jueves, 16 de agosto de 2012

Velada de box


No hay pueblo del interior del país, que se precie de su importancia zonal, que no haya organizado algún festival de boxeo.
De mi presencia en algunas reuniones de este tipo pude percatarme de ciertas particularidades de tales espectáculos.
Ya que la mayoría de las veces se organizan bailes, o bien sorteos, con fines de beneficencia, estas reuniones de boxeo constituyen un  hecho social excepcional.
Para estas ocasiones se suele buscar un lugar adecuado, que permita tanto una gran concurrencia de público como un bajo número de “colados”. Para ello, se elige algún galpón o estadio cubierto, que permita tanto controlar apropiadamente el ingreso de los espectadores a la velada como impedir que las alternativas del festival puedan verse desde el exterior.
En consonancia con el bajo presupuesto disponible, los púgiles que dan vida a estos festivales son ignotos y de poca monta; la mayoría de ellos apenas podrían calificarse como meros aficionados a ese rudo deporte, más que buenos boxeadores.
Casi siempre, para dar prestigio al festival, se anuncia una exhibición a cargo de algún boxeador medianamente conocido, que alguna vez peleó por algún título, aunque más no fuera, de nivel provincial, si hubiera perdido tal combate no cambiaría nada.
En primer término, la gente que asiste a estos festivales se entretiene en los momentos previos a los combates pasando revista al resto de la concurrencia. Y ya que la mayoría de ella consiste en otros vecinos, conocidos entre sí, se pasan el tiempo en un interminable intercambio de saludos entre ellos, mas que interesándose por el espectáculo de boxeo en sí.
Las peleas resultan bastante pobres ya que muy raramente se forma un par de boxeadores que den un buen espectáculo. La mayoría de los combates no resultan una justa pareja, ya que de entrada nomás el público (incluso hasta un desprevenido como yo) puede saber quien será el ganador. Así que, más rápido de lo debido, se ven unas zambullidas al piso, que absolutamente nadie de los presentes cree y que convocan más a la risa que a la preocupación por el estado de salud del púgil abatido.
El espectáculo dado por la figura central —me refiero a la que da prestigio a la exhibición— no pasa de un par de asaltos, donde tanto él como su contrincante de ocasión se marcan los golpes, sin asestar ninguno con potencia.
De hecho, pese a que se trate solo una exhibición y así se lo indique en la publicidad previa, la gente concurre entusiasmada, creyendo que quizás se trate de un combate en serio.
Invariablemente, al finalizar el festival y despejarse el cuadrilátero, suben a él los chicos. Entre ellos, los inevitables colados de siempre a estos espectáculos, donde no falta nunca el "Piojimil” del pueblo.
Entonces comenzaba un nuevo espectáculo: estos niños se dedicarán tanto a corretear, zambullirse sobre la lona, tirar del encordado, como a simular combates entre ellos, ya fueran de lucha o de boxeo, los que rápidamente subirán en intensidad y virulencia.
En una oportunidad me tocó ver como estos pobres niños se peleaban entre sí, incluso con más ahínco y vehemencia que alguno de los púgiles que habían desfilado durante la velada. A tal punto llegó la furia de estas escaramuzas que —ante los reclamos airados de algunos de los presentes— debió subir una persona mayor para separarlos.
Obviamente, esta situación solo puso en evidencia lo nocivo que resulta para la mente de los niños, el hecho de presenciar actos violentos.

20 comentarios:

  1. Hola precioso pásate por mi casa que tiene un premio. Hoy estoy volada porque me tengo que ir.
    Besazo

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    1. Dolega:
      Ya estuve por allí y te dejé un comentario alusivo.
      Sos un sol, que alumbra a quienes te rodean.
      Besos.

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  2. Que lindo que lo contaste. ¡Me gustó el cuadrilátero lleno de chicos!
    No me gusta ver boxeo, y eso que miro mucho deporte... pero el boxeo lo sufro, lo miro con la nariz fruncida...
    Te dejo un abrazo grande =)

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    1. Corina:
      Muchas gracias por lo que expresás.
      Es cierto, la escena de los pequeños, subidos al cuadrilátero a jugar, fue pintoresca.
      Saltaban y se tiraban a la lona, pues el piso no era duro. Se trepaban a las cuerdas o tironeaban de ellas, se arrojaban de espaldas sobre el encordado, para rebotar, cual los luchadores de "catch" de "Titanes en el Ring".
      Todo cambió cuando comenzaron a emular a los boxeadores y se ensañaron en un dar y recibir trompadas al voleo. Eso fue lo que originó mi frase final.
      El boxeo es un "deporte" inhumano.
      Por lo general uno ve a los boxeadores más habilidosos y calificados. Pero, en cierto viaje de retorno a Buenos Aires, nos tocó viajar con un grupo de deportistas de ese rudo deporte, que volvían desde Rosario. Uno de ellos, pobrecito, ya tenía afectada la mente. Se le notaba ese daño, pues si bien no era para nada agresivo, hablaba todo el tiempo, de modo incoherente. Lo más triste, fue escuchar las burlas de sus compañeros...
      También te envío un gran abrazo. :)

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  3. Esos festejos de barrios me hace acordar a las antiguas "fiestas patronales" de las Capillas, donde además de los "invitados especiales" que pudieran engalanar y realzar el evento los más felices éramos los niños que correteábamos por todos lados....
    Me gustó el relato.
    Un beso Arturo

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    1. Genessis:
      Como buen porteño, tuve que ir a vivir a una ciudad chica del interior del país para conocer esas festividades.
      Por allí debo tener guardado un escrito, con una somera descripción y comentarios de tales días conmemorativos.
      Recuerdo que, cuando era muy chico, en la Iglesia San Ramón Nonato, para el día del Santo se hacía una kemés y se tiraban bombas de estruendo.
      Los chicos los obligábamos a nuestros padres a ir a la Iglesia, pero no al templo en sí. Aun no habíamos tomado la Primera Comunión.
      Eran días de magia y de felicidad.
      Te mando un beso.

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  4. Exacta descripción de una velada pugilística, Arturo! La luz que ilumina el cuadrilátero y el público desde la penumbra envuelto en una nube de humo es lo único pintoresco. Me resisto a ver boxeo o lucha. No puedo.
    Saludos van sin puños!

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    1. Sandra:
      Las únicas veladas boxísticas a las que asistí fueron en localidades del interior. Eran todo un acontecimiento en lugares donde nunca pasaba nada, ni TV había.
      Incluso fui a un desfile de modas (inaudito), con tal de compartir el tiempo con aquellas amistades tan lindas que habíamos hecho entonces.
      Los deportes de mi agrado son dos: fútbol y automovilismo. El boxeo no es de mi agrado, ni las peleas de ningún tipo; ya lo ves, igual que a vos.
      Un gran abrazo.

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    2. Me acordé de la canción "Cachito, campeón de Corrientes" de León Gieco que tiene mucho que ver con este post...

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    3. Sandra:
      En realidad esa canción es una descripción tendenciosa y demagoga de León Giecco hacia el centralismo porteño.
      Utiliza la imagen de un boxeador pobre e inocente, de Corrientes, podría haber elegido a uno del Bajo Flores y la historia aplicaba igual, sin necesidad de hablar mal del porteño. Eso es injusto y siembra el odio: típico de los demagogos.

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  5. Te acordas hermano que tiempos aquellos?.
    Te cuento Arturo, en los años sesenta viví unos años en Pergamino, teníamos un crédito en el barrio que tiraba los guantes, fue a pelear a San Nicolás, todos lo acompañamos. Venia bien en la pelea, lo traía mal al adversario, solo le faltaba el golpe de gracia, cuando no tuvo mejor idea que dar un paso atrás y acomodarse el peinado con el guante, se lo tuvimos que soplar al que te jedi para despertarlo. (Lo había olvidado)
    Un abrazo amigo.

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    1. Luis:
      Muy bueno. No, ¿qué digo?, ¡es maravilloso!, tu anécdota tiene un remate "directo al mentón".
      Hasta podrías escribir sobre esa experiencia. No tiene desperdicio, sería un cuento de primera.
      Guión: el deporte de los puños y su honorabilidad (una apología del mismo). El levante que tenía Cachito Campeón; su look (aquí hablás de su peinado, luego la admiración de los purretes (entre ellos está el narrador) que lo idolatraban. Las peripecias de sus combates previos, todos ganados, algún detalle pintoresco aquí; su manera de saludar a los amigos y amiguitas, acomodándose el cabello; la organización del viaje, con sus pormenores, como juntar centavo a centavo, la bata que le compran los "chochamu" de la barra, con los colores del club de barrio; el jolgorio durante el viaje (en el colectivo destartalado de Pirucho); la pelea (detalles), la mina espectacular en el ring-side; el desenlace. Quedó despeinado y con el "comedor" sin la puerta de entrada...
      Al toque. Ya tenés un cuento, ahora hacé lo que quieras, Luis.
      Tenés material de sobra para hacerlo.
      Te mando un gran abrazo (Bret, diría el árbitro).

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    2. Gracias amigo, no lo había pensado. Tu relato me trajo el recuerdo de 49 años atrás. (Casi nada)
      Te dejo un abrazo.

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    3. Luis:
      Siempre se tienen veinte años en un rincón del corazón (y menos también).
      Un abrazo enorme.

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  6. Si es un relato que te hace recordar esos tiempos de juventud,pues también en España en los distintos barrios se solía arreglar las cosa con unos desafíos.

    El Boxeo tuvo su época dorada y me acuerdo mucho de una gran boxeador. Oscar Ringo Bonavena que disputo unos grandes combates,terminando el pobre su vida de forma tragica.

    Saludos

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    1. José:
      Yo admiraba a "Ringo" Bonavena. Era muy simpático, guapo en el ring y siempre me predisponía bien al escucharlo.
      Él decía que -en EEUU- siempre peleaba dos veces: primero con un negro y luego para cobrar la bolsa que le debían abonar.
      O se lo amaba, o se lo odiaba, sin término medio.
      Lloré cuando lo mataron.
      Mi otro ídolo de los guantes fue Nicolino Locche, "el Intocable", que del boxeo hizo un arte del esquive. A él lo queríamos todos los argentinos. Cuando gana el título mundial, ante Paul Fuji (un japonés), no recibe ni un golpe. Con él el box era un arte, nada cruento, un baile. El más vistoso que haya visto.
      En internet hay videos de sus combates.
      Un saludo muy cordial.

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  7. Cada vez que vengo a visitarte, me haces recordar momentos hermosos de cuando éramos chicos. Soy de una ciudad en la que había espectáculos así, generalmente no eran de boxeo, pero sí se reunía todo el pueblo para divertirse y criticarse libremente.
    Un fuerte abrazo.
    HD

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    1. Humberto:
      Aun hoy existen estos festivales en los pueblos chicos. Lo sé pues la familia de mi esposa vive en uno de ellos.
      Hay que considerar que una cosa es la pasividad de relacionarse por Internet y otra muy diferente es el contacto social que se da en las comunidades pequeñas, de menos de diez mil habitantes, donde todos se conocen.
      Presenciar esas reuniones nos hace volver a nuestros años de la niñez.
      Un gran abrazo.

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  8. muy bonito y comparto las mismas opiniones un saludo siempre es grato leer tus relatos.

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    1. Nuria:
      Muchas gracias por tu comentario. Estás en tu casa, de modo que eres bien recibida siempre.
      Un cordial saludo.

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