martes, 1 de mayo de 2012

Ideales

Imprescindibles compañeros al iniciar la gran travesía, ellos nos dieron aquel ánimo necesario, que nos hizo sentir capaces de encarar la empresa de la vida, convencidos de nuestras  posibilidades de éxito.
Su presencia sirvió de ayuda en aquellos primigenios momentos de confusión y también resultaron ser una guía segura en las situaciones donde reinaba la perplejidad.
Pesada mochila a los dieciocho
Con el correr del tiempo, notamos que su peso resultaba inconveniente, nos impedía avanzar hasta donde pretendíamos llegar; de modo que tomamos la decisión de moderar esa pesada carga. Proseguimos en el camino con sólo aquello que consideramos vital e irrenunciable.
Cuanto más avanzábamos, más cansados nos sentíamos y más carga considerada inútil era dejada de lado. Pretendíamos entonces que habíamos sido unos tontos por cargar durante tanto tiempo un bagaje innecesario.
Hoy, al final de la jornada, nos sorprende nuestra liviandad, también el notar que terminamos perdidos, en soledad y sin un respeto mínimo hacia nosotros mismos.
Recordamos con cierta nostalgia -no exenta de envidia- a todos aquellos compañeros de ruta que dejamos atrás en el camino; esos mismos que, abatidos por el peso excesivo y agobiante de sus respectivos equipajes, fueron quedándose postergados, a un lado de la senda del éxito.
Allá se quedaron, quizás algo frustrados y con un dejo de resentimiento; pero reconfortados, fieles a sí mismos.
       

8 comentarios:

  1. Claro, con tanto años encima podemos darnos cuenta que carga inútil arrastramos, pero igual nos ha servido para ser lo que hoy somos, del error se aprende, seremos maestros para que nuestros jóvenes no repitan ese error (si es que nos escuchan).
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mucho me temo que sea cierto todo lo que decís. Y en especial la tarea de sacarles de la cabeza ciertos ideales inútiles, que alguna mente interesada les inculcó.
      Un saludo fraternal.

      Eliminar
  2. Yo creo que los ideales, si son propios, no se abandonan. Lo que sí logramos quitarnos de la espalda, con los años y con suerte, son las ideas propagandísticas de otros, efectivamente interesados, y, al hacerlo, descubrimos cosas...
    Felicidades, Arturo. Brillante tu pluma.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mil gracias por tus palabras, Fernando.
      Bien sabemos que aquellos ideales que nos inculcan, con su ejemplo nuestros mayores son menos volátiles que las elucubraciones interesadas de las teorías más sofisticadas.
      La pérdida de la candidez, fruto de las traiciones, los hurtos de aquellos más cercanos, nos hacen madurar con dureza, no exenta de dolor.
      Nos gana, poco a poco, la incredulidad; hasta que un día, vislumbramos a una persona que no solo habla de ella, sino que actúa con ética.
      Esa gota de agua en el desierto nos hace reverdecer ideales de bien y de bondad.
      Esos son los ideales que nos acompañarán por el resto de la vida.
      Tú estás a las puertas de novedosas situaciones, el causante será tu hijo, es decir que gracias a él comenzarás a madurar en serio: nunca nadie te ha tomado examen como él lo hará. Comienza lo mejor de tu vida.
      Un abrazo fraternal.

      Eliminar
  3. Hola Arturo, es cierto que los ideales a veces los dejamos de lado a lo largo de nuestra vida, no obstante son el motor de nuestra existencia y tarde o temprano regresamos a sus puertas en busca de un motivo para entendernos a nosotros mismos.
    Besos al alma.
    Bello como siempre tu blog.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Paula:
      Si algo novedoso tienen los blogs, o este mundo 2.0, es que nos pone en el difícil trance de evaluar a los demás a partir de destellos de su personalidad.
      Muchos de los mensajes publicados están cargados de profundos sentimientos espontáneos, aunque no se los pueda diferenciar con facilidad de otros productos, profundamente cerebrales y premeditados, que esconden a la verdadera persona que les da vida.
      Los poetas (de ambos sexos) tienden a explayarse en base a sus sentimientos y sus ideales, algo que, ante mi ignorante análisis, los hace aparecer como los más auténticos.
      También, mensajes de diverso tipo, al repetirse sistemáticamente en la obra de cada uno, ponen de manifiesto su escala de valores, su puñado de verdades e ideales.
      Tengo la fortuna de hallar en este ámbito a gente bienintencionada, educada, comunicativa, lo que me ayuda a replantear paradigmas propios de continuo. Un excelente ejercicio que quisiera creer les sucede a todos.
      Por eso, al situarme en un entorno con variados puntos de vista, así como buenas intenciones en sus actos (en este caso, obras) es fácil deducir que ha de resultar en mí una síntesis superadora.
      Eso, no hay modo de agradecerlo, pues significa sabiduría. Y todos sabemos de sobra, que tal bien vale más que cualquier reconocimiento.
      De todos modos: gracias a ti y a todos aquellos que me permiten aprender.
      Un saludo muy cordial.

      Eliminar
  4. Me ha gustado especialmente esta entrada Arturo.Es cierto que dejamos a personas, e ideales de lado, a veces, por emprender otros caminos. Lo importante, se cambie o no se cambie de opinión o de ideales, es tener la cabeza bien amueblada y vivir en la medida de lo posible, pues siempre habrá mejores momentos que otros, con alegría en el camino.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ana:
      El pensamiento pragmático que esgrimes es prueba de virtud y madurez.
      Más de una vez habremos oído -o dicho- que tal o cual persona carece de ideales. Mucho me temo que esa aseveración sea incorrecta: sus ideales, no explícitos, difieren de aquellos que a nuestro arbitrio podemos identificar como loables. Es así que un vago, un ladrón o un asesino tiene sus propios y malsanos ideales y a ellos se ciñe.
      Ahora bien, a salvo de estos extremos, notamos un cambio permanente en nuestra conducta, ya fuera por causa de un éxito, como de un fracaso, o por el simple hecho de contar con mayor información sobre ciertos tópicos, mal inferidos en su momento.
      Si fuésemos automóviles en una autopista, tales modificaciones se manifestarían en variadas velocidades, que nos separarían al cabo de un tiempo de los demás vehículos. A tal sutileza nos lleva Cortázar en los finales de su "Autopista del Sur".
      Tales divergencias nos alejan -irremediablemente- de aquellos con quienes compartíamos lugares y afectos en el pasado (no obstante, hay gente que evita actuar en consecuencia).
      La sensación de vacío, que sentimos aquel día en que dejamos la escuela primaria, se repetirá a lo largo de nuestra vida, con disímil intensidad. Esas pequeñas personas, tan cercanas entonces, serán completos desconocidos antes de que nos demos cuenta. Los ideales comunes, también.
      Un afectuoso saludo, Ana.

      Eliminar

Me interesa conocer tu opinión respecto a lo que has leído: