En
Aquella oficina, él era el compañero que, en un corrillo cualquiera, dejaba de
prestar atención a la conversación ni bien pasara frente a ellos Marcelita, la aprendiz
de Contaduría; se quedaba embobado con la vista fija, mientras ella se alejaba
con soberbia elegancia. Al retomar el sentido de ubicuidad, cansaba a sus
contertulios con expresiones del tipo "¿la vieron a la Marce?, ¡está hecha
un bombón!, ¡por Dios!"
Cansaba.
Todas
y cada una de las mujeres de ese lugar de trabajo, o aquellas transeúntes desconocidas
que se ponían a tiro de su ojo avizor, mientras caminaba junto con todos hacia
la fonda al mediodía, tenían algún encanto sobrenatural para Ovidio. Tenía la
mala costumbre de tirar de la manga a su más próximo interlocutor, para hacerle
partícipe de sus ya conocidos comentarios.
Incluso
las veteranas meseras de la fonda donde comían llamaban su atención y recibían
sus piropos e insinuaciones. Alguna de ellas, ya vieja y amargada, una vez le
volcó la sopa bien calentita, "sin querer", sobre la entrepierna del
comensal enamoradizo.
Lo
suyo rozaba la locura: hasta Inesita, que era la más insulsa y carente de
encanto alguno de entre todas las mujeres de allí, lo desvivía.
A
las más tímidas y feítas, las encaraba sin temor; les decía miles de cosas
bonitas, las hacía sonrojar y les hacía emitir esas risitas de compromiso, ante
sus empalagosas ocurrencias. Ninguna le aceptaba invitación alguna, al infeliz.
Bueno,
el pobre Ovidio no era un muchacho de porte atlético, ni poseía un rostro con
rasgos de galán; incluso, su voz resultaba un tanto aflautada; su calvicie
incipiente poco lo favorecía a la hora de hacerse el simpático, tampoco sus
dientes separados y de color pardo (culpa del café y el cigarrillo perenne)
incitaban a pasiones.
No
faltaba la maliciosa que se acercaba a este muchacho a pedirle favores, a
sabiendas de que él jamás se negaba. Hubo tardes que se llenó de polvo y tierra
al acomodar los armarios de la oficina de Paquita, la más viva de todo el
edificio.
Este
muchacho también gastaba su ocio con otra pasión: River Plate. Los días lunes
se ponía insoportable: tanto si su club ganaba como si perdía; cuando empataba
se ponía inaguantable mientras explicaba que ese empate era -en realidad- un
triunfo. Solo lo hacía callar el taconeo de alguna mujer que pasaba por las
cercanías. Entonces, abandonaba -a los apurones- a sus interlocutores y se iba
a la imposible conquista.
Así
transcurrían los días de Ovidio y de sus sufridos compañeros de oficina; hasta
aquel memorable momento en que Silvia, la más bella y deseada por todos, la joven
y voluptuosa secretaria del Gerente de Almacenes, le contestó a sus requiebros,
lo hizo con un: "Bueno, te espero esta noche a las nueve en la Confitería
Real. No me falles".
Todos
sabían que la rasposa confitería mencionada estaba a pocos metros de un hotel
alojamiento rasca y que era un lugar conocido por ser el ámbito del encuentro
previo.
Ovidio
le respondió con una frase inolvidable: "Cuenta con eso, Chiquita".
Nadie
lo podía creer; muertos de envidia designaron a unos espías, para que
observaran tal encuentro, pues no podían dar crédito a esa situación.
A
llegar a su casa, Ovidio cayó en cuenta de que, justo esa noche, televisarían
en directo un partido amistoso entre River y Boca.
Y
vaya si Silvia, la Chiquita, contó... y también contaron los espías.
Tal
es el origen de su infame apodo de "Gallina Boludo", con el que todos
lo llaman.
JaJa! Que ameno!! He conocido unos cuantos Ovidios!
ResponderEliminarun abraXo!
Marilyn:
EliminarSi son tan evidentes que hasta yo los percibo, me imagino cuánto más lo habrán de ser para las mujeres, que son las que lo sufren.
Es muy molesto que alguien que está de conversación contigo suspenda la atención o -peor aun- deje de dirigirse a vos, para decirle una sandez a la compañerita que pasa por el costado nuestro.
Un gran abrazo.
Genial este relato amigo, muy rioplatense, en mi ámbito de trabajo tuve oportunidad de conocer a varios Ovidios. Cada uno tenía su sello personal.
ResponderEliminarMe gustó mucho tu relato.
Te dejo un fuerte abrazo.
Luis:
EliminarFanatistti sí que era un fanático de las mujeres, hasta que se le cruzó el fútbol.
El corazón pudo más que la vista. Algo muy obvio, pues nunca percibía las faltas de los jugadores de su equipo, ni los fuera de juego, ni los penales que hacían, ni los saque de meta que le daban a los contrarios y otras delicias del juego. Sistemáticamente veía que el árbitro cobraba todo contra su divisa.
Que no viera a una mujer por no perderse un clásico por TV no debería extrañar; pero, los compañeros de oficina son unos desalmados...
Un abrazo enorme.
Hola, no se que pasa con bloger que desde ayer no actualiza en los demás blogs cuando hacemos nuevas entradas, lo digo por si queréis entrar y verla, gracias.
ResponderEliminarBesos.
Piruja:
EliminarVeo que ya se actualizó, por suerte.
Un gran abrazo.
ARTURO , decir "boludo" es poco para ovidio,mirá si te vas a perder de salir con una mujer deseada por muchos por un partidito "amistoso"...pregunto- nadie le dijo a ovidio que podía ver el partido en el tele del telo?
ResponderEliminarbesitos amigo!
Meryross:
EliminarNunca sabremos si lo que sucedió lo causó su fanatismo por ver a River, o lo suyo fue el conocido (y temido) "miedo escénico".
Así como decimos que "perro que ladra no muerde", podríamos aplicarlo a: "piropeador que avanza, se queda en el camino".
Hay mujeres avasallantes, que infunden en ciertos hombres un terrible temor a pasar el ridículo. Quizás, algo de eso hubo.
Me trajo a la memoria el último episodio de Bocaccio 70 (el de Vittorio De Sica, con Sofía Loren); imperdible.
Besos.
El que mucho boquea...
ResponderEliminarNo era River. Nananananaanaaaaa
MUE JE JE soy una mala persona.
Me hizo reír este post, maestro. Saludos de viernes van!
Sandra:
EliminarTengo para mí que ese hombre habrá hecho una composición de lugar, analizó las ventajas y desventajas de cada opción y se decidió por la menos riesgosa. Al fin y al cabo, con un empate salvaba la ropa y si ganaba su club iría eufórico.
Es notorio cómo arrugan algunos, seguro que habrás oído más de una historia de galanes que, cuando los apuró alguna chica, se fueron al mazo tal como si fuesen un par de cuatros jugando al truco.
Nadie los toma en serio.
Un gran abrazo.
Cómo me has hecho reir querido Arturo. Se me iba dibujando en la mente la imagen de Ovidio y creo que más de una vez lo habré visto pasar o escuchar.....jajajja
ResponderEliminarEs un tipo de personaje no tan común pero siempre en cada barrio emerge uno con esa personalidad que al fin sirve de diversión y de tema de conversación para los demás.
Muy ameno el relato.
Un abrazo.
Genessis:
EliminarQuizás sea un personaje como el del vals "Tengo mil novias", que se hacía la ilusión (y solo eso) de que poseía un montón de chicas, que suspiran locas por él, mientras llevaba una vida miserable.
Los veo y me río: se ponen a hablar con alguna compañera de trabajo que justo pasaba por ahí; nunca perciben las reacciones de ellas; es así como se las ve incómodas, pero obligadas a aguantarlo, ya que no se pone atrevido ni maleducado sino solamente... muy pesado.
Pobres mujeres. Alguna le corta la perorata con un "disculpame, estoy apurada, me llamó mi jefe", dicho con una sonrisa o un mohín y él se queda ahí, mirándola con una sonrisa imbécil dibujada en el rostro. Con eso se conforma, creo.
Si alguna le llega a dar confianza, está perdida: él la saludará con un beso en la mejilla cada vez que se crucen e intentará darle charla. ¡Qué pesadilla! (O acaso me equivoco y hay mujeres que son su complemento ideal).
Un gran abrazo.
Yo tuve algunos Ovidios entre mis compañeros ,pues fue llegar a Mar del Plata y no parar de joda, nadamás que la horas reglamentarias del trabajo.
ResponderEliminarDebo decir y digo qué, en cierta medida los disculpo un poco, pues las jóvenes Mar platenses eran y supongo seguirán siendo tan dulces en sus formas de expresarse,que se quedaban bobos.
Gran y sutil relato el que nos dejas en esta entrada.
Saludos
José:
EliminarEn realidad es una cuestión de ámbitos.
Una cosa es la vida personal de cada uno, cuando no tiene obligaciones ni compromisos; otra es hacerse el galán en el trabajo, donde se está obligado a convivir con un mismo grupo de gente todos los días.
Algunos muchachos de la empresa donde trabajo, al ir de comisión de servicios -por un tiempo- a ciertas localidades, en seguida la jugaban de novios.
Estaban libres para una aventura amorosa sin demasiadas consecuencias (no siempre); en cambio, en la sede central eran todos unos señores fieles y rectos.
Además, en esas poblaciones donde siempre estaban los mismos conocidos de siempre, un hombre diferente de los demás, era motivo de ilusiones y comentarios entre las chicas.
Aquí el problema es que hay uno que trabaja en la sede central, pero se comporta como un viajante...
Saludos cordiales.
Noooooo!! Ovidio por Dios! ¡Una gallina destrozando el viejo refrán de la yunta de bueyes! jeejej Excelente texto! Me encantó Arturo :)
ResponderEliminarUn beso grande!!
Corina:
EliminarPareciera que el miedo superó a la atracción.
El futbol -se sabe- obra como un sucedáneo a la falta de autoestima de los hinchas. A través de él, creen lograr esos éxitos que la vida les niega siempre.
En el fondo de su alma, esta gente está convencida de su poca valía como seductor, por lo que sobreactúa. De ese modo, cuando debe dar prueba de esa capacidad, es que se derrumba y se esconde.
Es algo similar a los pendencieros que -en el fondo- ruegan por que nadie los enfrente.
Entre los hombres (digo, HOMBRES), el dicho sigue siendo válido.
Un beso.
Dicen que Dios le da pan al que no tiene dientes... muy bueno lo tuyo, Arturo. Saludos. (Comensal, con s)
ResponderEliminarHugo:
EliminarRespecto al dicho, en el norte argentino lo cambiaron por "Dios da pan a quien no tiene con qué mascar", que -en el fondo- es lo mismo.
La duda que queda es qué hubiera pasado si Ovidio hubiese ido a la cita. ¿Habría quedado mejor parado? ¿Chi lo sa?
Gracias por el aviso, ya quedó bien.
Un gran abrazo.
Gallina en todos los sentidos, seguro.
ResponderEliminarPerdón, no es que quiera comparar, pero yo disfruto de tus historias como las aguafuertes de Roberto Arlt.
Un abrazo enorme.
HD
Humberto:
EliminarNo soy simpatizante de ninguno de los dos equipos; de modo que en el cuento aparecen estas divisas solo por tratarse de las dos más populares de la Argentina.
El hecho de que a los identificados con River se les llame Gallina, es una coincidencia con respecto a la conocida denominación internacional para el cobarde.
Es así que el sentido del apodo cambiará según la nacionalidad del lector.
El adjetivo es bien argentino, tanto como el relato.
Un gran abrazo.
Arturo..." El origen "
ResponderEliminarPobre Ovidio,su fealdad lo hacìa bonito porque era hincha de River, primero el gallinero luego las mujeres jajajja.
¡¡¡ entretenido relato !!
un beso
Doris:
EliminarSu apariencia no sería algo relevante, pues todos conocemos el dicho: "el hombre, como el oso, cuanto más feo, más hermoso".
El hecho de ser riverplatense no significa nada, más que tener una pasión futbolera (la inmensa mayoría posee esa característica), que le aporta el ambiguo adjetivo del apodo.
En verdad, le tenía miedo a la mujer fatal.
Suele suceder que en los lugares de trabajo hay siempre una señorita voluptuosa, que es conocida por su pasión por los hombres; algo que nunca jamás se aplica a sus compañeros de oficina, para desgracia de todos ellos, frustrados soñadores.
A Ovidio, el hecho de haber sido elegido, le significó un terror impresionante. Es por ello que huyó hacia la pantalla de un TV.
Cualquiera que va a una primera cita está repleto de optimismo, es raro que cunda el miedo, pero no imposible.
Besos.
Hola Arturo, en casi todos los trabajos o sitios de mucha gente aparece un personaje como Ovidio, existe un refrán que dice "Por la boca se le fue la fuerza", y eso creo que es lo que le paso a el, que tanto tanto con las mujeres y cuando se le presenta la ocasión se raja, aunque pienso que la chica también lo hacia para reírse de el ya que me imagino que no se presentaría a la cita como lo hizo el, entonces pienso que no solo es un gallina Ovidio, si no que la presumida de ella también lo es o fue, porque seguro seguro que no se presento como el.
ResponderEliminarQue tengas buen Domingo, cuídate.
Besos.
Piruja:
EliminarBueno, digamos que lo que dices es cierto por completo, en cuanto a la conducta de Ovidio.
Lo de la mujer no es tan claro, ni tiene valor en este caso, ya que los espías solo fueron a ver si aparecía Ovidio.
Para ellos, lo que importaba era lo que hiciera el piropeador. Imaginaban motivos para la jarana, pero él no fue y les dio el mejor motivo para la burla.
Para los espías, que ella no fuese, estaba dentro de lo posible.
Gracias por tus deseos, espero que también hayas pasado un buen fin de semana, yo descansé pleno, gracias.
Esta semana (el 10) nacerá mi primer sobrino nieto, que se llamará Matías, espero que la cesárea a mi sobrina salga perfecta.
Un beso.
Lógico que se quedara con lo de "gallina boludo", Arturo. Leyendo los comentarios sé que lo de gallina es por ser del River.
ResponderEliminarNo sé qué decirte, Arturo. Debe ser un asco tener un contertulio o compañero que se pierde por una falda que anda. He conocido algún caso pero no tan extremo como este Ovidio y, desde luego, es deplorable. Más lo será para las féminas que sufren tal "persecución".
Hombre, pues no sé..., si era la chica más deseada de la oficina puede que entrara ese miedo escénico porque por un partido amistoso no se pierde ese otro triunfo. :):):):):):)
Un placer leer tus historias, amigo Arturo.
Mos:
EliminarCuando era joven y soltero, perdí muchísimas tardes de ir a ver futbol, por ir a una cita con una muchacha.
Más allá del resultado de esas reuniones, si volviese en el tiempo, haría exactamente lo mismo.
No es lo mismo ser un simple espectador, que el primer actor, ¿no crees?
Jamás hubiese perdido siquiera una cita inocente por ver a once pataduras correr atrás de un balón y detrás de una pantalla de TV, menos...
Gracias por tus palabras.
Un gran abrazo.
Ya se han nombrado algunos refranes. Yo aporto el siguiente: "Dime de qué presumes y te diré de qué careces". ¡Pobre Ovidio que presumía de Don Juan! Pero todo quedó en la nada.
ResponderEliminarMe gustó tu relato, estudias los prototipos humanos con una gran ternura.
Un saludo afectuoso.
Antonia:
EliminarEse refrán no lo conocía; pero aplica al cuento a la perfección.
El caso de Ovidio se torna patético cuando el que cae en esas actitudes es marido y padre de familia.
Estos hombres son los peores, pues ponen de manifiesto su infelicidad. Lo más probable es que jamás seducirán a ninguna mujer; lo suyo son los aprontes, para una carrera que no lo será. Y las chicas lo saben bien...
Creo que todos los observamos, solo que yo hago mis comentarios por escrito, donde doy vida a personajes extraños, que exageran las conductas más comunes.
Un abrazo con afecto, también.
Maravilloso relato.
ResponderEliminarCreo que conozco a más de uno así. Si tuvieran que decidirse, no lo dudarían. Jajajaja
Besazo
Dolega:
EliminarEs curioso como uno cambia su percepción sobre las mismas cosas. Cuando era un muchachito púber, observaba a estos imbéciles con cierta envidia, pues los imaginaba como grandes seductores.
Para ese entonces, mi timidez -acrecentada por las dioptrías de mis lentes- me impedía vencer mi vergüenza, la que poseía para intentar un contacto, un saludo al menos, o una invitación a bailar con una chica.
Con el paso del tiempo, tuve la clara visión de su vulgaridad y de su poco éxito. Fue cuando comencé a reírme de ellos, en la misma medida en que aprendí que a las chicas les agradaba la compañía masculina y entre ella, lo más importante, la mía.
Tú ya sabes cómo somos los ingenieros, de modo que me evito el explayarme sobre ello.
Besos.