Imagen tomada de la red |
Domingo de invierno en Los Altos, Catamarca. La proverbial
calma provinciana se rompe: han llegado los feriantes.
A lo largo del extenso frente de la propiedad de mis
suegros han ubicado sus puestos; la mayoría de ellos solo consisten en unas
lonas, depositadas directamente en el suelo. Eventualmente, alguno de los
feriantes ha montado una prolongación de la cobertura de la caja de la
camioneta, a modo de alero, para dar un mal reparo al frío matinal.
En esos puestos improvisados hay aquello que no se
consigue en el pueblo: desde verduras frescas, hasta artículos de mercería, o de
almacén.
No faltan los comerciantes de vestimentas y calzado,
con su surtido de ropa rústica para el trabajo, o de la llamativa para las
salidas (la elegante no tiene cabida). Muy a su pesar, mujeres y hombres
quedarán uniformados a la fuerza, ante la carencia de variedad en los modelos
en venta.
Un puestero vocea su oferta: “¡a los fosforitos, a
los fosforitos!, ¡una caja a dos pesos, tres por seis!”
Y los clientes, increíblemente, llevan las tres
cajas de la supuesta oferta…
No falta el niño contento, con un juguete nuevo y ordinario
entre sus manitas.
Entre la clientela hay -al menos- un representante
de cada una de las familias del pueblo. Incluso lo vemos al “Risitas”, ese
muchachito que siempre sonríe y nunca habla; ha venido a comprar las pilas para
su radio; adminículo que lleva a la altura de su oído y mete un barullo
incomprensible.
Están casi todos.
Un feriante le pregunta a mi suegro si no le podría vender
unas tazas con mate cocido, bien caliente, para él y para su acompañante. Al
ver su éxito, lo siguen otros más.
Al rato, mi suegro se gasta ese dinero ganado en uno
de los puestos: compra unos jarros enlozados. Todo vuelve…
Cerca del mediodía la actividad decrece y los
feriantes comienzan a levantar sus puestos, ya se retiran del lugar. Les espera
recorrer la travesía de vuelta, por caminos en mal estado y sobre sus vehículos
destartalados.
Me detengo a conversar por un momento con el dueño
de un vehículo insólito, que no puedo identificar; está pintado de verde
cotorra –horrible color- y su carrocería
es más fea todavía. “Lo hice yo solito”, se ufana el propietario, mientras su
ayudante se hace el importante, mientras se acomoda en uno de los asientos de
la cabina, construido con una silla de estructura rectangular a la que se le
serrucharon las patas. Las puertas del vehículo se traban mediante pasadores,
del tipo máuser.
¡Es un bastidor con su motor Citroën 3 CV!, descubro,
azorado. ¡Y no tiene silenciador!
“Le quedó lindo”, le miento.
Entonces se retiran, en ese engendro ruidoso a más
no poder; resultaron ser los últimos.
Los chicos del pueblo ya revisan los desperdicios,
en busca de algo útil…
creo que nadie se resiste a chusmear los puestos de una feria....
ResponderEliminarGeraldine:
EliminarA los veinte años, mi estatura era de 1,79 metros y hoy, cuarenta años más tarde, se redujo en tres centímetros.
La culpa la deben tener los kilómetros que recorrí a pie, mientras acompañaba a mi esposa, por los miles de puestos de las ferias de todo tipo.
Un gran abrazo.
A mí me encanta "marujear" en esos sitios, aunque por lo que describes aquí son algo diferentes. Ropa no compro pero, por ejemplo, me pongo las botas comprando retales de tela, sobre todo de tapicería, que luego utilizo para entretenerme haciendo manualidades.
ResponderEliminarBesos
María:
EliminarEs cierto, esta feria es una concentración de comerciantes ambulantes.
Sucede que en esos pueblos no hay lugar alguno que venda esta variedad de mercancías y la gente no viaja hasta la ciudad para comprar menudencias, pues el costo del pasaje, más el trajín, lo tornan algo inconveniente.
Besos.
Me entretuve leyendo pausadamente tu relato y me pareciò ver a esos feriantes. Eres muy buen observador y excelente relator Arturo.
ResponderEliminarLo lindo es saber recrear una situaciòn de vida de nuestros pueblos que aùn conservan costumbres coloniales.
Abrazos y buen domingo.
Genessis:
EliminarMuchísimas gracias por tus palabras.
Supongo que me ha ayudado bastante el hecho de no conocer la cultura de los pueblos a través de la visión del turista, o el viajero, sino gracias a haber vivido en esos lugares.
A tanto llegaba mi integración que, en un viaje de vacaciones a mi casa paterna, mis familiares me observaron que hablaba con tonada cordobesa. Y tenían razón.
Un gran abrazo y mis deseos de que pases un muy buen domingo primaveral.
Arturo me reiiiiiiiii con tu feria, pobre hombre del coche, no perdona le hiciste feliz caramba, igual penso, uyyy tengo un descapotable ademas con admirador, xd una mentira disfrazada lo que puede hacer.
ResponderEliminarpasate por mi blog de cosasdemariajesus te deje un regalo. besos
María Jesús:
EliminarAntes que nada, va mi agradecimiento por tu presente, me siento muy honrado por tu atención.
Con respecto al vehículo de este señor, conviene aclarar que lo había construido sobre un bastidor de un Citroën 3 CV, mediante tubos de sección cuadrada, soldados entre sí y recubierto ese esqueleto con chapa plana de acero. Conservaba el tablero diminuto del 3 CV dentro de la cabina. Era todo cuadrado en ese vehículo. Las ventanillas poseían dos paños, uno de ellos fijo y el otro, corredizo. Cabina de pasajeros y caja de carga formaban una sola estructura. La caja no poseía portón rebatible, sino fijo y una loneta cerraba el espacio libre.
A su vez, tanto el comerciante, como su empleado eran caricaturescos. El patrón era un tucumano parlanchín, obeso y calvo, no muy alto. El faldón de su camisa por fuera del pantalón, por causa del abdomen generoso.
El otro era mudo, o lo parecía, de edad indefinible entre treinta y cinco a cincuenta años, poseía el cabello mal cortado, sin brillo ni peine. Dentadura no envidiable y vestimenta humilde. Un típico peón de campo: mal pago y peor tratado.
Besos.
Me has hecho recordar cuando iba a una plaza de la que su nombre no recuerdo, pero si que se vendía muchas monedas españolas, como es natural por los galleguitos que se las llevaron de España, y decidieron venderlas compre muchas de ellas.
ResponderEliminarMagnifico relato haces creer que estamos comprando.
Saludos
José:
EliminarSeguramente, hablas del Parque Rivadavia, donde todos los domingos -antes del mediodía- se arma una feria de filatelia y numismática. Ubican sus puestos alrededor de un ombú, que se halla aproximadamente en el centro del parque.
En el extremo Oeste están los puestos de venta de libros usados –y nuevos-, revistas y CD de juegos y películas. He ido muchas veces allí, pese a que estoy bastante lejos.
Por supuesto, no tienen nada en común con la feria de la anécdota.
Saludos cordiales.
Great note. Super picture! :)
ResponderEliminarYours.
+ Please visit our blogs. :)
"Everyone needs to dissolve the mean time, not only in words."
Thank you for your comment.
EliminarMy best regards.
¡Me encanta esta forma tuya, tan desenfadada y natural, de narrar algo cotidiano! Y me he reído con lo del coche "lo hice yo solito". Ya se nota, ya... Eres un observador cuidadoso y atento de lo cotidiano que, al fin y al cabo, es lo que nos mueve cada día. Estupendo y fresco relato de una feria de ventas, lo que aquí llamamos "rastro" Un abrazo, Arturo, y sigue con estas cosas que tanto nos deleitan.
ResponderEliminarAurora:
EliminarMuchísimas gracias por tus palabras. He intentado transmitir parte del folklore del interior argentino, con las ferias ambulantes, que recorren los pueblitos del interior de las provincias y llevan las provisiones necesarias para la subsistencia.
Parte de la cultura en esas poblaciones es la curiosidad ante lo diferente, que se manifiesta en comentarios ingeniosos, llenos de humor.
Un gran abrazo.
Magnífica descripción. De este lado del charco se llaman mercadillos y tienen las mismas características más ó menos. El dueño del engendro es un artesano en mayúsculas ¡un respeto! :D
ResponderEliminarBesazo
Dolega:
EliminarHe visto cachivaches (autos feos) de todo tipo, pero el de este hombre los superó a todos.
En verdad, no sé como fue que no me tenté de la risa. Para peor, la cabina era petisa y la posición de los pasajeros era incómoda. Imaginate transitar por esos caminos desastrosos en un vehículo no confortable. El frío y la tierra entrarían por todos lados, mientras la carrocería sería más bulliciosa que un par de castañuelas...
Besos.
Me ha encantado lo meticuloso que eres describiendo el bullicio de la feria :)
ResponderEliminarUn beso.
Misterio:
EliminarAgradezco -de corazón- tus palabras.
Me da mucho gusto que el texto haya sido de tu agrado.
Un beso.
Me encantan los puestos de las ferias y ha sido leerte y sentirme allí.
ResponderEliminarGracias
Pilar:
EliminarLas ferias tienen su encanto, sean multitudinarias e inmensas, o precarias y diminutas, como la del relato.
El agradecido soy yo, por tus palabras.
Un gran abrazo.
Yo creo que la vida de los feriantes es muy dura, claro que cuando ellos lo han elegido...
ResponderEliminarMuy bien explicado tu relato ferial.
Un abrazo
María de los Ángeles:
EliminarEn este caso debo creer que "la necesidad tiene cara de hereje".
Según me comentó mi esposa, cuando era una adolescente, debió ayudar -junto a otras hermanas- al padre, y para ganarse el sustento se convirtieron en feriantes.
Los sábados iban a unas parcelas y compraban la verdura a los quinteros; la preparaban y salían de madrugada en su camioneta a venderla en la Provincia de Tucumán. Vendían todo, pues era muy seleccionada la calidad de sus productos. Eran en total once hermanos y ella es la tercera...
Catamarca es una de las provincias pobres y atrasadas del noroeste argentino.
Un gran abrazo.
Amigo, eres un maestro, que con tu pincel nos muestras una alegoría singular, a la que pintas con tu prosa de colores muy reales, es lo cotidiano, lo que que en la ciudad no imaginamos.
ResponderEliminarAl recorrer esos lugares nos llama la atención esa simpleza extraña a nuestras costumbres y tu lo cuentas como detallando ese cuadro que nos regalas.
Como siempre, hermoso Arturo, gracias.
Un abrazo.
Luis:
EliminarMuchísimas gracias por tu comentario.
Cuando asistía a las Fiestas Patronales de pueblitos, u otros festejos similares, quedaba fascinado al presenciar el germen del comercio, presente en lo puestos de venta variopintos.
Te debo lo del foro; es que piden demasiadso datos personales, que este defensor a ultranza de la libertad individual no está dispuesto a regalar.
Un gran abrazo, mi amigo.
A mí también me gusta la forma de narrar tus historias, Arturo. Es como una crónica de un día cualquiera de Feria. Aquí lo llamamos mercadillos. Son, posiblemente, algo mejores que lo que narras pero por el estilo: mercancías de todo tipo y personajes variopintos. Aunque, a decir verdad, el mercadillo por excelencia es el Rastro madrileño donde ahí sí que es posible encontrar casi de todo. Recuerdo que en uno de sus puestos vendían planchas a vapor (para planchar la ropa), con algún defecto en su fabricación, completamente nuevas. Las vendían a 3 euros, cuando su precio real y en perfectas condiciones serían unos 30 euros. Pues bien, la gente se las quitaban de las manos. Yo también compré una. La plancha que yo llevé a casa y que desmonté solo tenía unos cables internos que no hacían contacto y no cerraban el circuito. Fue muy fácil el arreglo y todavía hoy funciona.
ResponderEliminarUn abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Mos:
EliminarHaz hecho muy bien, aunque luego quizás te hayan recriminado que no le gustaba el color. (ja, ja, ja)
Aquí hay varios lugares con tiendas de viejo, o cambalaches, donde conseguir objetos viejos.
Mi esposa ha comprado varios abanicos de celuloide, sifones de vidrio, planchas a carbón y de fundición de hierro sólidas. Ni te cuento de los productos artesanales: jarras, mates, morteros (tenemos uno, que mide como medio metro de alto y pesa una tonelada), bombillas, adornos varios...
Todo sea por comprar.
Un gran abrazo.
Hola Arturo, de pequeña me acuerdo muy bien cuando estos "feriantes" iban a mi pueblo una vez a la semana estando yo de vacaciones con mis abuelos, y aquello era muy bonito ya que como tu dices llevaban cosas que durante el resto de días en el pueblo no tenían o eran mas caras, ahora en la ciudad también los hay y les decimos mercadillos, cada día en diferentes lugares de la ciudad están "acampados" y es tal y como tu lo cuentas, estaremos al otro lado del mundo o lo que sea pero las costumbres son las mismas verdad?, me ha gustado mucho como nos lo cuentas y los recuerdos que me has traído:)
ResponderEliminarBesotes!!
Piruja:
EliminarComo era muy de ciudad, mucho me llamó la atención este tipo de comercialización.
En otra oportunidad, en que estaba de recorrida por los campos de la provincia bonaerense, pojo en los gasoductos, se nos hizo tarde y el estómago nos chiflaba de hambre. Tras ingresar en varios poblados, sin mayor suerte, hallamos un almacén de campo, que era despacho de bebidas y comidas. Comimos dos salamines caseros con cerveza y pan criollo –no había otra cosa- , de parados y junto al mostrador.
El lugar era un ambiente detenido en el tiempo, quizás desde hacía ochenta años, o más…
Muchos besos.
Lindas son por cierto las ferias. Pero en esta descripción me transporté. Muy bien lograda y es así, hay de todo.
ResponderEliminarCerca de casa se arma una martes y viernes y por horario de trabajo no puedo ir a buscar los productos frescos. Me encanta el colorido, las voces de la feria.
Pobrecito el 3 c v si el verde es un lindo color! jaa
Saludos van, Arturo. Un gusto pasar por aquí a leer.
Sandra:
EliminarMuchísimas gracias por tus palabras, tan generosas.
Te diré que ese cachivache no es que estuviera pintado de verde, estaba "disfrazado" de verde fluo. Y no lo necesitaba para hacerse ver, pues entre el barullo que metía y lo inaudito de su diseño, lo miraban hasta los ciegos...
Entre las primeras cosas que escribí, está la descripción de la feria municipal a donde me llevaba mi madre cuando hacía sus compras, aun era un pibito.
Un gran abrazo.
aqui en mexico estos puestos son una locura, ademas que un culto a la piratería...y escuchas por todos lados...PASELE PASELE, SIN COMPROMISO, SIN COMPROMISO, Pero te están metiendo en los ojos lo que venden... la verdad sin menospreciar el folclor, a mi me desesperan las vendimias.
ResponderEliminardesde el punto de vista literario, entrar a tu blog y leerte es un placer que nos lleva de la mano
un abrazo amigo...
carlos
Carlos:
EliminarProbablemente hablas de puestos de baratijas, del todo por dos pesos -o dólares-, donde se consigue mercadería de contrabando y barata, de origen en el sudeste asiático y China. En su momento los ví en Ciudad del Este (Paraguay) y en Yacuiba & Pocitos (Bolivia}.
Entiendo que por vendimias, hablas de la cosecha de la vid y su producto, algo que desconozco en todo detalle.
Solo una vez -allá por 1983- un viñatero me convidó un vaso de vino tinto que estaba pasando a un envase de cincuenta litros (damajuana). No estaba rebajado. Lo olí, probé y tomé. Fue como plomo fundido en el esófago y luego un ardor estomacal...
Un gran abrazo.
arturo me referia a algo que aquí hacen en la ferias, se poner una cosa que le llaman tianguis... vendedores de todo, desde artesanías hasta equipos electronicos, con decirte que te puedes comprar hasta un elicoptero jajaj
Eliminarun abrazo
carlos
Carlos:
EliminarDeben ser un lugar digno de ver, tanto por el espectáculo que deben ofrecer, como por la amplitud de la oferta.
Un gran abrazo.
En verdad eres un maestro querido y admirado amigo escribiendo relatos.
ResponderEliminarInfinitas gracias por concedernos el privilegio de ser testigos de estos y miles de besinos de esta amiga que te quiere un montón y siempre te lleva en el corazón.
Ozna-ozna:
EliminarDesde ya, muchísimas gracias por tus expresiones tan dulces.
Es un gusto haberte conocido a ti, que eres otra excelente muestra de la calidad humana de la gente que vive en la tierra de mis mayores.
Y, por supuesto, te envío mis besinos, mi muy estimada amiga.
Arturo como estás querido amigo?
ResponderEliminarDespués de leerte un suspiro se me escapa de mi boca, está tan bien relatado que me da la sensación de haberlo vivido.
Querido amigo estamos , con Luis (El Moli) escribiendo en un foro muy cálido con gente de Buenos Aires, México,Venezuela,España etc. nos encantaría que estés entre nosotros
te esperamos.
Juegos Literarios S.R.L.
Te esperamos a ti y a todos tus amigos
Gracias!
Meryross:
EliminarHola, mi querida amiga. Muchísimas gracias por tus palabras, vos sos siempre tan amable con todos, que da gusto…
Te agradezco la invitación para unirme a ustedes; pero, resulta que ya no doy abasto para mi jornada de teletrabajo, más la administración del blog y la visitas a los otros amigos, más Facebook, donde me inscribió una sobrina mía. La vista se pone a la miseria de tantas horas frente a la pantalla y las manos no responden (ya las afectó la enfermedad). No obstante y en la medida de lo posible, daré una vuelta por allí, para ver cómo están ustedes.
Te envío un beso y un gran abrazo.
Aquí llamamos mercadillos a este tipo de tiendas ambulantes.
ResponderEliminarCreo que nadie se resiste a pasear por ellos y a comprar algo compulsivamente que, posteriormente, casi nunca utilizas.
Un cálido relato atemporal que me ha gustado.
Besos.
Belén:
EliminarAl final, esos objetos que parecerían inútiles, tienen su importancia, puesto que gracias a ellos, al tirarlos, se puede hacer limpieza para dejar un lugar libre...
Y muchas gracias por tus conceptos.
Un abrazo grande.
Me encantan las ferias, siempre me gustaron. Acá hay una muy grande que se monta todos los domingos por la mañana, el rastro (te sonará). Pero no hay muchas ferias en Madrid.
ResponderEliminarMuy bueno el relato, me trasladó.
Un beso Arturo
Eva:
EliminarTras tantas menciones, tuve que ir a informarme sobre El Rastro madrileño.
Pude ver que abundan los puestos ambulantes, que ya están normalizados, de modo de ser muy parecida su estructura, aunque las mercaderías varíen.
Probablemente, muchos de ellos sean comerciantes por cuenta propia, que sobreviven gracias al producto de esos puestos. Ya que, para establecerse en un local, necesitarían poseer un mayor respaldo económico.
Un beso, mi amiga.