No me explico cómo fue que me pasó aquello.
De repente, las reuniones a las que asistía,
que se trataban por lo general del cumpleaños de algún chico o chica, donde
siempre nos servían un chocolate caliente, acompañado con tortas caseras, y
donde corríamos como locos para jugar a la mancha, se habían transformado en un
baile.
Ahora la cosa era también con chicas de mi
edad, pero bastante distinta.
Aquello de “los niños con los niños y las
niñas con las niñas” había sido la premisa hasta entonces, pero de repente todo
había cambiado, y el inocente juego entre pares daba lugar a nuevos roles: un
timorato galán debía conquistar a una nerviosa chiquilla.
El baile en cuestión se realizaba en el
patio del fondo de la casa de mi primo Tarupo, quien era el encargado de
organizar todo. Así fue que ese día estuvo bastante ocupado y casi me ignoró;
en cambio para mí, la jornada transcurrió con una mezcla extraña de curiosidad,
ansiedad y un miedo escénico tremendo, casi diría pánico. Mi timidez era
inconmensurable.
Ellas, unas púberes, estaban arregladas
como mujeres grandes, con sus ojos y sus labios pintados, ante todo muy
perfumadas, algunas con sus vestiditos a la moda (otras, no tanto). Cuchicheaban
en grupo, alejadas, con sus miradas furtivas, entre risitas cómplices, a la espera
de que alguno de nosotros las abordara, que se animara a invitarlas a bailar. Supongo
que esperaban que lo hiciera aquel chico
que les gustaba más.
Nosotros, en tanto, nos hallábamos
ataviados para la ocasión con pantalones Lavi-Listo, camisas estampadas de
cuellos generosos, con sus mangas enrolladas hasta la altura de los antebrazos
y —por supuesto— calzados con mocasines de cuero cosido a mano y de suela, sin
usar medias, pues era verano.
Cucho, el más humilde entre todos nosotros,
estrenaba unos mocasines bicolores (en dos tonos de beige) que a todos nos
parecieron fantásticos; Roberto —por su parte— vestía una camisa nueva, y esto
me consta pues no solo aún se notaban en ella las marcas del planchado de
fábrica, sino que alguno de nosotros descubrió que, debajo del cuello, aún
llevaba puesta una tira de cartón, algo típico que se coloca en todas estas
prendas al ser empacadas.
Para la ocasión, se había dispuesto una
extensión eléctrica, de donde se alimentaba un portalámparas con una bombilla
incandescente muy brillante y también el infaltable -e imprescindible- tocadiscos Winco.
Desde este aparato chillaban unos pocos
discos de moda que, entre todos los muchachos y con gran esfuerzo, se habían
podido juntar. Repetidos hasta el hartazgo sonaban Los
Beatles, Roberto Carlos, José Feliciano, Leonardo Favio, Pintura Fresca y otros
grandes éxitos del momento; algunos de ellos hoy completamente olvidados.
Hasta que por fin se inició el baile.
Poco a poco, los muchachitos se animaron a
invitar a alguna piba para bailar. Roberto, que era el más desinhibido (y
pícaro) de entre todos nosotros, encabezó el avance; por supuesto, para la
desazón del resto, le apuntó a la muchacha que todos considerábamos como la más
bonita del grupo. Detrás de él se animó el resto del piberío.
Al principio, quizás entusiasmados por
la elección, nadie se enteró de que yo me había quedado relegado, apoyado en la
pared, a la espera quién sabe de qué. Al observar que (por suerte) no era el
único sin bailar, pues “El Yogui” también se escondía, no me sentí tan
desubicado.
Solo.
De pronto, en medio de un tema musical, mi
primo se percató de mi situación; entonces, con el tacto que le es proverbial, comenzó
a incitarme con insistencia y a viva voz, para que también invitara a alguna
piba y saliera a bailar con ella.
Quedé petrificado... y obligado.
No me quedó más alternativa que dirigirme a
la única que quedaba libre, que por cierto, no era la más agraciada entre
todas, ni mucho menos, en realidad la pobre piba no me gustaba (faltaría saber
qué pensaría ella de mí).
Tenía su cabello castaño oscuro, ondeado y
corto, fijado con “spray”, tan de moda en esa época, para peor —pensé— se había
maquillado esos ojos tristes de un color celeste intenso, que no le quedaba
nada bien, lo que incrementaba mis miedos aún más.
Tuve suerte, por lo menos no me desairó,
aceptó salir a bailar.
Para peor pesadilla mía, en ese momento,...
¡justo cambiaron de ritmo a la música! Y así fue que nos tocó bailar un tema
lento. Cuando tuve que tomarla entre mis brazos, temía el contacto con ella,
una desconocida, aún no sé como lo hice.
Así bailamos, o torpemente lo intentamos,
tomados con manos sudorosas y con nuestros cuerpos convenientemente separados
por una apreciable distancia. Por lo menos eso ayudó a salvar aquella
circunstancia sin incurrir en mutuos pisotones.
Al finalizar el tema, salí disparado como
un resorte, de regreso hacia donde estaban los otros pibes... ¡y la dejé
plantada en el medio de la pista!
Tardíamente, mi primo me dijo que era un
bestiún, que no tenía que hacer esa burrada de dejarla sola en medio del patio. Ella escuchó todo eso.
Pobre chiquilina...
Estos roles chicos/as y primer baile, luego el segundo, y luego tercero sin límites, es la eterna canción por la que todos hemos pasado. Y así será, cambiarán los tocadiscos y los DJ, pero en el fondo, 'cuerpo con cuerpo y música de fondo', jejeje.
ResponderEliminarMe ha gustado el post. Revivía mis tiempos pasados.
Un abrazo
PiliMaPilar:
EliminarMe agrada que te haya hecho evocar aquellos tiempos, los de la inocencia y el optimismo sin límites.
Este relato es viejo, lo redacté hace varios años, mientras los recuerdos tienos volvían a mi mente, cual paraísos perdidos.
fue publicado en la revista de la empresa donde trabajo.
Un gran abrazo.
jaja que sonrisa me acabas de robar, malandrín. Bonitos, inocentes y nostálgicos tiempos aquellos.
ResponderEliminarA mi me gustan los Beatles, de Roberto Carlos me gusta una canción que habla sobre un gato que está triste y azul, y creo que los dos bailarines estaban muertos de miedo. Quizás luego, ella desmaquillada y él algo más desinhibido, se entendieron mejor y se hicieron amigos.
Que gran placer leerte, amigo Arturo. Un beso de metralleta.
Ángela:
EliminarRoberto Carlos y su "long play" cantado en castellano hacían furor, eran los temas de moda, al igual que los Beatles.
Por esos años yo aun no me había desarrollado y era un pequeño niño aun aunque contara doce -quizás trece- años. Eso disminuía mi autoestima.
Respecto a esa chiquilina, nunca sabré su nombre ni qué fue de ella, ya que no volví a verla nunca más.
Vaya como respuesta otro beso metralleta.
Tu entrada de hoy ha descorrido la cortina de mis propios recuerdos, Arturo. Y es que ¿quién no ha temblado ante su primer baile? Qué tiempo aquellos, donde el corazón palpitaba desacompasado si un chico guapo te miraba más de lo prudente... Y si bailaba contigo, era casi el cielo en la Tierra.
ResponderEliminarPrecioso texto, aunque llevaba razón tu primo: no debiste dejarla sola en medio de la pista de baile. Pero los pocos años te disculpan.
Un abrazo.
Isabel:
EliminarA gatas si sabía tomarla para bailar, o moverme torpemente y evitar un pisotón. Ni hablar de entablar una conversación o preguntarle el nombre...
Además, al desconocer las reglas del juego, hui en cuanto el tema músical terminó.
Debo reconocer que mi memoria es la que me ayudo a efectuar una mirada retrospectiva de aquella tarde-noche. Pues en aquel momento estaba aterrorizado.
Y mi aprensión a esos encuentros se agigantó al cumplir catorce y tener que usar anteojos; un símbolo inequívoco en el decir popular para ubicar a un "nerd", que se condecía -para peor- con mis dotes intelectuales. Imagino que en una chica tal situación debe ser horrible.
Un gran abrazo.
Qué bien caracterizas esos escenarios y esas maneras de actuar que todos más o menos hemos pasado por esas edades de "pavos". Sin embargo quién no guarda con ternura algunos episodios que con el correr de los años solo te hacen sonreir y como en un sueño te dices: esa/e fui yo?
ResponderEliminarA medida que iba leyéndote me remonté a unas décadas atrás y me pareció encontrarme entre tus letras.
Excelente racconto.
Un abrazo
y buena semana Arturo.
Genessis:
EliminarMuchas gracias por tus palabras tan dulces a mi ego.
Todos hemos hecho nuestras grandes "metidas de pata" a lo largo de nuestra vida; la mayoría de las veces por inmadurez o ignorancia. Y lo seguiremos haciendo.
También te deseo una linda semana y vaya mi abrazo grandote.
¡Que bueno Amigo! que lindos tiempos, "Los asaltos" cuanto nos costó pasar a la adolescencia, bailar era una tortura, para colmo todos te miraban.
ResponderEliminarTe diré que a pesar de haber vivido veinticinco años en lugares bailables, (siempre sobre el escenario con la guitarrita, mi problema de los dos piés izquierdos nunca lo solucioné.
Me mató lo de la ropa "Lave y listo", ¿recuerdas como transpirábamos con esa camisa? y los lentos eran lo que más esperábamos, y después a buscar la "soledad", ja ja .
Arturo, que lindo momento me has hecho pasar, te dejo un gran abrazo.
Gracias.
Luis:
EliminarLa adolescencia fue la época de nuestras vidas en la que rompimos el cascarón y nos encontramos con que debíamos actuar como grandes, cuando aun éramos unos niños, aunque un poco más desarrollados.
No es de extrañar que, en los primeros intentos, fallásemos con estrépito. Lógico, con el tiempo y el aprendizaje, comenzamos a conocer las reglas y los trucos en el arte de la seducción. Aprendimos cuándo ser el cazador y cuando convenía ser la presa...
La utilización que hicimos de ese aprendizaje es la que determinó nuestro éxito o fracaso en la empresa, siempre en el contexto insalvable de la fortuna.
Con relación a las prendas de fibras sintéticas que vestíamos (en especial las remeras de poliamida, poliéster o Banlon), recuerdo las chispas de corriente estática que se formaban en el momento en que nos las sacábamos y se veían las pequeñas luces en el entramado de las vestimentas.
Recuerdo con nostalgia lo femenino de aquellos vestidos de la chicas, sus calzados finos y sus adornos, que las hacían tan delicadas y deseadas. Aunque, la elegancia era mérito de unas pocas y la sofisticación fuera inexistente. Con el tiempo, algunas aprendieron tales modos y se tornaron irresistibles. Nunca pudimos saber si nuestros afanes resultaban exitosos, o simplemente nos ayudaban las hormonas femeninas...
Esa duda aun persiste en mi mente.
Un enorme abrazo, mi amigo guitarrista.
ARTURO, que emoción! volví a revivir esos tiernos momentos que no volverán.
ResponderEliminarLa primera vez que fuí a un baile o "asalto" fué en la casa de una compañera de sexto grado del primario,y desde el winco se escuchaban los temas de Salvatore Adamo, y te confieso que me enamoré.Ese dia estaba vestida con minifalda,botas con plataforma y unas gotitas de polyana (colonia)que perfumaban mi escote.
Bello tu relato, amigo
Meryross:
EliminarNo dudo que estarías hermosa. Y que ese galán habrá pensado que era el más afortunado del planeta. En aquellas veladas se solían armar algunos primeros noviazgos, tan efímeros como los discos simples que se ponían en el Winco. Todos mirábamos -con envidia- a esas parejas primerizas.
Eran los tiempos de poner "Mis manos en tu cintura" o "La noche", de Adamo; cuando reinaba la idea del romanticismo, en lugar de los estimulantes de hoy, para volverse un descontrolado, o un amoral.
En mi caso, la colonia que perfumaba el pañuelo era la Atkinson's. Un artículo especial, para emplear solo cuando salíamos de visita o concurríamos a fiestas.
Me agradó tu comentario, tan fresco y hermoso como será el recuerdo de esa velada en tu mente. Sería lindo que escribieras tu visión de aquella primera reunión, desde la óptica femenina, ¿no te parece?
Un beso.
Cuanta responsabilidad en hombros tan débiles ;)
ResponderEliminarPilar:
EliminarY no te maginas qué pequeño era entonces; con decir que era el segundo en la fila de la escuela, donde se ordenaba a los alumnos por su altura.
Mi voz no era para cantar boleros, ni susurrar palabras tiernas al oído, resultaría ridícula. Más que un pretendiente, me parecería a su hermanito menor.
Y, sin embargo, sobreviví...
Madre Natura hizo su parte y yo, la mía. Y entonces ¿todos felices?
Un gran abrazo.
Hombre Arturo,te falto algo a veces esencial para vencer la timidez de la primera petición de baile a una joven doncella,y es haberte tomado un whiscola.
ResponderEliminarPor esos tiempos que nos haces recordar creo que no se libra ni el tato como se dice por estos lares
Saludos
José:
EliminarEn aquel baile, o como quisiéramos denominarle, no había alcohol, solo jugos.
Y si a mi primo se le hubiese ocurrido escamotear alguna botella, la madre le hubiera roto la crisma.
Hoy es costumbre ser alcohólico, lo que pone bien en evidencia las limitaciones de los chicos, a más de tornarlos más imbéciles de lo que éramos nosotros. Incluso los padres los justifican, al aducir que dentro del local bailable les cobran caro las consumiciones. Me pregunto: ¿quién es el estúpido?
Un saludo cordial.
Me parece que en esta entrada cada uno nos hemos posicionado a un lado de la pista. Me he visto ahí, charlando y disimulando con las amigas, a la espera de la invitación del buen mozo :)
ResponderEliminarLo has narrado estupendamente Arturo, como es habitual en ti, por eso cuando se trata de recuerdos nunca fallas a la hora de que vuelvan a nuestra memoria.
Un beso grande.
Teresa:
EliminarLo que cuentas es cierto por completo.
En algún lugar ya he referido que, a los dieciséis años, comencé a trabajar como cuidador del guardarropas y pasamúsica en un salón de fiestas familiar.
Que yo siempre haya dicho que era un disc-jockey era una exageración; pues el dinero que ganaba, era básicamente el de las propinas por cuidar los abrigos.
El lugar donde me encontraba permitía la visión de un salón posterior del local, que utilizaban los jóvenes durante los cumpleaños de quince; los padres y familiares de la chica tenían su fiesta en la parte delantera del salón.
Como decía, esa ubicación me ha permitido observar la conducta de chicos y chicas. La gran mayoría se comportaba en grupos homogéneos por el género, como bien dices: un grupo de chicas en un lado y uno de muchachitos en el opuesto.
El más audaz galancito iniciaba el juego y sacaba a bailar a la más despierta -o bonita- de las niñas. Había chicos y chicas que parecían de la escuela primaria, es decir de doce años, mientras que otros, en cambio, mostraban una figura de jóvenes ya desarrollados.
Madre Natura se mostraba a pleno en su distribución de los dones entre esa multitud, de modo que la singularidad era la norma. La moda, a través de la uniformidad hacía más notorias las diferencias, como sucede siempre.
Niñas sonrojadas, chicos alborotados, algún audaz que bajaba más de lo debido sus manos, chicas que se colgaban de los cuellos, tímidos que bailaban a distancias siderales el uno del otro, desubicados que emitían algún alarido, voces de ellos en falsete, granitos en la cara, chicos y chicas atornilladosa sus asientos y toda la gama posible, la he visto en esos cumpleaños. Y pese a todo, no puedo decir que alguna de estas personitas no fuera una adolescente maravillosa.
¿Me permites esta pieza?
Besote.
ARTURO volví a leer tu relato pero esta vez en voz alta y en presencia de mi familia , te confieso que lo disfrutaron todos.
ResponderEliminary mirà que casualidad el tema que bailè ese dia fuè "MIS MANOS EN TU CINTURA"no puedo contar aquì la sensación que me produjo, pero vos te podrás imaginar...
QUE buena idea la tuya !voy a ver si me animo a escribir sobre esos momentos
gracias amigo !
abrazos tiernos!
Meryross:
Eliminar¡Bingo!
Convengamos que Salvatore Adamo tenía un disco completo de canciones, quizás la más famosa fuera "Mi gran noche", aunque yo me acuerdo de "Mis manos en tu cintura" porque es un tema melodioso y lento, propio para enamorarse.
Recordarás que tomar a una chica por la cintura, mientras ella se abrazaba al cuello de su pareja, en lugar de la posición clásica, era síntoma de confianza y cierta intimidad entre los bailarines.
Quedo a la espera de tu obra, que estoy seguro será más que interesante.
Un abrazo enorme.
Arturo, no se si te has dado cuenta, que los comentarios son tan jugosos como tu relato, esto da para mucho más amigo.
ResponderEliminarNo recordaba lo de la estática en las prendas sintéticas.
Otro gran abrazo.
Luis:
Eliminar¿Te das cuenta de cuántas cosas se esconden en el cofre de los recuerdos?
No me olvido la moda de los flequillos, típica beatlemanía, ni de romay cuando trajo a "The American Beetles" unos imitadores pésimos de los de Liverpool. Incluso, ese Canal 9 sorteaba pelucas "legítimas" entre los que mandaran cartas a un concurso... ¡delirante!
Un gran abrazo, mi amigo.
Un saludo a tí de un bailador malo de Suecia!
ResponderEliminarDon Gerardo:
EliminarGracias por el saludo. Pareciera que has adivinado que no soy gran danzarín, aunque siempre me las arreglaba para no pasar un papelón.
Un gran abrazo.
Infinitas gracias querido y admirado amigo por hacer con tus letras que nuestros recuerdos viajen en el tiempo al pasado y volver a sentir las emociones sentidas en ese momento. Muchos besinos de esta amiga con inmenso cariño.
ResponderEliminarOzna-ozna:
EliminarEl relato, mínimo ante todo, es la excusa utilizada para que los lectores adultos revivan su prmer baile.
La cantidad de similitudes es sorprendente, en especial entre los argentinos y los españoles; sobre todo si tenemos en cuenta las realidades tan diferentes que dominaban ambas sociedades.
Eran años luminosos, pues un chico -o una chica- tenía percepción de futuro; es decir, sabía qué podía esperar de la vida, estaba convencido que planear un futuro era posible, aunque no fuera probable.
Por ello, su preocupación estaba centrada en las cosas simples, como un empezar a bailar en un ambiente aun bastante formal.
Hoy, el panorama no se les presenta igual; no podemos esperar que actúen como lo hicimos nosotros.
Besitos mil.
Yo pasé de los cumpleaños a las matinés en unos boliches de Av. Libertador hasta las 12 de la noche. Un shock pasar de la chocolatada en taza de porcelana, como bien decís, al boliche donde no se veía nada, la música fuerte y todos tan inmaduros como antes juazz. "Asaltos" tuvo mi hermana y con las madres presentes. Yo agarré una etapa más liberal. No iba mucho a bailar igual. Siempre fui más recitalera. Y para colmos me gustaba y me sigue gustando Sumo, Redondos,Charly, el circuito under... Confieso que les di muchos disgustos a mis viejos jajajajaaaa Lindas épocas. Todavía voy a recitales pero no me meto en el centro del pogo. Ya no tengo tanto resto. Saludos cargados de recuerdos van!
ResponderEliminarSandra:
EliminarComo buen seguidor de Los Beatles, lo mío pasaba por la música extranjera, fueran los Fab Four o los Rolling, o Led Zeppelin, o cualquier otro grupo de ese tipo. El día quue -de casualidad- escuché a Norberto "Pappo" Napolitano me saltaron los tapones.
Luego seguí con Spinetta y al final con Charly (Sui Generis no me copaba). Estuve en el Luna Park la noche de "Rompan todo", de Billy Bond. Eso me alejó del rock y me acercó a Spinetta (era otro público). El flaco vivía a dos cuadras de mi casa, incluso lo veía -de tanto en tanto- en los comercios; era un tipo común, nada de vedetismos.
Soda Estéreo y Los Redondos eran cosas de pibes, pues ya tenía mi vida en otra parte.
Como podrás ver, allí no había modo de ganarse una piba: éramos como un millón por cada una de ellas.
Un gran abrazo (O-oo-óoh, o-oo-óoh).
Eres grande, Arturo, contando estas historias tuyas tan comunes. Al menos comunes entre la gente que en la adolescencia eran perdidamente tímidos e inexpertos. Lógico, comenzábamos a despertar a muchas cosas nuevas, entre ellas las chicas, los ligues, los bailes y los guateques chicos-chicas.
ResponderEliminarVisto desde la distancia que da la edad, debes sonreír tanto como nosotros.
Ah, pero no debiste dejarla sola en medio de la pista o el patio.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Mos:
EliminarMi estimado amigo, ya conoces el dicho: "el que no sabe es como el que no ve", eso aplicaba a mi experiencia de entonces.
En esa edad, de comienzos del desarrollo de la personalidad, la sobreactuación, la fanfarronería y la mentira eran moneda corriente; ¿qué chico iba a andar preguntando esto, o aquello, a riesgo de ser catalogado de zonzo?, todos nos tirábamos a la pileta, a "suerte y verdad".
Todo juego de seducción tiene sus reglas básicas y millones de detalles sutiles, que pueden torcer el fiel de la balanza para un lado o el otro. Por entonces, andábamos a los mandobles con la situación. Ni hablar de delicadezas.
Por supuesto que guardo un recuerdo hermoso y maldigo (una vez más) el que no podamos viajar en el tiempo, para revivir situaciones del pasado.
Un gran abrazo.
Son reacciones propias de la inexperiencia y la inocencia que se disfrutaban o sufrían pero que en este caso a tí te ha transportado hasta aquel primer baile y tus letras han bailado al unísono de tus recuerdos.
ResponderEliminarBesos de gofio.
Gloria:
EliminarLa cantidad de anécdotas es inmensa,la memoria ayuda a recordar algunos detalles y la imaginación rellena el resto.
El recuerdo es hermoso, aunque agridulce, pues mis miedos me impidieron pasar un momento interesante con esa piba. Lo más seguro es que nada hubiese acontecido más que una charla y un entusiasmo seudoinfantil; pero, ¿no hubiera sido maravillosa la experiencia? Sería algo similar a pasar por delante de una casa de loterías y no comprar un billete, al que se le echó el ojo. Nunca revisaremos ni sabremos si salió premiado...
Los besos de gofio son peligrosos, a más de atragantarte, podés hacerte adicto. Soy goloso, pero con diabetes.
Por ello, va un abrazo grandote y un besito.
he encontrado tu blog por un comentario al de HD, excelente tus letras y hasta donde nos remontas en los recuerdos. te sigo.
ResponderEliminarsaludos
Carlos
Carlos:
EliminarMis primeras palabras son de agradecimiento por llegarte hasta aquí y presentarte con un comentario tan agradable a mis oídos.
Venir desde el blog de Humberto y hallar algo interesante aquí, es un gran elogio; pues él es un talentoso bien conocido y yo -apenas- un aficionado.
Tras dar una vueltita por tus blogs, pude observar lo fecundo de tu pluma, perdón, digo: ordenador. Soy lector de cuentos y de poesía, de modo que abrevaré en tus páginas.
Un gran abrazo.
¡Que bien contado! Nunca pensamos en lo que debía sentir el otro, pero veo que eran sentiminetos muy parecidos. ¡Cuantos nervios y cuanta ilusión!
ResponderEliminarNo es cierto que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero a veces lo parece.
Besazo
Dolega:
EliminarSi algo puedo afirmar, es que cuando aprendí a tratar a una mujer, siempre traté de actuar para el beneficio de ella.
Es mucho más bello verla sonreir, a saber que nuestro rostro sonríe; en especial porque nadie lleva un espejo que nos muestre cómo nos vemos todo el tiempo (aunque reconozco que hay excepciones).
La magia de los bellos momentos pasados se debe a que el tiempo se encargó de borrar lo molesto y nos dejó solo lo agradable. El relato que edité trata de mostrar un pamorama más abarcador del momento. Podría haber sido reducido solo al encuentro de los dos inexpertos en la pista, pero faltaría el contexto.
Bueno, es una idea, tan válida como la que más.
Besos.
Jajajaja me ha resultado de lo más entretenida tu entrada amigo Arturo, si es que la primera vez de todo es algo tan tímidamente inocente, que después al recordarlo nos produce sonrisas pensando ¡pero qué tiempos aquellos! ¡quién pudiera retroceder a aquellos años! qué poca picardía había ¿verdad? todo ha cambiado mucho.
ResponderEliminarGracias, Arturo, por hacerme pasar un ratito agradable en tu blog con tus lindas historias.
Un beso.
María:
EliminarA esa edad uno solo imitaba a los mayores que conocía.
Y en este caso particular, no había referencias válidas; además, eran tiempos de censura, cuando a los niños no se les decía -ni dejaba ver- nada impropio para su edad.
Lo que faltaba de información, se suplía con mitos y con el producto de la imaginación de aquellos más obtusos y fabuladores.
De ese modo, se magnificaban las conductas y las consecuencias de un rechazo o de una aceptación.
Me agradó que haya sido de tu gusto.
Un gran abrazo.
Bueno...bueno....¡Qué tiempos de inocencia! Me hace recordar la música del que aún soy fan: Carlos Santana. Esos refrescos calientes y los padres que acudían de vez en cuando a ver como estaba ·el patio".
ResponderEliminarEstá bien eso de remover recuerdos. Recibe un cariñoso saludo.
Antonia:
EliminarEs un recuerdo cándido de aquel despertar a los tumbos.
Santana estuvo presente con sus discos de culto: "Abraxas" y "Santana" y su "Samba pa tí" un tema que es simplemente perfecto. Ahora que lo mencionas, creo que los mayores hicieron alguna aparición breve, como para ver qué pasaba...
Por lo visto, las similitudes eran notorias entre todas aquellas reuniones informales.
Un cordial abrazo.
Recuerda Jingo, también de Santana.
EliminarAntonia:
EliminarSí. Ese era un tema de los primeros discos de Santana, pero no correspondía a un long play de vinilo. El tercero de ellos era "Tabú". Luego le perdí el rastro a la carrera pues ya tocaba la guitarra muy sucia y distorsionada, para mi gusto.
Aunque -para mí- siempre el mejor es Abraxas, aunque "Supernatural", con el tema de Maná, es muy bueno también.
Un saludo con afecto.
UFF!Este relato me ha intranquilizado igual que uno de suspenso y misterio. Me ha hecho recordar esta etapa en la que sentia temor de que un joven me sacara a bailar o de quedarme sin bailar en un fiesta. jijij!
ResponderEliminarun abraxo!
Marilyn:
EliminarQuien diga que iba a esas reuniones impasible, miente.
Todos nos jugábamos mucho de nuestra autoestima en aquellas tardes.
Hoy sabemos que solo era un aprendizaje iniciático de los vericuetos de la relación con los del otro sexo, sin demasiada trscendencia, ya que se aprendia por el principio del acierto y el error.
Pero, entonces era una cuestión muy importante, casi vital, me atrevería a decir.
Un gran abrazo.
Arturo..." Primer baile "
ResponderEliminarNunca mi padres en mi adolescencia me han dejado ir a un baile, es por eso mi desquite de ir a clases de tango y teatro.
Los nenes con los nenes y las nenas con las nenas y esta nena grande ahora es dueña de sus actos.... baila y actua.
¡¡Precioso relato !!!
un beso
Doris Dolly:
EliminarTienes toda la razón. Aquello que se prohíbe lo único que logra es que uno termine empecinado en hacerlo.
Por supuesto que aquello no era nada malo; lo que hace más injustificable la prohibición, pues dejaba por sentado que la hija era una irresponsable, lo que indicaba -además- el poco conocimiento que se tenía de ella. Nadie dice que no se la hubiese querido bien, pero los modos eran inapropiados.
Te felicito por hacer hoy aquello que te gusta.
Un beso.
Qué tiempos aquellos... como cuando bloggeaba con más frecuencia y visitaba a los amigos (risas). Y es que ya me iba tocando pasar a leerte, Arturo. Y compruebo que sigues en muy buena forma. Me encantó el texto, que linda edad, cuando todo es nuevo...
ResponderEliminarLo dicho, amigo, felicidades. Espero no tardar tanto en regresar.
Te dejo un abrazo.
Fernando:
EliminarMil gracias por tus palabras.
Pues si te encuentras alejado de tu ordenador, es porque has hallado otra actividad que llena tu tiempo. Y si es algo que te produce bienestar, está muy bien.
Cuando uno puede elegir entre dos cosas que le gustan hacer, al tner que dejar una de ellas, por imposibilidades, no se siente tanto vacío. Peor es el tedio que se sufre al no tener nada en que entreternernos.
Un gran abrazo.
Me has hecho recordar los primeros bailes con mis compis de colegio...cuando nos poníamos contra la pared o nos sentábamos en algún sillón a esperar que algún compañerito nos invitara a bailar...o en los cumples de quince...jaja...que recuerdos!!!!...me ha encantado esta entrada...besooosss
ResponderEliminarMarita:
EliminarQuien más, quien menos, todos hemos pagado derecho de piso en esas primeras reuniones.
Eran tiempos en que nadie nos preparaba para tales encuentros, los que -por lo general- solían ser organizados por otros, que eran más aventajados que nosotros.
Nunca sabré quién tenía un susto mayor...
Besos.
Que tierno...Cuanta inocencia...
ResponderEliminarPor cierto soy Pérfida
Un saludo coleguita
Pérfida:
EliminarLa verdad es que todos hemos sido unos cándidos increíbles cuando éramos chicos y desinformados, sobre todo.
Saludos cordiales.
Arturo:
ResponderEliminarCon tus historias me hacés sentir que viví una realidad diferente, es decir, en Brasil las cosas eran parecidas, pero no iguales, pero te aseguro que acá me llego a creer un argentino más.
Entretenidas y bien escritas.
Un fuerte abrazo.
HD
Humberto:
EliminarQuizás en las formas fuera diferente; porque en el fondo aquellos chiquilines serían tan inexpertos como los de aquí, o los de cualquier otro lugar.
Respecto a tu pertenencia, los porteños somos un crisol de razas, no sos nada diferente a los hijos o los nietos de italianos, árabes, polacos, o españoles, como es mi caso.
Si te hallás a gusto, sos uno más del conjunto. ¿Quién puede discutir eso?
Un gran abrazo.
Ha sido una delicia conocer este bello blog, salgo encantado de él. Seguro que volveré. un saludo
ResponderEliminarCarozo:
EliminarMuchas gracias por tu visita. Vuelve cuando lo desees.
Un enorme abrazo.