Es notable poder observar cuánto difiere el comportamiento de las personas.
Cada uno demuestra a
las claras el estadio evolutivo de su personalidad, desde aquellas actitudes
infantiles mal disimuladas que persisten más allá de lo aconsejable, a la
impostura de actuar como si los años no hubiesen pasado.
Jóvenes que emplean un
modo seductor para hablar y moverse,
como si la persona que estuviese delante de ellos estuviese interesada en algún
tipo de juego de seducción; la utilización de un humor simple y directo, típico
de jóvenes adolescentes, en boca de cuarentones o quizás mayores aún, son
espectáculos cotidianos, que, con un poco de observación, cualquiera podrá comprobar
a diario.
Es así que abundan las
muchachas que otean a su alrededor en busca del reflejo de su imagen en algún
espejo o vidrio apropiado, en franca actitud narcisista, mientras hablan con
grandilocuencia sobre temas nimios. Con esa conducta ponen de manifiesto su
inseguridad. También pululan gentes de todo tipo y color que elevan el tono de
su voz para efectuar comentarios sobre hechos insignificantes, a sólo título de
hacerse notar.
En fin, pueblan nuestro
alrededor un número infinito de personajes raros, cada uno con su manía… y su
actuación correspondiente.
Irrita sobremanera
presenciar como gente grande actúa como un cándido, en un intento vano de mostrar
una inocencia que ya no le es propia.
Nada peor para la buena
comunicación entre las personas que encontrarse con alguien que transita un
nivel de madurez más avanzado que el de uno. Nos tornaremos pesados y
predecibles en grado sumo: aburriremos al interlocutor.
Lo mismo sucederá
cuando quien intenta comunicarse tiene frente a sí a alguien que está muy por
debajo de su nivel de conciencia y experiencia: no logrará hacerse entender en
lo más mínimo; el resultado en esta ocasión será que el receptor del mensaje
terminará aburrido, igual que en la otra situación.
Aunque en algunas
oportunidades, la persona más experta simulará poseer un nivel inferior, para intentar
hacerse entender por el otro.
En aquellos casos en
que una persona burda trata de parecer lo que no es y simula conocer lo que no
conoce en verdad, se dan situaciones incómodas: el conocedor no sabe si poner
en evidencia la farsa o reírse en silencio, y dar lugar a una situación de burla
irónica hacia el pobre impostor.
y Sí, Arturo, todos somos ignorantes en más de un tema así como habrá otros en que puedo dar vuelta como una media a mi interlocutor pero prefiero reservarme por eso de la incomodidad que mencionás. Quizás la clave esté en no mostrarse como lo que no se es. A mí me secan bastante los adulto que saludan con "holis", "chauchis" "besitooooo" naah ya estamos grandes. Saludos van!
ResponderEliminarP.D./ No me aparecen tus actualizaciones en el blog roll pero te sigo. Habrá algo que no estoy haciendo y por eso no me apareces. Ser´eso de Feed RSS? Desasname. Gracias!
Difícil tema el de la comunicación entre las personas. Muchas veces ponemos la cara a triviales anécdotas o a razonamientos absurdos, llenos de prejuicios, sin tener el más mínimo interés en esos temas. Por ahí tengo guardados unas línea sobre la cuestión de los desubicados, entre los que no faltamos -tristemente- nosotros mismos.
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