En el transcurso de mi
vida me he topado con varios personajes por demás parcos.
Si intentaba conversar
con ellos obtenía como respuesta unos profundos silencios, aderezados por
alguna gesticulación de interés, aprobatoria a mis argumentaciones, anécdotas o
comentarios de diverso tipo; a veces hasta obtenía de parte de ellos algún murmullo
ininteligible o escuetos monosílabos.
Al finalizar estas
entrevistas, siempre me quedaba la duda acerca de si esas personas habían
comprendido mi mensaje, o si por el contrario eran sordos, o estaban dormidos,
o sus mentes habían estado de viaje por el espacio sideral.
Su conducta resultaba para
mí todo un jeroglífico a desentrañar.
Muchas veces pude
comprobar que esta misma actitud la ponían de manifiesto ante cualquiera otra
persona que los interpelara o se pusiera frente a ellos; por lo que supongo que
su reacción no se trataba de una reacción singular hacia mi persona, sino que era
el resultado de una metodología repetida y propia del personaje.
A este tipo de gente jamás
les he escuchado gastar una broma o contar un chiste.
Tal apariencia neutra y
carente de opinión, les resultaba conveniente a la hora de estar frente a gente
tan importante como chambona, ya que un oyente complaciente de tal magnitud
resultaba ser el auditorio perfecto para las elucubraciones sin sentido y
anécdotas inocuas de esta otra gente. Increíblemente, estos mismos personajes llegaban
a considerar a esos escuchas como inteligentes.
Tal espejismo no
siempre quedaba al descubierto al momento en que deberían demostrar esa sapiencia,
ya que en esos casos, dueños de memorias prodigiosas, repetían alguno de los
tantos discursos escuchados alguna vez de boca de esos mismos interlocutores
locuaces que habían presenciado, plagiaban las opiniones y las conclusiones. Muy
pocas veces quedaba en descubierto que repetían (como lo hace un loro)
argumentos ajenos.
Aunque, debo
confesar que —con malicia— alguna vez argumenté falazmente ante uno de estos
mudos escuchas, al solo efecto de comprobar que haría luego este personaje.
El resultado: a la
primera oportunidad que tuvo, repitió mi mentira, con puntos y comas.
Así nos va.
¿Les preguntaste si leían? Tengo la impresión de que ese tipo de personas -el grueso del rebaño- no leen. Y sí, así nos va. Buen artículo.
ResponderEliminarEntre ellos, hubo algunos que tuve la desdicha de conocer: eran unos verdaderos zotes.
EliminarSus lecturas preferidas son las revistas deportivas o los pasquines sensacionalistas. Completan su instrucción con horas frente a la TV.
Gracias por seguir el blog y por comentar.
Saludos.
Bueno, hay mucha gente sin criterio, personas que llamamos tibias, escuchadores que dan la razón a aquel al que escuchan, luego le darán la razón a otro. Y de sus bocas no suele salir una opinión personal sino el pensamiento de otros. ¿Gente sin cultura?
ResponderEliminar...podría ser.
Leer es muy importante, claro está. Abre mundos de cultura, pero he conocido a mucha gente a la que no le gusta leer, gente inteligente y con criterio.
Hay de todo por el mundo.
A mi me encanta leer, soy y siempre he sido una devoradora de libros. vaya por delante jaja
en fin, Roberto, me gustan mucho tus entradas, van cargadas de pensamientos muy profundos. Un placer. Por cierto te he colocado en mi lista de favoritos.
Resultado de sesudas deducciones de parte mía, indican que muchos de ellos son oportunistas, pícaros que encontraron el modo de pasarla bien.
EliminarUn error en que caí desde el principio de mi vida fue el de catalogar a las gentes por sus rendimientos: no necesariamente estos parámetros dejan ver su inteligencia. hay un teorema por ahí (no recuerdo el nombre con el que se lo designa) que -si hago libre asociación- dice, más o menos así: "toda persona muestra una inteligencia acorde a su conveniencia". Lo que bien querría decir: me hago el tonto para pasarla bien.
En lo personal, si bien no desprecio absolutamente a nadie, prefiero la compañía de gente culta (y preferiblemente humilde).
Muchas gracias por tus bellas palabras, que llegan a mi corazón.
te he dejado un comentario y no lo veo.
ResponderEliminarQuisiera creer que no se perdió, que es el que precede a éste...
EliminarMUy buena entrada, siempre me ha llamado la atencion este tipo de personas, que no sienten ni padecen, abúlicas. Podria ser una buena careta, pero en realidad creo que son sufridas. Por lo mismo que carecen de pasión no pueden expresar una opinión propia y energica.
ResponderEliminarTambién es la comodidad de no tomar decisiones: alguien argumenta por vos, analiza por vos, decide por vos.
ResponderEliminarIncreíblemente, he escuchado decir (más de una vez) sobre ellos: ¡Qué buen tipo es Fulano! Y el susodicho, cual hoja al viento, navega por la vida de lo más orondo.
Sospecho que, quizás, sea más pragmático que cualquiera de nosotros.
Gracias mil por tu comentario, Marilyn.
La imagen que ilustra el post, dice: Arturo no miente.
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