martes, 10 de julio de 2012

El extraño poeta

Bien se podría decir que aquella atracción precoz que sintió por la poesía en su niñez, con el paso del tiempo devino en una obsesión increíble.
Ya de niño se destacaba en la escuela por ser el primer voluntario a la hora de recitar poesías. Se recuerda que su memoria prodigiosa no le fallaba nunca. Sin importar lo extenso que llegasen a ser las obras que recitaba, él jamás titubeaba. También consta que, a medida que crecía, comenzaba a agregarle a sus recitados modulaciones diversas en la entonación de su voz, que complementaba con todo tipo de ademanes y gestos en su rostro.
Daba gusto verlo recitar; repiten a coro las pocas ancianas que tuvieron la oportunidad de escucharlo en aquellos días.
Sin dudas se puede aseverar que estos éxitos prematuros alimentaron en él un deseo de destacarse en esa rama de las artes. Su entusiasmo por la poesía alcanzó un punto tal que le comenzó a parecer poca cosa el solo hecho de recitar textos archiconocidos: a partir de ese momento decidió que sería él quien compondría los poemas de su repertorio. No dudaba de su capacidad innata para ello.
Durante los últimos meses de su estancia en la escuela primaria, el auditorio pudo comprobar el cambio operado en sus actuaciones. Azorados observaban el entusiasmo desmedido del niño puesto de manifiesto en su despliegue escénico, donde no faltaban sus veloces desplazamientos de un extremo al otro del escenario, los gestos sobre actuados (más que de rutina), las lágrimas y los gemidos con los que recitaba los pasajes más trágicos del poema. Nadie podía comprender la razón a tanto despliegue ante obras tan insulsas. Con estas representaciones finalizó su etapa de niño prodigio.
Mientras cursaba el colegio secundario se dedicó sin descanso a colaborar con la revista literaria que editaban sus compañeros. Nunca faltaba entre sus páginas una poesía firmada por el precoz y abnegado Simón Montreaux, un seudónimo que Simón Spiciafocco ha empleado durante toda su vida.

Para la amarga profesora de Literatura, la señorita Susana Pantuno, los trabajos de Simoncito no pasaban de ser una mala imitación de las poesías de Rubén Darío, o de Amado Nervo.
En esta segunda etapa de su vida no tuvo la oportunidad de lucirse en los recitados de poesía, ya que lo que abundaban en los días festivos eran las representaciones teatrales, los bailes o los números musicales.
Con gran abatimiento, el joven Simón comprobó que nunca llegaba a convencer a los profesores, o a sus pares, acerca de la conveniencia de representar alguno de sus poemas; en su lugar, se ponían en escena versiones de aficionado de conocidos musicales de la pantalla cinematográfica.
Una vez alcanzado el bachillerato, consiguió su primer trabajo en un lugar soñado: la “Biblioteca Popular José Ingenieros”, una institución barrial que era solventada por un grupo de libertarios entusiastas.
Si bien este empleo le deparaba un ingreso más que módico, sentía que se compensaba con creces tal limitación por la posibilidad que le brindaba de acceder -sin restricciones de ninguna índole- a toda la literatura que él deseara leer. Simón leyó con fruición todo aquello que tuvo a mano, en especial la obra de los poetas de nuestro país. En tal actitud se pasaba hora tras hora, enfrascado en la lectura de libro tras libro. También asistía a las clandestinas reuniones semanales que solían celebrar aquellos hombres, lo hacía con el único fin de demostrarles sus aptitudes para el recitado.
Algún avispado entre ellos tuvo entonces la brillante idea de organizar reuniones de poesía argentina en el ámbito de la biblioteca. Hasta se imprimieron afiches, donde figuraba Simón Montreaux como la principal figura de la gala.
En esos festivales, el poeta solía recitar unos pocos poemas, tantos como fueran necesarios hasta que los libertarios comprobaran que entre los concurrentes no hubiera ninguna persona infiltrada y pudieran, por fin, iniciar las ponencias individuales, que eran el objetivo primordial del mitin.
No obstante el papel de pantalla de sus actuaciones, Simón adoraba esos momentos de gloria en los que todos permanecían callados, en apariencia, atentos a su actuación.
Los conocimientos adquiridos durante esos meses le fueron útiles para una impensada manera de ganar dinero: la redacción de innumerables cartas de amor, que más de un tímido enamorado le solía encargar, con el propósito de embelesar a través de ellas a su amada esquiva. En contrapartida, le pagaban al poeta más que bien por tal tarea.
Probablemente, a causa de ello es que Simón comenzó a generar poesía a granel. Entonces, la necesidad de suplir la evasiva inspiración lo obligó a sistematizar su labor, como antídoto al riesgo de volverse loco ante tanta cantidad de trabajo.
Es bien sabido que los artistas dan lo mejor de sí solo en aquellos momentos de inspiración plena, por lo que la acción de trabajar por pedido perentorio no resulta ser la mejor manera de alcanzar una obra maestra.
Entonces, su mente comenzó a guardar infinidad de duplas de palabras, que formaran una rima perfecta y que resultaban aptas para ser empleadas en cualquier ocasión. Así, era previsible que si en algún verso utilizaba la palabra dolor, haría que rimara con la palabra amor. La misma técnica empleaba con las palabras corazón y tesón, dulzura y ternura, presuroso y cariñoso, e infinidad de pares invariables.
Como resultado de sus contactos con los libertarios, Simón obtuvo la que sería su fuente de ingresos principal durante gran parte de su vida: el ejercicio de la docencia.
En dicha labor, Simón ponía de manifiesto ante el alumnado sus profundos conocimientos sobre la vida y obra de destacados prosistas y poetas, aprendidos durante sus jornadas extensas de lectura en la biblioteca. No escapaba ocasión en la que recitara e hiciera recitar a sus alumnos las más variadas obras de la cultura universal.
Jamás logró que alguno de sus alumnos siguiera sus pasos.
Es durante esos días que su mente comienza a imaginar cómo debería lucir un poeta de fuste. Y en esa dirección empiezan a tomar cuerpo en él una serie de ideas peregrinas, tales como que, para representar un auténtico artista, es imprescindible vestirse con ropas color oscuro, preferentemente de negro. En esa misma tesitura es que, según Simón, un poeta excelso jamás habrá de llevar el cabello corto, pues una melena da el aspecto soñado de artista libre, e incomprendido. A tono con esta apariencia, la figura del poeta ha de ser lánguida y breve. Algo imposible de lograr por él, un muchacho regordete y petiso.
Por ello es que comienza a vestirse con ropas de un par de talles más grandes a los que le correspondían.
Para demostrar su dominio de la lengua castellana, a la edad de veinticuatro años, comienza a expresarse a través de los vocablos más extravagantes que puede hallar; cree que con este accionar nadie llegará a dudar de sus amplios conocimientos lingüísticos. Además, suma la utilización de metáforas y parábolas en sus comentarios y explicaciones, con lo que logra que el verdulero del barrio, o el carnicero, no sepan nunca qué despacharle.
Muy diferente era entonces su suerte con las muchachas, quienes, embelesadas por la supuesta genialidad de Simón, lo seguían, embobadas.
Por esas cosas de la vida, se entremezcló con gente de muy buena posición. Todo empezó cuando uno de esos tímidos para los que redactaba misivas románticas lo llevó consigo a un ágape; allí Simón debería observar a la damisela que desvelaba al galán chambón y con esta visión redactar entonces una apasionada declaración amorosa. Pero, en aquella reunión de personajes livianos, ni bien se supo entre la concurrencia su oficio de poeta, se vio rodeado por las mujeres, quienes -sin demasiado esfuerzo- lograron convencerlo de recitar algunos poemas. A partir de esa noche, no había reunión social en la que la anfitriona de turno no invitara a Simón.
Su relación con todas ellas resultaba platónica al extremo: ellas lo adulaban y suspiraban, mientras que él les recitaba melosos poemas, con voz impostada y melena bamboleante. Otra sublime actuación de Simón. Y volátil capricho de ellas.
Como corolario, una de estas admiradoras, quizás para lograr figuración, con la malsana intención de humillar a sus amistades con la virtuosa acción de mecenazgo que emergía de su acto, o tal vez por compasión hacia Simón, financió la edición de un cuadernillo de poesías del artista.
Más allá de toda especulación sobre las razones de tal actitud, esta acción llenó de dicha al poeta. Significaba para él haber dado el paso más trascendental en su carrera: tenía sus obras editadas.
El resultado de tal emprendimiento fue un rotundo fracaso editorial: prácticamente no se vendió ningún ejemplar, salvo alguna que otra copia adquirida por las más entusiastas de entre sus seguidoras embelesadas.
Esta situación dio pie a Simón para que asumiera el rol de víctima. Solía argumentar a partir de entonces, con algún fundamento cierto, que sus poemas no alcanzaban el éxito pues el contenido de los mismos excedía la comprensión del medio ambiente que lo rodeaba. Clamaba ser un incomprendido de la época.
Poco a poco, las admiradoras se cansaron de él, en la misma medida en que comenzaron a poner sus ojos en un lascivo gurú hindú.
Era bien conocida su costumbre de asistir a cuanta presentación de libros de poesía hubiera en la ciudad de Buenos Aires. En tales ocasiones adoraba conversar con los autores. Quizás esas veladas le hiciesen rememorar aquella oportunidad lejana en la que presentó su propia obra. Y soñase con repetir la experiencia con sus nuevos trabajos, mucho más comprometidos y pulidos que los previos. Por lo menos así lo daba a entender a quien quisiera escucharlo.
En estas rutinas transcurría la vida de Simón, hasta que en el colegio donde daba clases de Literatura apareció un día una colega, para dictar Biología.
Fue amor a primera vista.
Ella se llamaba Beatriz y era bioquímica.
A los ojos de Simón, esta señorita, de treinta y tantos años, resultaba ser la más bonita entre todas las mujeres; o al menos, entre aquellas que trabajaban en ese establecimiento educativo. Poco le importaron al solitario poeta las gafas de miope consumada que escondían las facciones del rostro de la joven o esa figura carente de curva alguna que exhibía su cuerpo: él se comidió de inmediato -como hace todo caballero galante- a acercarle la silla, para que la dama se sentara a la mesa de reuniones presente en la sala de profesores. Acto seguido, se sentó a su lado.
Él, para congraciarse, no hacía otra cosa que escribirle apasionadas poesías (qué más se podría esperar en este caso).
La actividad laboral principal de Beatriz, desarrollada en un laboratorio análisis del barrio de Floresta, lo ponía en serios aprietos a la hora de la creación de su obra: imaginarla en ese ámbito aséptico, pródigo en reactivos y malolientes muestras no resultaba la mejor ayuda.
Por eso, para ocultar lo desagradable del entorno en que pasaba sus horas la joven, es que Simón comenzó a elucubrar las metáforas más rebuscadas. Como resultado, su obra comenzó a poblarse de versos crípticos. Invariablemente, ella lo gratificaba con la devolución de esas mismas esquelas, sobre las que un beso marcado con el carmín de sus labios demostraba su aprobación. Aún al día de hoy, él atesora esos papeles, ya arrugados, amarillentos y grasosos.
Lamentablemente, ese amor duró únicamente un año lectivo, ya que la muchacha cumplía una suplencia y al reintegrarse al puesto la profesora titular, debió dejar el cargo.
Para peor desgracia de la pareja, esta contingencia coincidió con un aumento de trabajo en el laboratorio, con la consiguiente carga de horas extraordinarias de ocupación para la muchacha. Y como broche final, los padres de ella, al tomar conocimiento de que el pretendiente de la joven era un soñador empedernido, se opusieron al noviazgo.
Esa actitud paternal echó un balde de hielo a la relación, pues ella no se animó a contradecir tal imposición paternal.
Este fracaso sentimental hundió a Simón en una profunda depresión, no soportaba más ir a ese colegio donde cada espacio le recordaba a su amada perdida.
Renunció a su cátedra, sin más trámite.
Por fortuna, otro amigo libertario le consiguió un trabajo como corrector de estilo en un periódico sensacionalista, de gran tirada. Gracias a este trabajo Simón no se sintió tan alejado del mundo artístico, pues de continuo se informaba sobre cuanto hecho cultural acaecía en la ciudad.
Tras unos años de actividad en esa empresa comprobó que lo que en un principio parecía una transitoria disminución de su actividad creadora, se había convertido en una ausencia completa de producción literaria, de modo que empezó a emplear su arte en los textos del diario.
Esta novedosa actitud no pasó desapercibida, pues tras unos pocos vocablos demasiado cultos para los lectores, en los textos de la sección arte y ocio, Simón pasó a emplear sofisticadas argucias literarias para las noticias policiales.
Al poco tiempo lo echaron de la redacción, no sin antes haberle advertido repetidas veces que esa manera de redactar no era el estilo editorial característico de la publicación.
Con el paso del tiempo, su modo de expresarse se tornó más hermético e ininteligible.
Su obra se tornó imposible de dilucidar; con inusitada frecuencia, aquellos que tenían la oportunidad de escucharlo, en algún café literario, finalizaban la audición con una discusión acerca de lo que había querido decir el artista en ese extraño y amorfo poema.
Finalmente, ya aburridas de sus reiterados argumentos, sus amistades dejaron de frecuentarlo, o mejor dicho, comenzaron a esquivarlo.
Sin comprender lo que le pasaba, el poeta se vio de buenas a primeras solo, incomprendido y librado a su suerte.
Por esas cosas del destino, que trocan un desatino en un acierto, la tirada de aquel poco exitoso cuadernillo de poemas primigenio resultó excesiva, lo que significó que quedara en poder del autor una enorme cantidad de ejemplares. Gracias a ello, comenzó a vender al menudeo tales publicaciones en los colectivos. Allí, en cada vehículo que abordaba, Simón recitaba un corto poema a los adormecidos pasajeros, para que -eventualmente- alguno de ellos le adquiriera un ejemplar. Con esta actividad comercial el poeta ayudaba a solventar sus gastos más elementales.
Hoy ya se lo puede ver trajinar por cualquier calle perdida de la ciudad, demacrado por el paso de los años y la mala alimentación. Su melena, rala y entrecana, no luce como antaño. Su traje negro de casimir cruzado, prenda que engalanó sus mejores días, luce raído y mugroso, al igual que la gastada tela de su camisa de algodón egipcio. Complementa el cuadro un calzado sin lustre, acorde a su actual aspecto miserable. Sus anteojos, de cristales opacos y armazón rota, escasamente lo ayudan a leer los libros pringosos de enésima mano que puede conseguir ocasionalmente en librerías de mala muerte. Ya nadie lo acompaña ahora.
Deberemos suponer que Simón se siente realizado.
     

22 comentarios:

  1. Muy buena publicación Arturo, pero muy extensa.
    Un abrazo.
    (¿Terminaremos así?)

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    1. Luis:
      Gracias por tu comentario, tengamos en cuenta que en su obra literaria no abundaban las coplas, ni los haikus.
      Por otra parte, la vida de un poeta es demasiado pródiga en hechos, de modo que -en este caso particular- se me hizo difícil no abundar en detalles.
      Para terminar como Simón, además del factor suerte, hay que buscar el fracaso, como él: ser el creador de una obra controvertida, incomprendida, o -directamente- ser un mediocre.
      En una de las fábricas en que trabajé, había un tape correntino, que "le hacía el gusto" a la poesía. Escribía cuartetas y su rima era de lo más predecible, tal como explico para Simón. Este hombre era el más feliz del mundo si sus compañeros lo escuchaban mientras leía sus poemas; ya fuera en Pascuas, a fin de año, o en Fiestas Patrias. ¿Quién puede decir que fue un fracasado?
      Un abrazo.

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  2. No se merecìa SIMÒN este destino,èl dedicò su vida a la poesìa, trabajò incansablemente,siguiò adelante una y otra vez a pesar de las derrotas.
    Que pasò? cual fuè su error?..no encuentro la respuesta...
    ARTURO. buenisimo tu relato, tan real que hasta siento tristeza....
    cariños !

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    1. Meryross:
      El pobre Simón era un Sallieri de la poesía. Imaginate las rimas que hacía y lo intrincado de su lenguaje que nadie le entendía nada.
      Sin dudas que no se daba cuenta de que debía mejorar con la ayuda de alguien.
      O quizás, en su mente, se sentiría un genio incomprendido.
      Un beso.

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  3. Es que hay personas que con tal de meterse en el papel, hacen cualquier cosa. Y este hasta que no fué poeta, no paró. jajaja
    Besazo

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    1. Dolega:
      Lo peor, para quien tiene una vocación tan marcada, es no contar con el talento necesario.
      Tú me dirás, si con el asunto de la cocina, no has visto más de una bien intencionada cocinera, que te ha dado a comer bazofias intragables.
      En mi caso, he visto mecánicos e ingenieros que más les vale que fueran a vender verduras a la feria...
      No quiero imaginar el sufrimiento de los libertarios cuando debían -por obligación- escuchar las obras de Simón. Pobres gentes.
      Un beso, hoy lluvioso.

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  4. Arturo
    Con tus relatos y bien amenos siempre, voy creando una pléyade de personajes argentinos que no conocía, y eso que viví allá la mayor parte de mi vida.
    Los pequeños detalles anexos enriquece la situación y hace más dinámica la vida, en este caso, la del poeta.
    Algunos nacen con estrellas, otros estrellados...parece ser éste el caso de Simón.
    Yo hago la lectura de un tirón, entonces no me resulta largo.
    Adelante buen escribidor que todo son bienvenidos!
    Un abrazo

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    1. Genessis:
      Me alegra mucho, te lo aseguro, que te agrade leer estas historias; que están armadas con mucho de ficción y un poco de realidad.
      En otra parte ya he comentado que, allá por 1972, cuando cursaba mi último año en el colegio técnico, tomé en una oportunidad un colectivo (bus metropolitano) en el barrio de Mataderos. A las pocas cuadras subió al vehículo un señor mayor, vestido con ropas modestas, que entregaba -en mano a cada pasajero- un diminuto cuadernillo de poemas. Mientras hacía la propaganda de esos mal encuadernados libritos, pude hojear y leer algunos versos. Eran del estilo cotidiano simplón de Héctor Gagliardi, historias de amores no correspondidos, alguna de guitarras, ¡qué sé yo!, mucho no los recuerdo.
      Lo que sí quedó grabado en mi mente era la situación de ese hombre: pobre y con sus malos libros a cuestas, en busca de ganar algún peso (los vendía a precio regalado). Como es de imaginar, a esa edad, a mis bolsillos no le iban mejor que a él.
      El otro tema que es real es la Biblioteca "José Ingenieros". Era una biblioteca popular que administraba, o poseía -nunca lo sabré- un anciano en Deán Funes, Córdoba.
      Recuerdo que donó unos sesenta o setenta libros para formar la biblioteca del partido político donde yo despuntaba el vicio. Años más tarde, a ese hombre lo asocié al anarquismo y su lucha por la instrucción y la cultura. Ubicar a Simón en ese ambiente, es casi un homenaje.
      Como sucede siempre, no soy breve.
      Un gran abrazo.

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  5. Es un gran comentario,en el se demuestra la fe que tiene la persona en la incoherencia de sus escritos,nadie le daba mucha cancha pero él en su mundo se sentía feliz.

    Muchas veces lo he dicho escribo banalidades pero me siento feliz con una sola persona que me visite,ya que no aspiro a escritor y aún menos a un premio Nobel.

    Saludos

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    1. José:
      En toda mi vida abrí bien mis ojos y tuve atentos los oídos, para enterarme lo que comentaba otra persona. Cuando hablaba de cuestiones que escapan a la trivialidad, ahí estaba yo en primera fila. Y eso lo hice desde que tengo memoria.
      A mi modesto entender (y simplifico al extremo), la literatura cumple en sí varias funciones; una de ellas es simplemente comunicar ideas o sentimientos, otra podría ser la de relatar hechos -ya reales o ficticios- y la última que cito, es dar cátedra.
      Dentro de las primeras dos categorías nos movemos casi todos los que pululamos en la blogósfera, con mayor o menor tino, pero allí estamos.
      Por cuanto un mensaje consta de dos partes, a saber: contenido y continente; es muy fácil que por el entusiasmo que nos da el primero, olvidemos la belleza requerida por el segundo. Hay quienes se repiten en bellos envases llenos de nada, no es su culpa, cada cual expone sobre lo que sabe...
      Por todo eso, estimado José, no menosprecies en modo alguno tu obra, ya que en ella pones el corazón. Y aquellos que sabemos leer al autor, con rapidez hallamos la calidad intrínseca del escritor, que es su don de gente. Solo los más dotados pueden regalar obras maestras y más de una de ellas, he tenido la suerte de leer por este medio.
      Un saludo muy cordial.

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  6. A algún Simón he conocido y me ha producido sentimientos de ternura y extrañeza al tiempo, como ahora mismo tu Simón. Personas que se hacen esclavas del personaje que se construyen, sensibilidades mal canalizadas, qué sé yo...
    Arturo, ya se sabe que los poetas tienen sus propios clichés y carriles para actuar.
    Muy buen cuento.
    Un abrazo.

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    1. Isabel:
      Tengo leído hasta el hartazgo el tema sobre las envidias y celos que ganan el ambiente literario.
      Sin ir más lejos, Bioy Casares y Borges, en sus tertulias no dejaban títere con cabeza en el campo de la literatura, de Homero hasta sus días.
      En el caso de estos dos escritores, cuya obra tanto aprecio, me sorprendió su rudeza para tratar a todo el mundo (conste que nunca dijeron de sí ser grandes escritores), lo que impulsó a ver un poco más allá de ellos y su actitud.
      Ya se sabe que aquel que toma distancia del foco de conflicto, puede ver las cosas más claras; de modo que comencé a ver qué es lo que tiene para decir cada uno y recién luego, cómo lo hace. Con esta actitud indulgente he hallado -creo firmemente- gente muy valiosa.
      Sin embargo, hay por la vida algunas personas insoportables, que dicen ser esto, o lo otro, en un remedo de aquella actitud de un chico de trece años, que comienza a fumar para hacerse pasar por grande...
      Y gracias por tu comentario.
      Un abrazo, desde esta lluviosa Buenos Aires..

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  7. Arturo, esta historia me hizo recordar la de un músico que actualmente recorre las calles de Montevideo en bus, viviendo de esa limosna que le puedan dar quienes lo desee, luego de haber cantado en la ópera.
    Te diré que buscar reconocimiento en el arte es casi siempre un camino duro y sin sentido.
    No me gusta para nada la forma cómo la crítica literaria muchas veces trata a aquellos que intentan entrar en el campo de la literatura.
    Grandes escritores por otro lado, se caracterizan por ser desmedidos en sus juicios y muchas veces todo lo que leen de los nuevos colegas les parece de mala calidad o insulso solamente por el hecho de estos ser nuevos literarios o poetas.
    Creo que lo mejor de escribir es hacerlo por placer y no por reconocimiento porque la esencia profunda de cualquier poema está más vinculada al poeta que a ninguna otra cosa, aún cuando se transmite mucho, se deja mucho oculto en la creación.
    La poesía no es como otras ramas literarias, donde la lengua comunica como vehículo, sino que es una rama donde la lengua es en sí misma un objeto y esto hace que muchos poetas se vuelvan a veces crípticos.
    Muy bueno este relato.
    Te mando un beso.

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    1. Paula:
      Acerca de lo que dices, viene bien recordar que existen las cofradías. Quienes pertenecen a una de ellas se encargan de ensalzar la labor artística de los restantes integrantes. Es así que los premios, los reconocimientos y las palabras laudatorias se reparten siempre entre ellos mismos.
      Un escritor que me agrada por como escribía y por como era es Osvaldo Soriano; sin embargo, los catedráticos no le quisieron dar mérito alguno, pues era un periodista devenido en escritor, no había pasado por la aulas magnas...
      El talento se abre paso por sí solo y eso ha sucedido con el recordado "Gordo" Soriano. También me agradan Fontanarrosa y Giardinelli, aunque -para mi opinión- su obra no es tan pareja.
      Dolina tiene unos textos muy buenos, también.
      En poesía, ahora mismo tengo en la mesa de luz, tres libros a devorar, de Carlos Penelas (un poeta de alto vuelo).
      Sobre tus palabras finales, debo decir que gracias a "En la masmédula", de Girondo, comencé a ver que las palabras nada significan en sí mismas, que hay que escuchar su melodía y escuchar el sentimiento que les dio origen.
      En mi caso, al leer los textos de mis amigos y compañeros de ruta, no puedo ser objetivo; pues me predispone bien el afecto hacia todos ellos y disfruto todo; desde el simple hecho de estar ante sus trabajos, hasta los comentarios vertidos. Además, he leído obras muy buenas de verdad. No sé si te pasa lo mismo.
      Un beso.

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  8. Comparto totalmente el comentario de José, a los que nos gusta escribir lo hacemos por puro y vano placer de ver bailar entre nuestros dedos tantas palabras desinquietas que encuentran acomodo unas veces mejor que otras.
    Saludoss!!!

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    1. Gloria:
      Lo que da valor a una obra es el deseo de comunicar, de dar, de enseñar aquello que se observó, o se imaginó y que le parece al artista que es válido hacer trascender.
      "Es bien sabido que los artistas dan lo mejor de sí solo en aquellos momentos de inspiración plena, por lo que la acción de trabajar por pedido perentorio no resulta ser la mejor manera de alcanzar una obra maestra" es una frase que no se encuentra de casualidad en el texto que edité. Ahí está la razón de ser para un escritor: escribir por gusto, no por obligación.
      Te envío un saludo muy cordial.

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  9. ¡Tremendo! Comprendo bien al Simón de tu relato. La poesía vende poco, por no decir que no vende. Si no tienes "padrino", no tienes nada que hacer en el 'mercadeo' literario. Así pasó, pasa y seguirá pasando. Hay que saber -y querer- venderse.
    Triste historia, pero tan real!!

    Un fuerte abrazo, amigo mío.
    (Muchas gracias por dejarme tan cálido comentario en mi Blog)

    Geles

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    1. Geles:
      Muchas gracias por tu comentario.
      Sin dudas que, en el ámbito de la literatura, la poesía es bocado para exigentes. Que son los menos.
      Para el negocio, lo mejor son las novelas; ya que por un dinero mantienen entretenida la mente del lector. Si después no entendió qué quería decir el texto, eso ya es otra cuestión.
      Un libro de poesías es siempre escueto (nadie publica un mil poemas de una sola vez), por lo que las ganancias para la empresa editorial, también serán exiguas.
      Lo que nos deja miles de personas -como Simón- a la espera de su éxito casi imposible.
      Por fortuna, para los poetas (y escritores en general) existen los blogs, un lugar amigable que les brinda la posibilidad de mostrar su arte. Y los hay muy buenos allí.
      Te retribuyo el abrazo. mi amiga.

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  10. Interesante crónica de la metamorfosis de una persona en su personaje

    Un beso

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    1. 40añera:
      La gente es lo que se propone ser.
      Todos en algún momento de nuestras vidas elegimos un camino; a veces sale naturalmente; pero, en otras oportunidades se necesita probar y probar hasta decidirse por un rumbo.
      Hay gente que jamás se define, también.
      Simón no tuvo dudas en ningún momento: sería poeta. Y sería uno de los incomprendidos de su tiempo.
      Besos.

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  11. Muy bien escrito y el personaje muy bien descrito. He conocido a personas como Simón que son tercos y viven en su propio mundo. Si solo escucharan y se detuvierab a ve por donde es que van las cosas serian exitosos porque talento si tienen. Me dio pena el destino que se labró Simón.

    Un abraXo

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    1. Marilyn:
      Es por lo menos curioso ver el poco pragmatismo que domina a ciertas personas. Son los que queren venderle hielo a los esquimales.
      Por entre mis reflexiones anda una, que refiere a la inteligencia y la falta notoria de la misma, que se manifiesta al actuar con necedad o con soberbia.
      Es incongruente que alguien bien dotado de la razón mantenga actitudes impropias.
      Sin embargo, hay infinidad de ejemplos de gente empecinada que logró resultados magníficos: el dinero y la inteligencia no son sinónimos.
      Simón estaba resignado a pasar por lo que fuese, con tal de alcanzar las metas del personaje ideado.
      Un gran abrazo.

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