domingo, 9 de septiembre de 2012

Pensiones


El cine argentino clásico, solía mostrar a las pensiones como un lugar familiar y hasta alegre, donde los protagonistas de la historia disfrutaban de la compañía mutua y de alguna severidad de la casera.
Basta solo asomar un poco las narices a la realidad y veremos que las historias que le suceden a los habitantes de tales lugares son bien diferentes.
Tanto peor se les torna la vida cuando, con el paso del tiempo, la esperanza y las posibilidades de salir de ese lugar se disipan y sólo les queda la resignación.
Tomé conocimiento de esa realidad aquella vez en que pasé a visitar a un compañero de trabajo, en la pensión donde vivía, fui entonces a charlar y a tomar algunos mates.
Con un mal actuado orgullo —y quizás como para ocultar su pobreza— luego de enseñarme las escasas comodidades del cuarto, entre mate y mate, me mostró sus tesoros. Así pude apreciar fotografías suyas de tiempos mejores. En ellas se mostraba muy joven y practicante del físico culturismo. En esas tomas de estudio, en verdad parecía otra persona: primero porque tendría como quince años menos y luego, porque su cuerpo, trabajado en gimnasio, mostraba muchísimos kilogramos menos. Me contaba que en su juventud había participado en concursos, donde los participantes debían posar de acuerdo a ciertas rutinas prefijadas en la presentación.
También me contó que, por esa época, había sido profesor de gimnasia; pero, como era muy tímido, no se había animado a conquistar a ninguna de las chicas que tomaban clases con él, aunque se diera cuenta que ellas estaban bien predispuestas para una relación. Su confesa timidez me llenó de piadosa compasión.
Sobre una de las paredes del cuarto tenía colgado un cuadro con un diploma de fantasía. Me contó que lo había obtenido en una academia que enseñaba mecánica automotriz —o algo por el estilo— lo que demostraba que se había esmerado por superarse.
También me mostró un retrato enmarcado del que había sido su padre, muerto años atrás —me dijo— por un maldito cáncer. Ese hombre había sido miembro de la policía, allá en Mendoza, donde ellos vivían.
Con el tiempo me di cuenta del problema que lo aquejaba: la admiración y respeto por un padre con mucha autoridad, que había actuado como barrera para el desarrollo de la personalidad del hijo.
Ese día pude conocer su personalidad triste, oculta tras una imagen de bonachón sonriente.
También supe lo feo que podía ser el vivir solo.
En otra oportunidad, fuimos con mi esposa a visitar a un hermano suyo, que había venido a trabajar a Buenos Aires y que pernoctaba en un hotel de mala muerte, situado en la zona de Once.
Él nos contaba que compartía la pieza con otro muchacho muy bueno. Entonces, pudimos observar el padecimiento de un anciano, al que habían desalojado de ese hospedaje, pues parecía que adeudaba demasiado por el alojamiento.
Ahí estaba ese pobre viejo, con sus magras pertenencias sobre la vereda, mal acomodadas en unas pocas cajas de cartón, sin saber a dónde ir, ni qué hacer. Se tomaba la cabeza con una mano y miraba hacia ambos lados de la acera, trataba -quizás- de encontrar alguna explicación a ese momento, o una solución, sin poder hallar ninguna de ellas.
Para empeorar su mal momento, en la misma vereda estaba un par de muchachos —otros desdichados huéspedes en ese triste lugar—, que se burlaban del viejo y de su situación, como si esa situación pudiera ser catalogada como graciosa. Le decían al pobre viejo —en una actitud socarrona— que se tomara un taxi y que llevara sus pertenencias a otro lugar; a lo que el pobre hombre les replicaba a los gritos, desesperadamente, que no tenía dinero ni para pagar el taxi, mucho menos lo habría de tener para pagar el alojamiento en otro hotel o pensionado.
Obviamente, nadie disponía de algún dinero de sobra, para ayudarle a solucionar la situación.
Mientras todo esto sucedía a unos metros de donde estábamos nosotros, junto con mi mujer escuchábamos a mi cuñado: nos contaba sus propias míseras y tristes vivencias.
Interesados en la situación de él, nos alejamos los tres de ahí, sin saber nunca como terminó el drama del anciano en aquella tarde.
Ese día supe algo más sobre las penurias que pasan los pensionistas y pude advertir el tipo de maldad de algunos eventuales compañeros en desgracia.
Y valoré, más que nunca antes, el tener un hogar.
    

28 comentarios:

  1. Que triste es comprobar como las penas y miserias son iguales a ambos lados del charco.

    Me gustó tu forma de contarlo, sin dramatismo, sin adornos, por que la realidad cuando es tan fea no precisa hipérboles.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pilar:
      Gracias por tu comentario. Yo sé de tu preocupación por la justicia y de tu indignación ante las carencias de la gente.
      Hay veces que la casa de pensión es la única solución para un inmigrante, sea extranjero, o del interior del país.
      Salir de esa situación, mucho tendrá que ver con la suerte y el esfuerzo de la persona involucrada.
      Un gran abrazo.

      Eliminar
  2. Querido Arturo,
    hoy nos pusiste sobre ascuas con este tema que ni el corazón más misericordioso puede dar solución. Es tan triste lo que cuentas y sé que hay tantos y el panorama muestra que aumentarán. Duele ver que hay tantos que viven en la pobreza y por debajo de lo que mínimamente necesitan.
    Un buen relato Arturo aunque deja un sabor a impotencia.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Genessis:
      Es cierto, en esas casas de pensión suelen ir a parar aquellos que menos tienen.
      Por lo general, son lugares medianamente dignos, pues hay cierta seriedad en el trato y respeto hacia el pensionista. Y si bien no proveen un lugar muy confortable, son infintamente mejores que vivir en uno de los enclaves: los barrios tomados, o las villas miseria; lugares donde se ha afincado el tráfico de drogas y la violencia.
      Un gran abrazo.

      Eliminar
  3. Amigo Arturo, en España se es pensionista cuando se recibe un dinero de la Seguridad Social por estar jubilado o padecer alguna enfermedad que te impida trabajar. La dotación de esa pensión depende de varios factores que ahora no vienen al caso.
    Claro que pensión también es un lugar donde hospedarse más económico que un hotel previo pago del precio de la habitación correspondiente.

    De lo que no hay duda, tanto aquí como ahí, es que estar hospedado en una pensión es síntoma de no pasar por un buen momento o por estar fuera de casa por un motivo suficientemente necesario.

    ¡Cuántas historias hay tras las paredes de cualquier pensión!

    Amigo Arturo, tus anécdotas y reflexiones siempre nos hacen pensar y volver a la realidad del mundo que vivimos.

    Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado Mos:
      Con relación a la semántica del término, aquí se le llama pensionada a la viuda de un jubilado, que pasa a cobrar una pensión en lugar de la jubilación que le correspondería al marido, mientras vivía. Para el caso del hombre, es lo mismo, siempre y cuando la mujer fuera una jubilada.
      Pensionista, en cambio, es aquella persona que vive en una casa de pensión, que es la escala más baja dentro del hospedaje; aunque no necesariamente la peor.
      Los que reciben dinero de la Seguridad Social se los conoce como beneficiarios. Los hay de variados tipos de subsidios, es decir, ajenos al sistema jubilatorio clásico, a saber: pensión a la vejez, planes sociales (varios), becas de estudios, por discapacidad, etcétera.
      Hace años atrás, cuando debíamos ir, por cuestiones de trabajo, a diferentes localidades del interior, lo único que había eran pensiones de pueblo; de modo que pernoctábamos o pasábamos algunos pocos días en ellas. Generalmente, allí todos éramos gente de paso.
      La denominación precisa entre pensión, hotel familiar u hospedaje nunca estuvo muy claro.
      En uno de esos alojamientos, en Rosario de la Frontera, Provincia de Salta, solíamos pernoctar por dos noches consecutivas, con un compañero de tareas.
      Vimos allí a una señorita rubia y joven, un tanto gordita, que barría los pisos y parecía ayudar con la atención a los pasajeros, intuimos que era la mujer del dueño. A la tarde del segundo día, mi compañero se había enterado de la situación: ella había llegado desde Tucumán, junto a un viajante de comercio, que dejó el lugar para ir a cobrar un dinero y hacer unas ventas en la vecina ciudad de Metán. Ya había pasado una semana de ello, mucho más que los dos días que había anticipado le llevarían los trámites. Dejó a la gordita de clavo, que además de dormir allí, comía en el restorán del dueño. Increíble.
      Nunca sabré si el dueño cobró ese servicio, ya sea en efectivo... o en especies.
      Un gran abrazo.

      Eliminar
  4. Cierto querido amigo. Un hogar es el único sitio donde las desgracias, nunca llegan a ser demoledoras.
    Siempre hay alguien que te acompaña, alguien que te ayuda a sobrellevar la pena ó te aporta alguna ayuda económica en los malos momentos. Todo eso es un hogar.
    Besazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Dolega:
      De eso, ni pensarlo, no hay mejor lugar.
      El problema surge cuando tu hogar está localizado en un lugar sin posibilidades de desarrollo personal; es entonces que te hallas obligado a emigrar.
      Por lo general, todos van a una gran ciudad, donde todo es caro, en especial el alojamiento.
      Por ello, para cuidar el poco dinero con el que se llega, es necesario buscar un hospedaje muy económico, al menos hasta emplearse en algún conchabo que asegure un ingreso mínimo, como para pagar un lugar de residencia mejor.
      Muchos han tomado el bus de rotorno, con las orejas gachas y el rabo entre las patas.
      Besos.

      Eliminar
  5. Amigo, tu última frase lo resume todo. Tus cosas, tus costumbres, tus afectos y la compañía de tus seres queridos, son incomparables.
    Un abrazo amigo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado Luis:
      Estoy seguro de que en aquellos casos donde una persona debe dejar su hogar, armónico y feliz, por una pensión, el cambio debería ser terrible.
      Muy diferente sería el caso de aquellos otros, que terminan en una pensión como consecuencia de hogares desarticulados, que los expulsaron.
      Por supuesto, cada lector imaginará el punto de origen de acuerdo a sus vivencias personales.
      No obstante, siempre será triste el desarraigo.
      Un gran abrazo mi amigo.

      Eliminar
  6. En este país que es España que puede ser tan tuyo como mio,le decimos jubilado a la persona que por la edad deja de trabajar, pasando a ser un jubilado con una pensión de la SS por haber trabajado y cotizado los correspondientes años.

    Referente a las pensiones han sido y aun son unos negocios con un simpático carisma,ya que los huéspedes se conocen casi todos, y es norma contarse las alegrías o vicisitudes por la que estén pasando.

    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. José:
      En la Argentina la cuestión de las jubilaciones es cosa seria.
      Yo aporto un once por ciento de mis ingresos brutos en concepto de aporte a las cajas de jubilación. Esto me daría el derecho a jubilarme a los sesenta y cinco años de edad y recibir mi jubilación mensual.
      Pero, cualquier Juan de los Palotes, también se podría jubilar (con la jubilación mínima) sin haber aportado nunca un peso. La diferencia es que a él le descontarán parte de su deuda, en aportes no efectuados, mientras cobra su jubilación.
      Esto ha sucedido con dos millones de personas -sobre un total de ocho- al día de hoy. Toda la jubilación es estatal, cuando antes era mixta (privada o estatal). El estado se apropió de la renta depositada en tales cajas privadas y hace uso de ese dinero discrecionalmente; es decir, para cuestiones no referidas a los ancianos, como ser: transmisiones de todos los partidos de futbol, o carreras de automóviles, entre otros disparates (en tales transmisiones monopolizan la propaganda con spots mendaces del Gobierno).
      Hay cincuenta mil jubilados que ganaron juicios por mal pago de sus beneficios y el Gobierno no les paga lo adeudado, pese al fallo que lo obliga, de la Corte Suprema de Justicia.
      El ochenta por ciento de los beneficiarios cobra la jubilación mínima (es decir menos de doscientos euros), pues los montos no se actualizaron por diez años; mientras que la inflación argentina fue (y es) una de las mayores del planeta (ahora se actualizan semestralmente con un índice que es la mitad de la inflación real).
      El costo de vida en España es similar al de la Argentina. Estoy en un país con un gobierno que odia a los ancianos.
      En pocas palabras: una estafa del gobierno peronista, como es su costumbre.
      Hasta donde tengo conocimiento, una de las primas de mi padre, de nombre Mariflor, posee un geriátrico, o casa de pensionado para ancianos, en Oviedo.
      La conocí cuando vino a mi país. Es una asturiana muy trabajadora y simpática, que cambió su profesión de modista por esta que refiero, con un beneficio económico, por supuesto; espero que no deba volver a lo de antes...
      Saludos muy cordiales.

      Eliminar
  7. La pobreza y la miseria además de triste, es dolorosa. Verlo nos aflige y nos conmueve, y si malo es vivir en una pensión, el no tener un techo donde cobijarse, debe ser horrible.

    El suegro de mi hermana, tuvo una durante los años de la postguerra. Cuenta que era muy difícil llegar a final de mes y que incluso mucho de las personas vivían de fiado. Vamos igual que ahora.

    Un beso Arturo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Teresa:
      Lo menos que se espera de una sociedad, es que nos dé a cada habitante, o ciudadano, las condiciones mínimas para nuestro desarrollo personal.
      Acerca de la España de postguerra, tengo relatos sobre lo que pasaba, incluso hasta la década del cincuenta, en que si no eras oficialista, no conseguías insumos para tu empresa o negocio y debías comprarlos en el mercado negro, con una enorme pérdida en la rentabilidad; también conozco sobre las libretas de asistencia, donde te controlaban la asistencia regular a misa. Increíble: obligado a creer...
      Al menos hoy, la gente tiene derecho a creerle a quien quiera, incluso a cualquier chanta que escriba un libro de orientalismo, "new age", o autoayuda (si les hace bien, vale)...
      Aunque es un tema que merece una opinión más elaborada, pienso que nuestro bienestar es el resultado de una serie de factores disímiles, que cuando se combinan de un determinado modo, nos ofrecen grandes posibilidades de alcanzar un bienestar. Mucha gente está convencida de que su buen pasar es un derecho divino, o cosa por el estilo; son estos últimos los que no llegarán a comprender su realidad cuando las cosas no les vayan bien...
      Desgraciadamente, todo indica la persistencia de una caída en las condiciones generales de vida en Occidente. El problema es macroeconómico, aunque la gente se distraiga en detalles nimios.
      Un beso.

      Eliminar
  8. Me gustó mucho esta entrada, llena de vivencias. Es triste pensar como la pasan mcuhas personas que por diversas razones tienen que vivir en una pensión. Cuando se vive fuera del hogar se carece de afecto y de ese sentmeinto de pertenecer que hace la vida tan llevadera.

    un abraXo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Marilyn:
      Es el problema del desarraigo, que se hace presente en cada persona que deba hallarse fuera de su ámbito.
      En cualquier pensión podremos hallar de todo, desde aquellos que solo hacen noche, o se alojan allí para un fin determinado -como el caso de un estudiante o un inmigrante, mientras busca un lugar individual para alquilar-, hasta otros más sórdidos, encarnados en esa otra gente, la que ya no dispone de guía en su vida. Son aquellos que ya eran personas solas, antes de ingresar a la pensión: aventureros fracasados de todo tipo, prostitutas, huídos o expulsados de su familia y un largo etcétera.
      Un gran abrazo.

      Eliminar
  9. Amigo, Arturo:

    Has tocado un tema que está a la orden del día, y es que son muchos los hogares que se vive de la pensión de los padres jubilados, más ahora en España, en tiempos de crisis, donde hay tantos millones de parados y que con una simple pensión de seiscientos o setecientos euros tienen que salir adelante varios miembros que componen la familia, y es que lo que no veo bien es que estés toda la vida cotizando para luego cobrar una mísera pensión -si es que la cobras- y que cuando se muere uno de los cónyuges, encima te quitan un tanto por ciento cuando los gastos de una casa son iguales: luz, calefacción, agua...

    Un placer estar en tu blog donde tocas temas de la vida cotidiana.

    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. María:
      Si bien el tema de la entrada se refería a otra acepción del término, a través de los variados comentarios, se ha hablado de ambos significados. Lo curioso del caso es que ambos remiten a la pobreza; cuando al menos uno, el de la jubilación de un trabajador retirado, no debería tener que ver con ello.
      En mis elucubraciones mentales, en búsqueda de las razones de la degradación social actual, he notado que todo se relaciona con la calidad del empleo.
      Digamos que hace cincuenta años, todavía la mano de obra poseía un valor intrínseco, lo que lograba que recibiera una porción mayor en el reparto de la riqueza. Con la automatización y la sobrepoblación, el individuo perdió peso específico en la matriz productiva; ahora su lugar lo ocupan las máquinas automáticas. Es así que, donde había cinco administrativos y algunos cadetes, ahora no queda nadie; pues los especialistas se mueven por mail, o a través de herramientas informáticas. Las maquinarias que necesitaban un operador que las manejase, ya tienen su PLC (controlador lógico programable) que lo hace mejor y más rápido.
      Sin contar la infinidad de mano de obra perdida, a causa de la relocalización en el extranjero de las fábricas, hoy se necesita muy poca gente para producir mucho más que entonces. Las tiendas y almacenes han reducido el número de personal, pues se factura con láser y códigos de barras y -además- casi no se vende nada fraccionado a mano.
      Las únicas actividades que sobreviven se refieren a servicios: comida, taxímetros, dictado de clases privadas, etcétera.
      Ante este panorama, padres y abuelos se encargan de mantener a su prole, la que no tiene posibilidades de subsistir por medios propios y que -frustrada- a veces, se da a los vicios. ¿Qué les pasará en veinte años, o treinta?
      Acaso, ¿alguien plantea estas cuestiones?
      Todo parece indicar que el negocio de poner casas de pensiones será floreciente...
      Un beso.

      Eliminar
  10. uh me hiciste acordar de algo muy personal. Cuando mi viejo llegó de Italia, vivió un corto tiempo en Bahía y después se vino solo a trabajar a Bs. As. como sastre, su oficio. Entonces vivía en una pensión en Corrientes y Paraná a metros del Café La Paz. Ahí estaba en su salsa con la bohemia y tuvo el gusto de conversar con Joaquín Lavado... Mirá si lo habrá marcado que cada vez que nos llevaba al San Martín a ver una obra (bastante seguido) señalaba una ventanita despintada y nos decía a mi hermana y a mí: "Ahí viví yo hasta que conocí a mamá y nos casamos."
    Vivía, como decís muy bien, con lo indispensable y por eso nos enseñó el valor de tener nuestra propia casa. Aprendizajes...
    Me emocionó este post una vez más. Gracias maestro. Saludos van!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sandra:
      Entre los tantos lugares por donde anduvimos, por cuestiones de trabajo, se cuenta Bahía Blanca. Ya pasó mucho tiempo, aquello fue en 1987. Era una bella ciudad, por entonces, hoy no sé cómo estará.
      A media cuadra de donde se hospedó tu padre estaba una oficina de Gas del Estado (Paraná 425, creo); allí fui a recibir instrucciones, antes de ser destinado a la ciudad bahiense. Pareciera que nuestro país es pequeño, como un pañuelo...
      Sobre Joaquín Lavado (Quino) he leído acerca de sus simpatías por la causa libertaria; si mal no recuerdo, el dato lo daba Carlos Penelas, uno de los mejores poetas argentinos contemporáneos (en mi blog está el acceso a su página). Si uno observa la obra genial de Quino verá que es lógico suponer tal alineación a esa corriente de pensamiento.
      Por supuesto, tu padre solo estuvo de paso por esa pensión, ya que tenía planes mejores para su vida. Cuando uno observa la serie de casualidades que se dieron para que se hayan dado las condiciones que nos han hecho nacer, siente un vacío inmenso en el estómago.
      Un gran abrazo, Seño.

      Eliminar
  11. Primero, antes de nada, te pido perdón por mi ausencia, ocasionada por un concurso de relatos al que me presento. Seguro que pensaste que soy una mujer infiel (es broma). En fin, nunca he tenido que alojarme en una pensión, siempre han sido hoteles y por motivos de ocio (vacaciones, jornadas literarias etc)
    Me parecen lugares de paso, adecentados, casi limpios, adornados con materiales sobrantes e impersonales. Triste debe ser tener que vivir en un lugar así, porque sólo puede deberse a una mala situación. Lo que más me gusta de tus relatos es que intuyo que no te pierdes nada de la vida, todo merece ser observado, todo tiene un valor por insignificante que parezca, cualquier dolor lo haces tuyo y lo inmortalizas con tus palabras.
    Si Arturo, la gente sufre, hay mucha soledad, mucho dolor en el mundo y tú, mi sensible amigo, sabes narrarlo a la perfección.
    mil besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ángela:
      Mientras esperes los resultados del concurso en el que participas, quiero que sepas que estaré deseoso de que tu obra sea reconocida y elegida. Si en lugar de un escrito se premiara a un alma buena, tú seguro ganarías el primer premio.
      Tus textos son un sentimiento hecho letra, donde el amor y la pasión recorren extraños caminos. Y lo hacen con una notable elegancia.
      Lo que mencionas sobre las casas de pensionado es muy cierto; hay de todo. desde aquellos lugares sórdidos y míseros, hasta otros donde los propietarios (casi siempre hay una mujer involucrada) se esmeran en dar comodidades, higiene y buen trato. Me baso en ciertos hospedajes del interior del país, donde pernocté, o pasé algunos días mientras trabajaba en la zona.
      Respecto a sufrimiento y dolor, no creo que tengas ni siquiera una vaga idea de lo que he podido presenciar. Al final, aprendes a soportarlo, para que no te destruya. Mi límite fue ver a unos niños pequeños en diálisis, en un lugar donde -además- había una cuna...
      Es por ello que celebro la belleza de la vida y del amor; en especial, la cercanía de aquellos inocentes afortunados que me rodean, llenos de su envidiable candidez.
      Unos besos metralleta.

      Eliminar
  12. Arturo..." Pensiones "

    Da pena lo que cuentas....aquì en Rosario hay un lugar de alojamiento para personas indigentes, los albergan de noche y le dan de cenar...a la mañana el desayuno. Durante el dìa salen a buscar algo para mejorar su situaciòn.
    Los ex combatientes de Malvinas Argentina ayudan mucho a esta gente

    ¡¡ triste relato !!!

    un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Doris Dolly:
      Cuando una sociedad llega a extremos como el que citás, es porque ha fallado rotundamente como tal.
      Cualquier organización social debería brindar las posibilidades de ganarse el sustento, tener una vivienda digna (propia o alquilada) y gozar del aprendizaje y del cuidado de su salud. Al menos esto.
      Una persona puede tener la mala fortuna, o la falta de capacidad para desarrollarse con plenitud, es un derecho también. En esos casos se justificaría la ayuda.
      Pero, hoy tenemos a infinidad de gente útil, con deseos de trabajar y arreglarse por sus propios medios, en situación de desamparo; se la ve impelida a las prácticas del "cirujeo" (al que ahora le llaman con eufemismos) o a la mendicidad (sea privada, o estatal).
      Lo que indigna es que quienes tienen responsabilidades directas para revertir esta situación, se dediquen a acumular poder y dinero. Loable es, entonces, la acción de los voluntarios -en el caso que comentás, los chicos ex combatientes de Malvinas- que dedican su tiempo y esfuerzo en la contención de los más pobres.
      Para esta gente, acceder a una pieza en una pensión familiar, significaría un enorme progreso...
      Besos.

      Eliminar
  13. Hola Arturo, que triste es lo que nos cuentas, tanto lo de tu amigo como lo de tu cuñado, y triste debe ser el verse obligado a vivir en una pensión que quieras o no nunca es tu casa y cada uno es de su padre y de su madre, cada uno va a la suya y los demás que se apañen, pero mas triste es verse en la calle por no tener conque pagar una triste pensión por muy barata que sea, cuando vamos por la calle y los ves en los bancos de los parques o jardines siempre te preguntas que le habrá pasado para llegar a esos extremos, pero te ves impotente de hacer nada ya que a los demás nos viene bien justo pasar el mes, como tu dices debemos valorar y mucho el tener una casa o techo donde cobijarnos.
    Aunque te digo una cosa, hay mucha gente de esta que esta en la calle, les ofrecen estar por las noches en albergues y así estar protegidos de todo y no quieren, no quieren regirse por normas, quieren seguir a la suya, en fin que es muy triste ver esas cosas y mas a personas con las que hemos convivido y hemos tenido cerca, no me gustaría verme así, aunque con los tiempos que corren nunca se sabe:)

    Besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Piruja:
      De mi amigo, el que trabajaba en la fábrica de heladeras y equipos de aire acondicionado, no tuve más noticias, desde que dejé ese trabajo (julio de 1977), por su parte, mi cuñado se separó de la mujer con tres hijos y rearmó su vida con una chica de su pueblo, con quien ha tenido una beba hermosa hace pocos meses. Hoy posee un negocio de rubros múltiples, que le asegura un pasar aceptable.
      Respecto a esa gente que se da al abandono, la explicación podría ser tan diversa como cada caso en particular. La depresión y la resignación se hacen sentir en quienes no hallan los medios para salir del fracaso. La enfermedad tiene sus víctimas entre muchos de ellos.
      Lo más difícil para una persona es ponerse en el lugar de otra y en estos casos extremos es imposible, puedo argüir.
      Besos.

      Eliminar
  14. Perdón por el comienzo autorreferencial, pero mi segundo libro se llamó 'Habitación Disponible' e intentó ser una especie de homenaje, tal vez negativo, a los hoteles familiares, a las pensiones.
    Hay una diferencia enorme entre lo que fueron los hoteles en en siglo pasado y en la actualidad, hoy vivir en un cuarto de hotel es más que deprimente, muestra uno de los escalones más bajos a los que se puede caer. No hago un juicio de valor de esa gente, por supuesto, es una cuestión social que me produce una gran tristeza y desesperanza.
    Como bien decís sobre el final, qué gran valor es tener un hogar.
    Un fuerte abrazo.
    HD

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Humberto:
      Nos ha tocado en suerte vivir en una época de esplendor. Pero, a la vez, un tiempo que cambia para peor, por desgracia.
      Pese a la disponibilidad de documentación variada, que muestra las diferentes condiciones de vida a través del tiempo, todos nos enfocamos en analizar las situaciones actuales de acuerdo a lo cotidiano que nos tocó en suerte vivir.
      Siempre insisto en que aquellos tiempos, donde la mano de obra tenía un gran valor económico, han terminado. Como lógica consecuencia, el trabajo escasea y aquel poco que existe, que da cierta perspectiva de bienestar, está asociado a actividades de alta especialización. Lo demás, está devaluado, por las simples cuestiones de la oferta y la demanda.
      En tal escenario, los bienes a los que se tiene acceso (incluida la comida) han perdido valor y calidad. El alojamiento se torna, entonces, en algo prohibitivo.
      Además, la pérdida de poder adquisitivo en gran parte de la sociedad, modificó la calidad de todo aquello a lo que se puede tener acceso, la vivienda es una más entre ellos.
      Hoy, la pretensión de una vida confortable y de alto nivel escapa a las posibilidades físicas del planeta.
      Un gran abrazo.

      Eliminar

Me interesa conocer tu opinión respecto a lo que has leído: