Poncho salteño |
Hombre de una sola palabra
era el Atanasio Zelaya. Mejor dicho, hombre tozudo como ninguno.
Se le reconocía por su
firme posición cada vez que emitía una opinión. No hablaba mucho, no se vaya
uno a creer; pero, cuando abría la boca, pontificaba.
Y no había hombre alguno que le pudiera hacer revisar sus afirmaciones.
Solía parar en el boliche
del vasco Etchezarreta, en cercanías del pago de Capilla del Señor, sobre el
Camino Real, al Norte. Allí tomaba su copita de giñiebra cada tarde, como a eso
de la oración, acodado en un rincón del mostrador. Y lo hacía en un estricto
silencio, siempre.
Si alguien templaba la
guitarra y cantaba una milonga, o un estilo, quizás lo mirase una sola vez, de
reojo. Luego, seguía inmerso en su mutismo. Si -por un casual- llegaba a abrir la boca,
para decir que el cantor era bueno, nadie perdía el tiempo en contradecirlo, ni
aunque el cantor susodicho desafinara, le errara a las notas en la guitarra,
cortara una cuerda y su rima fuese horrenda.
Era un tape grandote, de
bigote escaso y crenchas renegridas y duras, como de cepillo de cerdas. Sabía
ser muy ágil para las tareas del campo, en especial para pialar al ganado. Le
gustaba eso de salir a cazar avestruces, campo afuera. Tenía una suerte increíble
en eso de no pisar vizcacheras.
Cuando elegía un novillo
para su faena, lo perseguía hasta lograr su cometido; no le importaba si en el rodeo había
otros más fáciles de enlazar y de pialar. Él nunca vacilaba.
Mate lavado |
Y seguía con su tarea como
si nada. Otras veces, desperdiciaba yerba, casi sin uso, porque la suponía
desabrida, o polvorienta.
Tenía un perro, al que los
demás paisanos le decían El Sordo, pues jamás recibía orden alguna por
intermedio de otra forma que no fuese una mirada, o un gesto. Ni siquiera le
silbaba. Ese animalito de Dios era un adivino, o como decían los más
supersticiosos, al ver el pelaje negro, era el mismísimo Mandinga disfrazado de perro. Era
mordedor.
Se contaba que había
peleado con un indio, cuando era joven y pendenciero. Le pegó un planazo al
otro, por el solo hecho de haber sido contradicho en una cuestión nimia. El
tema fue el Lucero del Alba: Atanasio le llamaba así y el indio lo denominaba
en su propia lengua; eso fue suficiente motivo para la porfía.
En esas épocas se ataviaba
con chiripá y botas de cuero de potro, vestimenta que le obligó el patroncito,
don Braulio Bustos, a cambiar por bombachas batarazas y alpargatas.
Ahora, ya maduro, los ignoraba
a casi todos.
Atanasio Zelaya tenía un
caballo, un tordillo, al que le dispensaba sus mejores cuidados. Era su
posesión mejor cuidada. Jamás le forzaba: le llevaba al paso cansino a donde
fuera que tuviera que ir. Sin embargo, al vadear un curso de agua, le encaraba
derecho, sin buscar el mejor lugar. Él no se desviaba.
En los bailes del pueblo,
se empecinaba en sacar a bailar a una mocita determinada y si no le aceptaba el
convite, no había manera de hacerlo desistir de su idea. Ha pasado noches en el
calabozo por tal razón y todo ello, sin haber tomado ni una copita.
El tape Zelaya gustaba de
comer duraznos. Si estaban aun muy verdes, no escuchaba consejo alguno y los
engullía cual manjar exquisito. Se lo ha visto verde como la yerba, por los
efectos de esos duraznos y sin embargo, se la aguantaba. Ni una queja, el
hombre...
También solía romper
nueces pequeñas, las de cáscara dura, a los manotazos contra una mesa, les daba con la palma de la
mano, a lo bestia. Al otro día, los paisanos cuchicheaban entre ellos, sobre la
torpeza que exhibía la mano derecha del Atanasio. Él mudo.
Al final, esa tozudez fue
su perdición.
Aquella tarde debía ir
hasta la acequia que estaba detrás del potrero donde pacía el toro. Él no
caminó pegado al alambrado, como hacían todos, cortó en diagonal por el medio
del campo. Llevaba su poncho salteño.
Y es leyenda que nadie,
nunca jamás, le hizo cambiar su rumbo.
¡Que bonito relato!
ResponderEliminarAdemás me he empapado de localismos argentinos que no conocía.
Me ha encantado, Arturo.
La tozudez es mala compañía para según que casos :D
Dolega:
EliminarEn un cuento campero debe haber un clima autóctono dominante. Caso contrario, perdería mucho de su validez. El empleo de vocablos propios de esa gente es lo que da ambientación. De todos modos, no he reproducido por completo al modo de expresarse del relator, quien se supone es uno de los del pago. El acento bonaerense es diferente al de otros lugares de la amplia geografía argentina.
El "sabía ser" en vez del "era" resulta significativo en el modismo de la oración; lo mismo que la palabra tape (más acertada en Santiago del Estero, que en Buenos Aires), para referirse a su condición física, un bonaerense quizá le llamara urso, ropero, o solo grandote. Crenchas por pelo descuidado y sucio es un vocablo común. Una chica suele decir, de su cabello mal cuidado: mirá estas crenchas que tengo....
Al pelaje del equino traté de no complicarlo, asignándole con un genérico tordillo (pelos negros y blancos que aparecen a la vista como un gris, en diferentes proporciones y zonas del cuerpo del animal, que muy bonito), en lugar de un malacara, o de un lucero, por ejemplo. El planazo es un golpe con el cuchillo en el rostro y el Lucero del Alba es Venus, la estrella más brillante.
El tema de su vestimenta es altamente significativo: cambia las ropas de gaucho indómito, el que se peleaba por zonceras, por la vestimenta del paisano, o sea las de un semisalvaje por las del dominado peón de estancia. Indica un profundo cambio de conducta, que no obstante queda latente en sus miradas de reojo, fulminantes o torvas. Se resiste a su nuevo rol. Quizás su tozudez sea la manera de rebelarse al cambio al que fue sometido.
No era mi intención aburrir, pero creo que las acotaciones pueden ayudar a comprender el cuento mejor, sobre todo a quienes no tienen por qué conocer los detalles históricos escondidos.
En fin el gaucho, como tal, ha muerto. Y el toro es la civilización.
Te envío un beso grandote.
¡Buenissimo!!! Has pintado la escena mejor que Molina Campos, me pareció verlo cual película costumbrista.
ResponderEliminarAmigo esto es genial.
Un fuerte abrazo.
Luis:
EliminarSi hablamos de paisanos, he visto muchos durante mi vida y otros tantos están presentes en mi mente, a través de la literatura y de los dichos y anécdotas de mi abuela; nacida, precisamente en Capilla del Señor.
Esa ciudad fue, en su momento, un lugar muy importante: allí está la primer escuela provincial (la N° 1), frente a la plaza principal, mi abuela nació en una de las esquinas que daban a ese espacio público y sus hermanas mayores fueron a esa escuela. Luego se mudaron a un negocio de ramos generales que atendía su padre, un gallego de nombre Abelardo Martínez.
Eran tiempos difíciles a fines del siglo XIX, pues murieron cuatro de los nueve hijos del matrimonio y luego ambos padres: mi abuela quedó huerfanita a los once años.
Un gran abrazo, mi amigo.
pues no sé yo, Arturo, igual convenció al toro de que embestir a la gente con poncho estaba muy feo y se lo repitió tantas veces que el pobre animal, aburrido le dejó pasar por cansancio.
ResponderEliminarMe encantan las palabras que utilizas, algunas no las conocía.
un abrazo.
Ángela:
EliminarPor cuestiones de trabajo, he tenido que cruzar algunas cortas distancias en las inmediaciones de potreros con ganado. El camino sobre el piso, con hierba pisada y muerta, corre paralelo a ambos lados del alambrado, de modo de poder estar siempe del lado opuesto al de los vacunos. Es una precaución generalizada, aunque he visto, en Córdoba, un par de novillos, casi toros, pelearse y derrumbar un cerco olímpico de alambre romboidal, como si fuera de papel...
Los bobinos son muy curiosos y siempre te miran cuando te acercas a ellos. No es cuestión de hacerse el valiente, cuando no hay burladeros a la vista.
Besos.
Si amigo,lo peor que puede tener una persona es el ser tozudo y querer llevar razón contra viento y marea.
ResponderEliminarSaludos
José:
EliminarEn este mundo estamos para aprender; de modo que todo lo que conocemos hoy, puede ser revisado mañana.
Caso contrario, la soberbia se engalanará a expenss de nuestra credibilidad.
Un saludo muy cordial.
Me ha gustado mucho aunque he tenido que traducir partes que no entendía, ya sabes aquello del español de España y el de allí ,pero eso justamente es lo que más me ha gustado
ResponderEliminarUn besote
40añera:
EliminarLamentablemente, lo escrito no puede transmitir el modismo en el hablar del hombre de campo, algo que le impide al lector que no conoce el modo de hablar, poder apreciar la ambientación del relato: es pausado, en voz baja, con una tonada o cadencia propia para cada zona del país.
La "ese" del español puede derivar en una "jota" (en lugar de "pues" dicen "puej"; voy a traer, cambia por "vo'i traer", o "mi hijo", por "m'hijo", o "ha de ser" por "hai ser".
Por ejemplo, cuando viví en Córdoba, se me pegó el cantito de la zona, que tiene un alargue en una vocal, por ejemplo: "tomado" por "toomado". Se tornan esdrújulas con vocal arrastrada, aun las de dos sílabas, que transfieren esa condición al artículo precedente: "unaa casa".
Espero no aburrir demasiado con estos detalles.
Un beso.
Me ha gustado mucho!! Vaya tosudez la de Atanasio.
ResponderEliminarun abraXo!
Gracias, Marilyn.
EliminarMe da mucha alegría que te haya gustado el pequeño relato.
Si te tomas el trabajo de leer mi primera respuesta, tendrás una imagen más profunda de su significado implícito.
En honor a ti, que eres una amante del género y que me has regalado -como a todos tus demás lectores- cuentos de terror espeluznantes, escribiré un cuento de lobizones u otras criaturas de la mitología local.
Prácticamente, eres la primera que sigue estas páginas.
Un gran, gran abrazo.
Amigo eres un maestro dando lecciones de modismo argentino, sobre todo campero, muy acertadas tus lecciones.
ResponderEliminarRespecto a los vacunos te diré que me ha tocado varias veces moverme entre ellos, en especial los de raza Cebú o cuernos largos (como gustes) recién traídos del norte, ariscos a más no poder.
En una ocasión tuve que cruzar en una noche oscura donde no ves tu nariz por el medio de una tropa que pastaba, sin saber donde se encontraban (no era más de diez metros) tu sabes que no los puedes iluminar porque te atropellan, solo guiado por el oído.
Disfruto mucho tus explicaciones, me retrotraen en el tiempo y en lugares que había olvidado.
Un gustazo amigo.
Luis:
EliminarEn mi caso, alguna vez me tocó pasar por cerca de unos alambrados con hacienda del otro lado; eran vacunos Aberdeen Angus, que dejaban de pastar y me miraban. Era cerca del Río Arrecifes, plena zona ganadera. Para el que no anda en ese ambiente, la situación causa un poco de resquemor.
Una anécdota muy graciosa: estábamos por Newton (también en la Provincia de Buenos Aires) y debimos cruzar a través del interior de un corral; íbamos en una camioneta y había dos vacas Holando con las ubres a reventar; del otro lado del alambrado estaban sus terneros. Cuando el cordobés que debía abrir la tranquera, para que pasáramos con el vehículo, vio que se venían la vacas para juntarse con los terneros; entonces, empezó a espantarlas, con unos ¡chú- chú!, ¡chú- chú!
No se dio cuenta de que mientras evitaba que cruzaran hacia el lado donde se hallaban los terneros, éstos le pasaban por detrás de sus espaldas, hacia donde estaban las vacas.
El problema es que la técnica usualmente empleada es ordeñar a las vacas y recién luego dejarles solo un poco de leche para que mamen los terneros. Aquella tarde las crías se hicieron un festín y además, al topetear las ubres repletas, les causaron daño a las vacas.
Tuvimos que ir hasta la casa, para avisarle al dueño sobre la macana que se había mandado el recordado Castello.
Un enorme abrazo mi amigo.
Un color que avisa necesidad de peligro, el poncho en sí es una belleza, pero la terquedad no es buena consejera .
ResponderEliminarAbrazos, Arturo.
Alicia:
EliminarSi bien ese tipo de poncho es común en la provincia de Salta y su zona aledaña; este tape podría provenir de esa zona.
Lo cierto es que el poncho de Güemes fue su perdición.
Más lógico hubiese sido mencionar un poncho color almendro, o negro, más tradicionales en la llanura, pero el cuento dejaría de tener sentido.
En lo personal, poseo un poncho de alpaca, en color almendra, con guardas al tono, que compré en el Festival del Poncho, años atrás.
Terquedad y aislamiento casi se convierten en sinónimos, al final.
Un enorme abrazo.
Le has dado con todo y muy bueno. Al pobre Atanasio hay que creerlo nomás así al pie de la letra. Así era y así será.
ResponderEliminarExcelente descripción del paisano, con términos y costumbres muy adecuados. Parece que le veo a este hombre de Dios rumbeando por ahí....
Un abrazo Arturo
y que tengas una linda semana.
Genessis:
EliminarNo tengo conocimiento acerca de si conoces -o no- a la gente del interior de la provinca de Buenos Aires, los que -por lo general- son muy parcos y reservados; algo contrario a como son los del norte, curiosos y comunicativos por demás.
La amabilidad y hospitalidad es proverbial, lo mismo que las costumbres de las mujeres de la familia, que se esconden en los interiores de las casas, desde donde observan -con disimulo- al recién llegado.
Un gran abrazo.
es que querido y admirado amigo la tozudez no es buena consejera. Muchos besinos de esta amiga que te desea con inmenso cariño feliz inicio de semana y te da infinitas gracias por concedernos el privilegio de ser testigos de tus letras.
ResponderEliminarOZNA-OZNA:
EliminarMuchísimas gracias por tu tan gentil comentario, que supera lo esperado y merecido.
Has de tener por bien sabido que el sentimiento es mutuo.
Besos.
Me ha gustado mucho este microrrelato, aunque la terquedad de tu protagonista le pudiera costar caro.
ResponderEliminarun abrazo
fus
fus:
EliminarMuchas gracias por tu comentario, es de sabios escuchar a los demás y rectificarse cuando es necesario, algo que Atanasio nunca aprendió.
En mi primera respuesta podrás tener un mejor detalle acerca del significado oculto del relato, ya que es parte de la historia gauchesca.
Un gran abrazo.
Amigo Arturo: Tus historias son geniales porque nos empapamos de un montón de curiosidades que desconocemos por no estar o vivir en el mismo país. Y eso siempre es cultura.
ResponderEliminarVaya, vaya con el tozudo de Atanasio. Pues yo pienso que una cosa es ser tozudo (que podría ser discutible en algunos casos), y otra ser un necio inconsciente. Se encontró con uno más tozudo que él.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Mos:
EliminarPara resumirlo en pocas palabras, esa situación merecería la acotación humorística de parte de mi abuela: "Se toparon Topate con Toparías".
Así decía ella cada vez que veía a dos tozudos que se ponían a discutir acaloradamente por una nimiedad.
Un gran abrazo.
GENIAL descripción costumbrista! Con todos los condimentos y detalles. Muy de tu estilo, Arturo. Un cabezadura como pocos Atanasio que muere en su ley.
EliminarMe gusta ese dicho de tu abuela: me lo llevo!
Como siempre, un placer entrar a leer por aquí. Saludos van, maestro!
Misia Sandra:
EliminarUn boyerito, que andaba justito por allí mesmo, pudo ver todo el desenlace, ¿sabe?
Y luego le contaba a todo paisano que quisiera escucharlo, que el Atanasio le gritaba al animal, que se le venía:
"Yo soy toro en mi rodeo y torazo en rodeo ajeno".
Se lamentaba que -para pior disgracia- el tape no había podido llegar a esa parte endonde dice:
"Y naides me ha de seguir cuando yo remonto el vuelo"
¿Vieron?, había sabido ser lector del Martín Fierro, ¡qué cosa!
¡Bolacero, el gurisito!
Un enorme abrazo.
jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa sublime!
EliminarHistorias y costumbres de gente llana, con sus manías y sus defectos. Me gustan tus personajes y narración de quien lo cuenta :). Hoy nos topamos con la tozudez; un defecto que no lleva a ningún lado, bueno sí al aislamiento, como a tu personaje de hoy.
ResponderEliminarUn beso grande.
Teresa:
EliminarPara conocer el significado de la historia, podrás leer el primer comentario que realizo, que muestra la metáfora que esconde el relato.
Que te haya gustado es un gran incentivo para mí, ya que soy un simple aficionado y tu eres una maestra en este arte, de verdad.
Besos.