jueves, 8 de noviembre de 2012

Fauna estival


Los infaltables invitados indeseables a todas nuestras fiestas nocturnas de Navidad y Fin de Año eran los insectos voladores.
Con su presencia plagaban las lamparitas incandescentes, en su baile desordenado, cual nube de electrones en órbitas aleatorias alrededor de su núcleo.
Componían ese ballet desordenado un ejército de cotorritas, pollillas de variados tamaños, cascarudos de todo tipo y los infaltables mosquitos y zancudos. Vale citar que aquellas fuentes de luz nos resultaban insuficientes, mortecinas y que solo servían para atraer a esa gran cantidad de insectos; unos  diminutos seres que se empeñaban en molestarnos con sus vuelos inconvenientes frente a nuestros propios ojos, narices y labios, donde tenían por costumbre posarse.
Encima de todo, había algunos muy agresivos, que picaban nuestra piel.
Ni qué decir acerca de la cantidad de bichos que terminaban sus cortas vidas dentro de un vaso a medio llenar (o vaciar) con cerveza, sidra o algún tipo de brebaje químico denominado como jugo de frutas, de sabor naranja o pomelo. Más de un desprevenido se los bebió de un trago, sin darse cuenta de ello.
En los espacios más retirados de la casa, podía llegar a apoltronarse alguno que otro sapo goloso. Allí se daba un enorme atracón con aquellos bichos que aterrizaban cerca de su presencia. Según mi madre cuenta, pudo ver a uno de estos batracios en esa actitud devoradora. También observó cómo se retiraba a duras penas, sólo para morir más tarde, reventado desde su interior por causa del enjambre de insectos que había engullido.
El pobre perro de la familia se pasaba tales jornadas escondido debajo de las mesas, torturados sus oídos por el incesante estrépito ocasionado por la pirotecnia que, sin el menor cuidado, manipulábamos los más chicos de la casa.
De nada servían los espirales contra los mosquitos, ni la pulverización de insecticida, por medio de la maquinita del "Flit", todos aquellos bichos seguía allí, inmutables.
Esa molesta presencia de insectos creíamos que debería ser una compañía perdurable y típica parte de los festejos de finales de diciembre; nos equivocamos una vez más, hoy están casi desaparecidos.
Lo mismo pasó con los sapos y con las lamparitas incandescentes que alumbraban aquellos patios, en aquellas casas grandes, de familias numerosas.
   

18 comentarios:

  1. Oi Arthur!
    Muito interessante a imagem.

    Se quiser passar no meu humilde blog e comentar fique a vontade

    Bjos

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    1. Mary:
      Muito obrigado pela sua visita e seu comentário.
      Não tenho dúvida de que vou fazer, com prazer.
      Beijos.

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  2. A¡y el Flit! Cuantos recuerdos... Teníamos un perro que odiaba el flit. además adivinaba cuando lo íbamos a echar y salía despavorido jajajajaj
    Besazo

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    1. Dolega:
      Era un pulverizado pestilente. Para peor, lo echaban justo antes de comer; lo que hacía que tuviéramos que echar mano a las servilletas para tapar los platos, los cubiertos y los vasos de la lluvia finita de insecticida...
      También existía la tela mosquitera en las aberturas y las cortinas plásticas de flecos anchos, para evitar -sin suerte- el ingreso de los bichos a la habitación.
      Por supuesto que todo el escrito es una excusa mía, para hacer notar la pérdida de los caserones y las familias inmensas.
      Besos.

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  3. Este fenómeno lo hemos padecido bastantes.

    Hace años en mi residencia de verano por estos litorales existían muchas charcas esperando el progreso y la civilizacion que construyeran edificios ,pero hasta que eso llegó, en verano los mosquitos nos traían en jaque todas las noches.

    Saludos

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    1. José:
      Aunque parezca mentira, cuando se habla de las bondades de vivir en pleno contacto con la naturaleza, se obvia mencionar que hay que soportar el asedio de todos los insectos.
      Cuando trabajaba en el Norte de la Argentina y debía estar en el medio del campo, no había repelente que sirviera ante el ataque de los mosquitos (aquí llamados jejenes); debía ir cubierto todo el cuerpo, dejaba solo el rostro en contacto con el aire y con cuarenta grados de temperatura y elevada humedad...
      Un gran saludo.

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  4. Sí que era pestilente. Aún recuerdo aqquel olor que se incrustaba en la nariz y te jodía el olfato.

    Recuerdos, Arturo. Los hay de todos los olores y sabores.
    Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.

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    1. Mos:
      Recuerdo que cuando salieron las primeras pastillas termoevaporables, nos parecía un sueño; pues olían muy rico.
      Además, veíamos a los zancudos muertos alrededor del aparatito.
      Si nos quedábamos sin repuesto de tabletas, alcanzaba con mojarls un poco con agua y salíamos del paso.
      Hablo de inicios de los 80's; pues con el tiempo y las economías de la producción, llegamos a estas tabletas de hoy en día, que no sirven para nada...
      Con los repelentes sucede otro tanto.
      Un gran abrazo.

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  5. Arturo, tu recuerdas los caserones con familias numerosas, yo aquellas fiestas donde cortábamos la calle y todos los vecinos armaban mesas en la misma, lógico que después se bailaba, ha pasado tanto tiempo...
    Un abrazo nostálgico amigo.

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    1. Luis:
      Decime si no te vino a la mente: "con esta mano, le pegué a mi hermano", de Sandrini, en La Casa Grande.
      Las familias de entonces eran bien numerosas y las piezas formaban un trencito frente al patio. Se compartía todo, se conversaba mucho, se contenían mutuamente.
      Cuando tocaba estar de farra, salían todos en tropel, ya fuera hacia un baile en la sociedad de fomento, o en un club, o iban al cine de barrio, o simplemente a pasear (y solo eso) por el centro de la ciudad.
      Hoy se vive fuera del departamento -que es un dormidero- y ya a la mañana se empieza con el desparrame: los nenes a la escuela, ella a su trabajo y él al suyo; luego, los niños quedan al cuidado de una abuela. A la noche, ¡al fin!, se reúnen esos extraños para comer una pizza (que les trajo el "delivery") y ver la TV.
      Y así se va la vida...
      Un abrazo, mi amigo.

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  6. Ja ! Me acuerdo de la maquinita de flit, sí! Y de los espirales. Perdón pero mosquitos hay y bastantes acá en el conurbano. Apostaría a que algunos tienen músculos. Vivo rodeada de verde y eso los atrae aún más. Ahora se usan esos palos con citronela pero no aplican sólo para navidad. Con el calor también aparecen los llamados "alguaciles" o libélulas que cuando tocan los tubos de luz hacen un ruidito particular. Me fascina verlas. Saludos van, maestro!

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    1. Sandra:
      Esas citronelas, fabricadas con un envase de aerosol y llenas de ese aceite amarillento, con una mecha, las ví en el Tigre, ya hace muchos años. No sabía cuál era su función.
      De chico me maravillaban los alguaciles, pues sus colores eran hermosos. Significaban la llegada de tormenta.
      El lugar con más mosquitos (de los zancudos, digo) que conocí era una planta compresora del gasoducto en Recreo, Santiago del Estero.
      Allí había un calendario de plagas, pues sucesivamente había zancudos, juanitas, zorrinos, bichos tipo bolita, hormigas, etcétera.
      En cierta oportunidad, apareció un auditor de la empresa en Deán Funes, Córdoba; luego de terminar su labor pidió ir a Recreo. Todos le dijimos que no se lo recomendábamos porque lo iban a comer vivo los zancudos. El auditor, muy vivo él, pensó que allí había gato encerrado e insistió en que lo llevasen. Tras cuatro horas y diez minutos estaba de regreso, asustado y asombrado del fenómeno: solo estuvo diez minutos en la planta y se subió a la camioneta para desandar otras dos horas de viaje (incluso cruzó dos veces las Salinas Grandes, en ese recorrido). Mientras nos contaba su experiencia, de adentro de aquella camioneta salían algunos zancudos que habían viajado como polizones.
      ¡Eso sí que es una plaga de mosquitos!
      Un gran abrazo, Seño.

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  7. Una bella y entretenida descripción de una escena que tantas veces he vivido en mi infancia....
    Nunca se me ocurrió recordarlos de esta manera.
    Me gustan estos recuerdos que se hacen comunes en nuestras infancias a pesar de haber vivdo en diversos lugares.
    Muy buen escrito Arturo.
    Que tengas un lindo finde....
    Abrazos.

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    1. Genessis:
      Muchas gracias por tus palabras. Me imagino que todos padecíamos a esos pobres bichos.
      Cuando era un niño solía cazar mariposas. Hubo una vez, en casa de mi abuela, en que la cantidad de mariposas era descomunal. Los pequeños intentábamos sin éxito cazar alguna, mediante el empleo de unas ramas de paraíso, peladas de hojas; pero, ninguna caía. Entonces, le pedimos a mi tío Eduardo que nos cazara alguna; recuerdo que hizo un solo abanicado con la rama y cumplió con el pedido. No lo podíamos creer.
      Un gran abrazo.

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  8. Vaya, pues siento que a mí ¡no me evoque ningún recuerdo!. Me gusta la escena que describes, pero sinceramente....he convivido poquito con los mosquitos y sus compatriotas. ;)

    Un besote Arturo.
    Aquí en Navidad, se congela toooooodo, incluso esos mosquitos.

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    1. Laura:
      En esta cuestión lo primordial es el medio ambiente en el que uno ha vivido.
      Donde nací y me crié, la ciudad de Buenos Aires, la presencia de esta fauna era muy común durante mi niñez. He vivido en lugares peores en ese aspecto y en otros donde casi no había insectos. Cito por caso Comodoro Rivadavia, una ciudad donde reina el viento patagónico, que se lleva la plaga.
      Obviamente, en el hemisferio austral se festejan las Fiestas en pleno verano...
      Es curioso, pues nuestros abuelos festejaban -a fines de diciembre- con las mismas comidas del invierno europeo; así es que comíamos lechón, pollo, o pavo; en la mesa dulce nos dábamos un atracón con peladillas de almendras, turrones (de maní, de almendras, de huevo, etcétera), garrapiñadas de maní o almendra, maní envuelto en chocolate, nueces, almendras, pistachos, avellanas y demás frutas secas, como las ppasas de uva, de higo, dátiles...
      Nunca faltaba el pan dulce (o de Navidad) relleno con piñones, nueces, almendras, frutas caramelizada y aromatizado con agua de azahar...
      Con el tiempo, se adapptó al clima y aparecieron el clericó, los arrollados con pionono, las ensaladas de todo tipo, los tomates rellenos y los huevos rellenos, todo comida fría...
      Lo que no cambió fue la bebida: vino, cerveza fría, sidra, champán y gaseosas para los más pequeños. Hasta se compraban barras de hielo, para enfriar tantas botellas.
      Y toda la fiesta era al aire libre; pues, con el calor nadie soportaba estar en los interiores, ya que la temperatura siempre estaba por encima de los treinta grados centígrados (o Celsius).
      Hoy llovió y descendió la temperatura agobiante de los últimos días, que rondaba los treinta y cinco grados.
      Un beso.

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  9. ARTURO,recuerdo esos dias de verano cuando en una oportunidad un enorme cascarudo cayó en mi escote,imaginate ...me dió mucho asco,entonces que hice?...simple, mientras saltaba en mi desesperación, me saqué el corpiño... y todos contentos.

    cariños para vos!

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    1. Meryross:
      Lo que te pasó fue bastante feíto (al menos para vos).
      Los cascarudos en general no son peligrosos, excepto aquellos que pican o -peor aun- expelen fluidos como defensa (la chinche molle, la chinche hedionda o la juanita); por lo general con un olor horrible y corrosivo.
      Al final, tuviste bastante suerte de que fuese solo un susto, complementado por un show impensado para los demás. Ojalá te haya declarado su amor algún embelesado, que nunca falta.
      Un beso.

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