridad— no nos dejan llevar a un engaño narcisista.
Pero nunca se me había ocurrido compararme con mi
abuelo.
Quizás, a él también le haya pasado algún día eso de
darse cuenta de los cambios que ya habían operado en su cuerpo por el
indefectible paso del tiempo, y lo haya relacionado con sus mayores. Es una
posibilidad, aunque no me consta en lo absoluto.
Por supuesto, yo de niño no podía tomar conciencia
acerca de que mi abuelo hubiera sido niño alguna vez, ni joven tampoco, y esto
me sucedía aún a pesar que él siempre mencionaba sus vivencias en esas etapas
de su vida.
Para mí, siempre había sido como yo lo conocí. Y eso
a pesar de las fotografías que algunas veces —muy esporádicas— mi abuela dejaba
ver, donde ambos se veían como dos desconocidos para mí. Unas personas extrañas
que —por cierto— no podía asimilar que fueran ellos: tan jóvenes y tan
antiguos.
Mira José, si bien no estoy muy seguro de ello, creo
que ahí tomé conciencia de que mi edad aumentaba en número, pero también en
cambios físicos... no deseados.
Y pensar que mientras mi infancia pasaba lentamente,
me desesperaba el hecho de llegar a crecer, ¡y cumplir al fin los dieciocho
años!
De ahí en más estuve tan ocupado, que la edad no fue
un tema importante, ¡aún era tan joven! ¿Para qué me iba a preocupar por el
paso del tiempo? Al fin y al cabo tenía mucho de él por delante...
Esos eran los tiempos de preocuparse por otras
cosas: formarse un futuro, ganarse la vida con decencia, constituir una
familia, progresar...
Creo que a todos nos pasa, sin darnos cuenta la vida
se nos escapa, poco a poco.
Por fortuna, un día el futuro deja de preocuparnos
al fin. El presente pasa a ser lo más importante. De hecho, bien dicen que sólo
vivimos en él.
Pero claro, ¿qué vas a entender de esto vos?
Es imposible que sepas lo que yo siento, José. Si
apenas hace un mes que me hiciste abuelo.
Antes que nada; "Felicitaciones abuelo".
ResponderEliminar¿Viste que lindo que es?y en cuanto a los años te diré que yo después de los sesenta recién aprendí a vivir y lo que realmente es amar y ser amado.
Y lo más importante "¡Llegamos!" a esta edad.
Un abrazo me encantó.
Luis:
EliminarTe agradezco el saludo, pero el destinatario de este relato es mi hermano Richar, que ilustra el trabajo a través de una vieja foto suya, tomada hace cuarenta años.
En mi caso, no hay perspectivas sobre tal suceso, aunque tuve -en su momento- que sumar las funciones de padre y de abuelos, cuando Melisa llegó a nuestras vidas, hace dieciocho años.
No obstante, espero poder ver ese día en el que se agrande la familia, para regocijo de todos.
Un gran abrazo, Luis, y disfruta de tu bendición.
Lleno de ternura el relato! Como dice una canción de Calamaro "El tiempo, tremendo invento sabandija..."
ResponderEliminarMe encanta descubrirme en los gestos, las frases y los rasgos físicos de mis nonos y papás. De hecho, creo que la mejor imagen que me ha quedado grabada en mis retinas para siempre son las manos de mi nona a los 96, con la piel como una hoja de calcar surcada por las venitas y manchas. No tiene precio. Saludos van!
Sandra:
EliminarLa comparación con nuestros mayores es una constante de nuestras vidas. En ellas nos vemos reflejados siempre, ya sea para emular sus conductas, como para intentar nuevos caminos, ajenos a los transitados por ellos.
El parecido físico, efecto integrador con cada uno de nuestros familiares, nos da esa sensación de pertenencia, de decir: eso es algo en común entre nosotros, una característica que nos hermana.
Nuestro padre se nos aparece de improviso, muchos años después de su último viaje; lo hace a través de pequeños detalles físicos o de comportamiento (de esto me explayo en "Apariciones",febrero de 2012). Algo igual nos pasará con nuestra madre anciana (de lo que tú has dado testimonio casi involuntario).
Un día, comenzamos a madurar y a recordar a nuestros mayores en edades más avanzadas, de esto trata el relato: la vigencia de uno a través de las nuevas generaciones. Y, además, es un obsequio para un futuro abuelo, mi hermano querido.
Curiosamente, los afectos infantiles se mantienen incólumes, recordaremos a nuestros abuelos con la misma intensidad, inocencia y candidez de aquellos lejanos tiempos.
Un abrazo, Sandra.
¡que razón tienes Arturo en cuanto al paso del tiempo! Que vertiginoso es su vuelo a partir de los treinta, y que lento cuando deseas esa mayoría de edad ansiada, portadora, creemos ilusos, de ilimitadas libertades y privilegios. Luego desde la distancia de los años echamos tanto de menos la infancia..., la protección del hogar paterno,la felicidad de no tener que decidir, la inocencia pura.
ResponderEliminarDesgraciadamente yo no conocí a mis abuelos, aunque he visto fotos de algunos de ellos, ya viejos.
Si claro, al final nos parecemos a nuestros mayores con su carga de defectos y virtudes, quizás suavizados en nosotros los defectos por no caer en ellos nuevamente, y cargamos alegremente con las virtudes.
Bueno, que me enrollo y no acabo. Un gran relato, amigo Arturo, como los anteriores, que comentaré poco a poco. Por cierto, el del tango me ha encantado.
Ángela:
ResponderEliminarTu comentario me ha dado una gran satisfacción.
Más que nada, porque la lectura de este relato te ha llegado al corazón: ha reflotado tus recuerdos tiernos. Y ese sentir es algo muy cercano a la felicidad.
¡Qué más puedo pedirle a un escrito, de discutible técnica y vuelo literario!
Te consta, por mis comentarios, que tus textos son de mi agrado.
De modo que, ¡hasta pronto!
Los abuelos siempre nos dejan unos recuerdos que de momento no los percibes,es cuando pasa el tiempo cuando esos recuerdos le prestas la debida atención, porque estás pasando por los mismos desgastes personales que tú querido abuelo con los años sin complejos mostraba.
ResponderEliminarSaludos
José:
EliminarUn día maravilloso, comprendemos esta herencia. Sabida desde siempre, aunque nunca antes se nos develara en su total magnitud y profundidad.
Ese día dejamos de sentirnos tan solos.
Un gran saludo.
Curiosa sensación cuando descubrimos a nuestros mayores en nuestro reflejo
ResponderEliminarBesos
40añera:
EliminarTal curiosidad, verás que -con el tiempo- reforzará el amor por tus mayores.
Besos.
SABES ARTURO ? ME MIRO EN EL ESPEJO Y DESCUBRO QUE CADA DIA ME PAREZCO MAS A MI ABUELA EN LOS GESTOS , LA MIRADA, Y ACTITUDES..
ResponderEliminarY YO QUE ME CREÍA UNA ADOLESCENTE ETERNA !!!Y LA VIDA SE ME PASÓ VOLANDO... Y DE LO ÚNICO QUE ME ARREPIENTO ES DE LAS COSAS QUE NO HICE....HOY TRATO DE SUPERAR LOS MIEDOS Y VIVO TODO CON INTENSIDAD, ANTES DE QUE LA VIDA ME SORPRENDA
MUY BUENO EL RELATO DE RICHAR,LO DISFRUTÉ!
Meryross:
EliminarEs uno de los síntomas de la madurez.
A diferencia de la inocencia, que una vez perdida no hay manera de hacerla retornar, la madurez logra que apreciemos -cada vez más- los matices de cada una de las maravillas que nos rodean.
El detalle de asemejarnos a los nuestros es solamente una perlita de tan inmenso tesoro...
Quizás haya podido transmitir en el texto la calma y la sabiduría que rodean al orgulloso abuelo.
Aunque me ponga reiterativo, si logré que pases un momento ameno y al terminar de leer inicies a pensar gracias a él, yo tendré un enorme motivo de satisfacción, por ayudar a que ocurriesen tales acciones.
Un afectuoso saludo.
¡Ay Arturo! Si una hora de mi perdida juventud, tiene la misma duración que sesenta minutos de mi madurez , ¿por qué me parece que hoy el tiempo corre más ayer?
ResponderEliminarMe encantó tu entrada. Mi hija me dice: cada vez te pareces más a tu madre... y le contesto la típica frase que decíamos de niños: y a mucha honra. Ojalá la sabiduría de nuestros mayores se nos pegase un poquito antes, seguro que disfrutábamos de la vida de otra manera.
Besos.
Teresa:
EliminarHe leído por allí las más disparatadas historias para tal sensación: desde que un crío por tener un metabolismo más rápido "vive más" en una determinada unidad de tiempo que uno mayor, hasta que procesa más información, habida cuenta de su inexperiencia, lo que le hace parecer al día más largo de lo que es en realidad. Ninguna de entre todas ellas me satisface.
Lo que me parece más probable es una semejanza con nuestra percepción de una película que ya hemos visto; en las proyecciones posteriores tomamos en cuenta pequeños detalles, pasados por alto en las primeras observaciones. En la vida nos podría suceder algo parecido.
Es decir, ignorar las escenas conducentes a la trama y solo apreciar los nuevos diminutos detalles que se escaparon de nuestro interés.
Quizás sea por esa misma razón que los ancianos se cansen enseguida, cuando trajinan ámbitos nuevos, lugares donde los abruman los detalles. Unas vivencias que, curiosamente, adoraban en su juventud.
Acerca de las herencias más valiosas: vale citar las de los dones recibidos de nuestros mayores.
Es responsabilidad nuestra potenciar aquellos aspectos más valiosos y virtuosos, a la vez que combatir los que nos avergüenzan.
Ellos nos dieron todas sus características (aunque varias de ellas se perdieron o fueron reemplazadas por las más fuertes de su parte complementaria), con esos materiales construimos nuestro ser.
La enseñanza inculcada podrá dirigirlas un poco, pero siempre seremos los únicos responsables de su mejor aprovechamiento.
La madurez, siempre se presenta de a poco, con timidez. Es nuestra habilidad el dejarla que se instale dentro nuestro.
Un muy afectuoso saludo, Teresa.
Emotiva entrada!! Descrubrir el parecido con los padres o familiares es hermoso, da identidad. Es doloroso mirar alrededor y descubrir que no se parece a nadie. Eso le paso a una prima que es adoptiva.
ResponderEliminarMarilyn:
EliminarSin dudas que la sensación de soledad que se asocia a la falta de vínculo genético con los parientes, básicamente manifestado en las semejanzas corporales, pone a prueba la templanza de aquel que se cría entre quienes no comparten vínculos de sangre con él.
En cambio, como compensación a esa falta, goza de la certeza de haber sido deseado por sus padres, quienes debieron recorrer un arduo camino para hacerlo su hijo. También puede considerar que ha recibido amor a raudales, una educación superior a la que le hubiera tocado en suerte con su madre biológica; además de no tener que padecer la angustia de saber de antemano la predisposición a sufrir las enfermedades familiares. Eso, por no contar que las parejas que adoptan suelen ser más estables que el resto, lo que le brinda un ambiente de formación más equilibrado.
Fundamental, para el éxito de la empresa, resulta que nunca se le haya ocultado su origen.
Quisiera creer que, por las razones descriptas, tu prima es feliz.
Un afectuoso saludo.
Arturo.." Como mi abuelo "
ResponderEliminarLa verdad te he encontrado vi tu foto en un blog, ni he imaginado encontrar un abuelo orgulloso comentando lo de su abuelo y que profundas letras van cubriendo tu relato.
¡¡¡ felicitaciones abuelito !!!
recibe mis saludos de aqui....son pocos los poetas que he encontrado de nuestro pais....tu eres uno màs y me llena de orgullo tu inmenso corazòn como el que tenemos los argentinos.
Doris:
EliminarLo maravilloso de este ambiente 2.0 es que se pueden hallar gentes impensadas.
Te aseguro que, entre quienes tuve oportunidad de intercambiar algunas pocas ideas y pensamientos, me he sentido muy a gusto.
He conocido gente con inquietudes de todo tipo. No obstante, podemos compartir un espacio de expresión amplio y variado.
Respecto al cuento que motiva estas letras, debo aclarar que es una ficción pura, que bien podría tornarse en realidad cuando Richar, mi hermano menor, sea abuelo, a mediados de octubre próximo.
Me has honrado sobremanera al llamarme poeta, ya que -escasamente- puedo idear alguna sencilla copla, de allí mi gran respeto y admiración para con los poetas verdaderos.
Te envío un saludo de bienvenida y junto a él, mi invitación a que te sientas cómoda cada vez que te asomes por estas páginas. Hasta pronto.