domingo, 10 de junio de 2012

Cuadreras

    La idea tuvo su origen en uno de aquellos tantos encuentros que manteníamos. Allí uno de los temas recurrentes era encontrar alguna manera para financiar nuestro accionar.
   Entonces, surgió la idea de realizar una reunión de carreras de caballos, las típicas cuadreras, para recaudar fondos.
Ante tal proposición, me embargó una sensación extraña; más cercana a la curiosidad que a otra cosa, pues casi nada conocía de tal tipo de actividad, sobre todo por mi formación exclusivamente ciudadana. De hecho, lo más cercano en mi vida que había estado de una de esas carreras de caballos, consistía en ver a la pasada, mientras retornaba a mi casa los domingos desde la ciudad de Córdoba, por la Ruta 60, alguna reunión de este tipo, en un campo que tenía acondicionada una pista para carreras. Lo que más llamaba mi atención era observar el gran número de asistentes que se hallaban presentes, reunidos en aquel campo, lindero con la ruta.
En consonancia con la idea propuesta y para fortuna para todos, uno de los amigos presentes ofreció su campo para realizar allí la velada. La relativa cercanía al poblado de esa finca la convertía en un lugar óptimo. La respuesta no se hizo esperar: todos agradecimos su gesto y con alegría aceptamos su ofrecimiento.
Acto seguido, otro de los presentes informó al resto del grupo que él conocía a ciertas personas que se dedicaban a organizar ese tipo de reuniones hípicas y que hasta podrían encargarse de todo lo necesario para efectuar las carreras. Todos aprobamos la propuesta.
Tras una semana de gestión para contactar a aquella gente, logró que aceptasen la proposición.
Una vez conseguidos ambos requerimientos para la reunión (lugar y caballada), se procedió a fijar la fecha para realizar la misma.
     Por suerte, el día invernal elegido para la reunión amaneció con un sol radiante, lo que significaba tener un clima propicio para que lo programado nos saliera bien.
Nuestra expectativa se centraba en primera medida en que asistiese mucha gente y —de este modo— pudiéramos recaudar algunos buenos pesos para nuestra causa política.
Ni bien arribamos al campo, la primera actividad emprendida por los organizadores de la carrera fue instalar el despacho de bebidas. Ese puesto, con sus ganancias sería la fuente de financiación buscada.
Para poder proveer a ese puesto, fue necesario recurrir a los contactos personales de los integrantes de nuestro grupo con los comerciantes del lugar. Como resultado de este accionar, se consiguió que un distribuidor de la zona —como gran favor de su parte— nos dejara en consignación todas las diferentes bebidas necesarias para la reunión.
Pero, el muy pícaro nos entregó, para la venta, unas botellas de vino blanco más viejas que la injusticia: se trataba de una mercadería que con seguridad le había quedado de clavo desde hacía ya un tiempo.
Y digo esto, pues el vino en cuestión ya había comenzado a enturbiarse; y esto era tan evidente, que no tuvimos más opción que servirlo en unos vasos de plástico opaco, color blanco, de manera que no se pudiera ver al trasluz la calidad de su contenido (menos mal).
Hasta donde pude enterarme, nadie salió intoxicado. 
Entre todos los parroquianos pude divisar a un tal Aniceto Maidana, al que todos referían como "El Correntino". Yo ya lo conocía de antes, pues a menudo ambos coincidíamos en ir a comprar la carne en el mismo negocio.
Fue precisamente en uno de esos encuentros casuales en aquella carnicería cuando, al trabar conversación, este personaje me comentó que él antes era “tomador”, pero que se había curado, gracias a que ahora asistía a las reuniones locales de Alcohólicos Anónimos.
De más está decir que fue uno de los primeros clientes del bar, y pidió un vaso de cerveza mezclada con naranja Fanta...
Resultó entretenido ver cómo los asistentes, en su casi totalidad hombres de campo, estaban ataviados con sus mejores ropas. Para pasar el tiempo, conversaban entre ellos alrededor del improvisado mostrador, en tanto observaban -casi con desdén- las evoluciones de los diferentes caballos, que trotaban, prestos para la carrera.
En un determinado momento, esa gente comenzó a alejarse en grupo hacia las inmediaciones de la improvisada cancha. Todo con el fin de ganar una buena ubicación para presenciar la carrera... y, de paso, realizar sus apuestas a las patas de aquel flete de su agrado.
Luego de unos preparativos (que se me antojaron eternos), largaron los dos caballos a todo galope. El tordillo sacó un poco de luz sobre su oponente; pero el zaino se le acercó hasta que —llegados a la línea de llegada— se oyó a la muchedumbre rugir. Todos se asignaban haber apostado al ganador.
Por tal razón, una multitud se arremolinó ante el que oficiaba de juez de la carrera, a la espera de su veredicto. El árbitro entonces gritó: ¡Puesta!
Ante esta decisión, nadie ganó; se insinuaron algunos pocos reclamos, más en voz baja que airados, mas ahí todo terminó. Ya habría otra oportunidad en la inmediata revancha.
Una vez finalizada esta primera carrera, todos fueron de vuelta al improvisado mostrador, donde los ganadores (se los podía identificar con suma facilidad, por sus amplias sonrisas) invitaban a sus amigos con una vuelta. También habría entre ellos alguno colado, supongo.
Fue así como, luego de transcurrida cada carrera, observé como los que invitaban ahora eran los que antes habían sido invitados y así sucesivamente, según fuera su suerte en las siguientes carreras.
Por supuesto, en los intermedios que había entre las carreras pude divisar sin dificultad como "El Correntino" bebía y charlaba con sus amigos; por lo menos así sucedió hasta que se retiró del lugar, quién sabe cuándo, y en qué estado…
Por lo que aprecié, nadie se hizo rico esa tarde. Excepto yo, que tuve la oportunidad de conocer mejor a la gente del campo y sus costumbres.
   

16 comentarios:

  1. Los usos y costumbres de las gentes del campo siempre son fascinantes y nos lleva a pensar cómo hemos evolucionado los que, no sé si por suerte ó desgracia, nos hemos convertido en hormiguitas de ciudad.
    Yo sobre todo admiro esa utilización consciente e inteligente del tiempo.
    Un saludo

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    1. Dolega :
      Esta anécdota se sitúa a ochocientos treinta kilómetros de Buenos Aires, en el año 1985.
      Por entonces, se podía ver a la gente de campo: puesteros y peonada, que bajaba a la ciudad de Deán Funes (perteneciente a un Partido de Córdoba, de no más de doce mil almas); venían a hacer la provisión de mercaderías para el mes, tras cobrar sus salarios. Lo hacían ataviados con sus mejores vestimentas (al igual que en la Fiestas Patrias).
      Era emocionante el verlos. Yo, que recorrí medio país, pues quise conocer lo mío antes que lo ajeno, me sentía poco argentino.
      En diferentes oportunidades y lugares, las cuadreras, las riñas de gallos, los juegos de la taba y las Fiestas Patronales, me llenaron de gran regocijo y hondo respeto, más allá de mis consideraciones personales sobre cada una de ellas.
      Soy consciente que tras el disfraz de confort y bienestar se esconden los pequeños engranajes que en sincronizada vida mantienen la frenética vida moderna. En mis ocho años de vida en diferentes zonas del interior de mi país me sentí libre. Y eso que amo a mi ciudad...
      Un abrazo cordial.

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  2. Curiosa anécdota que describe una curiosa iniciativa. Se de gente que para sacar un poco de dinero daba clases, vendía manualidades, limpiaba cristales... pero montar una carrera de caballos... guauuu eso era apuntar alto, sí señor. Ahora que, como bien dice, pudiste observar la gente variopinta que por allí circuló.

    Gracias por este ratito.
    Besos Arturo.

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    1. Teresa:
      Eran personajes de la política. También conocidos por el apelativo de "gallinas viejas", porque comen, comen, y nunca "ponen" (en vez de un huevo, un peso).
      No obstante, para mí esa experiencia resultó muy positiva, pues aprendí a conocer gente de todo tipo y color.
      En una misma bolsa se hallaban: aquellos que, a través de estas relaciones, pretendían solucionar problemas económicos personales, los consabidos atorrantes consumados y otros que iban solo por puro altruismo y solidaridad.
      Pude escuchar -sobre todo- a los más humildes, gente tan respetuosa como carentes.
      Besos, Teresa.

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  3. Que buen recuerdo Arturo, los que tuvimos la suerte de convivir con la gente de campo, pudimos aprender mucho, sobre todo la solidaridad y el respeto que tienen, (hay excepciones)
    Te dejo un abrazo.

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    1. Luis:
      Ni te imaginás por los lugares que anduve...
      Una vez que íbamos hacia Bahía Banca, de recorrida por la traza de los gasoductos, todo camino de tierra, nos agarró la tarde con el estómago vacío. Después de entrar a poblados donde estaba todo cerrado, encontramos una pulpería metida por el medio del campo y ahí pudimos comer. Fueron unas longanizas con algo de queso y galleta, todo acompañado con cerveza. Creo que al pobre viejo pulpero lo dejamos sin comida para él. Y de éstas, mil más.
      Un abrazo.

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  4. Hola Arturo, excelente relato de las actividades campestres.
    Estos personajes que describes bien podrían situarse en cualquier lugar del Uruguay también.
    Por mi parte, adoro los tordillos, me parecen hermosos...
    Bueno, trabajo en un hipódromo hace 10 años y estoy acostumbrada a los árabes con sus patas largas y muy de vez en cuando a los cuarto de milla.
    Besos grandes al alma.

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    1. Paula:
      Sin dudas que el relato aplica a toda la región.
      Yo sé muy poco de caballos, pero lo suficiente para saber que el tordillo es gris y el zaino es marrón oscuro. Ambos son de mi agrado, al igual que el alazán.
      Tu trabajo lo envidiaría mi hija, Melisa, que tiene berretín por los equinos. A tal punto que, de chica, quería tener uno para ella. Le dije que estudiara veterinaria; pero no quiso, por esas cuestiones de tener que verlos sufrir...
      Un saludito al trote.

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    2. Los hipódromos no son recomendables para las personas sensibles porque es común que se sacrifiquen animales cuando suceden accidentes...
      Demasiado triste es ver, después de una carrera, el camión de veterinaria donde se ingresa el animal que dan por "inútil" y lo matan sin más ni más.
      Yo ni miro los monitores cuando suceden estos hechos.
      Besos y hasta la próxima jornada hípica.

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    3. Paula:
      Sin dudas que debe ser un espectáculo triste ver que sacrifiquen a esos pobres animales.
      Cuando hay una rodada, siempre miro al caballo, pues sé que él no tendrá la atención del jockey. Espero que salga ileso.
      En fin, es una desgracia.
      Un beso, Paula.

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  5. La experiencia que cuentas es normal en cualquier país y en cualquier época.
    Es la riqueza creativa que posee la juventud divino tesoro, ellos no entienden de de estrategias comerciales, ni si van a tener pérdidas,se tiene una ilusión y sin mirar más manos a la obra y se haga realidad el sueño.
    En esta costa contemplo con cierto regocijo en verano como aparece la inocencia de diez años más o menos, convertida en mantera, ofertando sus artículos de pulseras anillos collares hechos por ellos mismos, las ves con esa mirada inocente y no tienes más remedio que hacerle una compra y por 0,50 Eu le arrancas la alegría reflejada en su mirada, y de paso a la niña que se lo regalas la pobrecita se ilusiona como si hubiese recibido una gran joya.
    O sea por 0,50 has hecho felices a dos inocentes niñas¿Se puede pedir más por tampoco?

    Saludos

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    1. José:
      Maravilloso tu comentario.
      Me trajo a la memoria los sorteos que hacíamos en las épocas de Navidad, con el fin de recaudar lo suficiente como para comprar una pelota de fútbol.
      Una vez, el primer premio consistió en un pollo y un par de botellas de sidra.
      Luego de sorteado "El Gordo", aquel que acertó con las dos últimas cifras recibió su premio.
      En comitiva fuimos todos los chicos a esa casa, a entregar las dos botellas de sidra y el pollo... vivo.
      Ya que de esa manera nos salía más barato. Se lo arrojamos a la galería de la casa y el pobre animal se espantó y corrió por todos lados.
      Nadie pudo decir que no cumplimos.
      Saludos.

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  6. Arturo, muchas gracias por tus amables palabras en la entrada sobre mi perrita.
    Es cierto que son todo ternura y que dejan un gran vacío al partir.
    Poco a poco el dolor se va mitigando.

    Un abrazo.

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    1. Asun:
      Hace siete años le regalé a mi esposa un cachorro caniche toy color blanco, el Toly.
      Llena nuestras vidas. Por problemas de salud, que espero pueda superar, me debo movilizar sobre una silla con ruedas. El perrito pide que lo alce y lo debo llevar en el regazo.
      Me pueden decir que son animales, mascotas, lo que quieran. Yo les digo que sí, que tienen razón; pero que nadie me quite su compañía, porque somos felices ambos. Por eso es que comprendo tu dolor.
      Un abrazo.

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  7. Hola Arturo

    Como en este último tiempo se me dio por visitar casas ajenas y como uno puede entrar sin pedir permiso, pues lo hacía y vos ni cuenta te diste, claro no dejaba huellas...Leí todo lo que encontré y me gustó, lo escribes muy bien, fácil de leer y atrayente, eso al fin es lo que vale.
    Pues aquí estoy y esta vez me propuse saludarte y felicitarte por el lindo blog que tenés.
    Ya regresaré y si me permitís me auto-agrego, ok?
    Un saludo cordial y un abrazo
    desde Roma,
    genessis

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    1. Genessis:
      Ante todo, bienvenida a este lugar irreal.
      La idea que motiva este espacio es la comunicación: yo ingreso algún texto acerca de pensamientos, opiniones, anécdotas o cuentos y los amigos que se toman el trabajo de leerlos, me dan su opinión. Tal respuesta es completamente voluntaria y muy bien recibida. Tengo por costumbre contestarles a todos. Lo considero obligatorio, ya que quien se dignó a ponerse a escribir una líneas, para comentar sus impresiones, merece mi mayor respeto.
      Esta conducta es muy personal y responde a objetivos que me fijé de antemano: no pretendo erigirme en conocedor de nada. Solo soy un curioso observador de ciertas cosas, a las que trato de interpretar de la mejor manera que puedo. Hasta la historia más pueril esconde un mundo para quien está involucrado en ella.
      Es por ello que te agradezco tus conceptos (demasiado buenos para lo mío) y te invito a que te llegues por aquí tantas veces como desees.
      Será entonces, un hasta pronto.
      ¡Chao!

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